ALERTA DE 'SPOILER': Este artículo contiene spoilers de Game of Thrones. Si no va al día con la serie, véala YA (tiene una semana) y solo luego siga leyendo.En un principio, yo era de uno de esos seres humanos que se resiste a ver Game of Thrones, la aclamada serie de HBO que David Benioff y D.B. Weiss crearon inspirados en la saga de libros de George R.R. Martin A Song of Ice and Fire. "No necesito otro Señor de los anillos en mi vida", me decía.
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Tremenda equivocación.Me equivocaba no solo porque la serie está muy lejos de ser la típica producción épica con magia y dragones, sino también porque, a diferencia de El señor de los anillos, esta ha logrado atrapar audiencias sumamente diversas: desde los absolutamente obvios (los aficionados a la fantasía o a las conspiraciones políticas), hasta los nunca esperados (los consumidores de telenovelas o aquellos que dejan todo el día puesto el Wobi Channel… Por cierto: ¿Quién diablos son estas personas?).Hoy, a pocos días del estreno de la séptima temporada, pertenezco a quienes se han visto cada capítulo al menos dos veces, a quienes poseen dos camisetas de la casa Stark y a quienes al salir de una deuda repiten: "Los Lannister siempre pagan sus deudas". Les cuento todo esto no porque quiera presumir de mi afición, sino porque siento que Game of Thrones es una obra maestra. Es hora de aceptarlo: duélale a quien le duela.Estas son mis cinco razones.
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Uno de los grandes aciertos de la serie (también de los libros que la inspiraron) es hacer creer que nadie está a salvo. Recordemos el noveno capítulo de la tercera temporada, conocido y venerado por los aficionados como 'The Red Wedding' (La boda roja), un capítulo que, a pesar de haberse estrenado hace cuatro años, algunos todavía no logramos superar.En ese episodio mataron al héroe de la temporada Rob Stark, a su madre Catelyn, a su interés amoroso Talisa y a su hijo nonato. Todos, personajes 'buenos'. Ese capítulo acabó así con las esperanzas de los espectadores, y de paso también con la idea de que una ficción de éxito comercial y audiencias masivas no puede llegar hasta ese punto. "En la boda habrá muchos personajes buenos e importantes… ¡No pueden morir todos!", recuerdo haber escuchado entonces, poco antes de la emisión.
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1. Todos los hombres deben morir
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Todos murieron.Recordemos ahora una frase infame: "The Lannisters send their regards" (Los Lannister mandan saludes).Yo la recuerdo con pavor. No me entiendan mal: el mérito de Game of Thrones no es el de formar callo, el de que cada temporada deba superar a la anterior en horror y sangre (aunque esto, obviamente, es importante). Sarah Hughes, de The Guardian, lo explica mejor que yo en su reseña de otro episodio sangriento de la serie: 'The Battle of the Bastards'.Hughes escribe que el show nos recuerda que "estar del lado de los buenos no siempre significa que ganarás y que, incluso al alcanzar la victoria con esfuerzo, miles de personas habrán muerto por tu causa". En otras palabras: Game of Thrones es un recordatorio del precio que tiene una guerra, de una cruda realidad que duele y que pesa.Está, entonces, el retrato de la guerra por un lado.Por el otro lado, al desentrañar lo humano (y varonil) de las guerras, Game of Thrones ha sabido darles protagonismo a las mujeres. En temporadas recientes hemos visto a los personajes femeninos ascender hasta ser determinantes.Nosotros en VICE hemos sido críticos del feminismo ambiguo del programa. Pero no podemos negar su existencia o su importancia. Nombro rápidamente a las mujeres más destacadas: Daenerys, Cersei, Sansa, Arya, Melisandre, Brienne de Tarth, Margaery (un minuto de silencio por ella), Ollena, Ellaria, Yara… y por supuesto también la pequeña Lady Mormont. En un mundo feudal y dominado por hombres en el que las batallas, la fuerza bruta y la guerra son norma, ellas han abierto un espacio para expandir los límites de lo establecido y empoderarse.
2. Las guerras son crueles, y muy reales
3. Las mujeres también son heroínas… y villanas
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(Añado aquí brevemente un comentario sobre un tema que desde VICE exploraremos con más detalle próximamente en otro artículo. No solo por el protagonismo que les da a las mujeres rompe Game of Thrones con la absurda demografía de Hollywood y de las producciones televisivas tradicionales. La serie también ha puesto en el centro a las personas en situación de discapacidad. Qué tal Bran, que no puede caminar; o Jamie, que perdió una mano; o Hodor, que lo único que podía decir era "¡Hodor!" –ahora sabemos por qué–.)Está, también, lo político. La crítica de televisión de The New Yorker, Emily Nussbaum, dedicó exactamente hace un año un artículo a analizar el show desde una perspectiva política. Comparó a Hillary Clinton con Daenerys y Cersei (a quién se parece más la excandidata presidencial de los demócratas gringos depende del tipo de persona que uno sea, dice Nussbaum), a Bernie Sanders con High Sparrow y a la preponderancia del dominio por sobre todas las cosas con el estilo de Donald Trump.Hoy quiero recordar también a otros personajes que han tejido decisivamente el clima político de Westeros: Little Finger, Varys, Tyrion y, ¿por qué no?, el difunto Tywin. Este último, por cierto, me hace pensar siempre en el genial y aterrador Frank Underwood de House of Cards. Ambos, Maquiavelos de manual, tienen una mentalidad similar y, aunque sus métodos no eran los mismos (en parte porque Tywin vivía en el medioevo en una tierra que no existe), los dos creían en que lo único importante sobre la faz de este planeta es el poder.
4. El poder es el rey
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5. La serie es una trágica alegoría del mundo de hoy
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Y, por favor, si leyó los libros: no nos arruine la vida asumiendo que "todo eso es mejor en las novelas".Game of Thrones no es mejor en las novelas. Por lo menos, no ahora.El invierno ha llegado.* Este es un espacio de opinión. No representa la visión de Vice Media Inc.