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verano de futbol

De Iquique a Aguascalientes: el eterno retorno de Puch

Contradictoriamente ha sido uno de sus amores, el futbol, el que ha privado a Edson Puch de su gran amor: su tierra.
Imagenes vía Instagram

"Ama tu tierra, Edson, mi querido nieto", fue una frase que se incrustó en el alma de Puch como una sentencia vital, la génesis de un amorío que solo acabará con la muerte. Bajo la protección del Cerro Dragón, en las desérticas mesetas que miran el mar, se forjó el triple romance del niño Edson: con la de cuero, con su entorno natural y con los sonidos latinos y los beats del hip hop. Fueron días felices picando en las arenas blancas de la playa Cavancha o en los arenales de los cerros, extenuantes jornadas en las que sus explosivos cambios de ritmo mareaban a rivales y compañeros, tardes enteras adorando el sonido de Vico C., todo, con una cosa en mente: vestir de celeste, ser dragón y dejar una huella imborrable en la tierra de campeones.

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Las transformaciones de Iquique con el auge de la minería, lejos de despertar algún sentimiento de añoranza en el joven Edson, fueron un poderoso afrodisíaco en la relación. El semblante de la ciudad iba mimetizándose poco a poco con el de Miami: palmeras, zona franca libre de impuestos, Versace, Armani, descapotables, helicópteros, surf, reguetón, cocaína, multiculturalidad y mucho bling bling. La larga adolescencia de Puch fue perreo intenso, una relación melosa con su tierra, diríamos, casi lasciva. Cuando llegó ese maravilloso 2007 en el que se puso la celeste, fue como si los astros se alineasen para brindarle la triple consumación de su amor que se encarnó en esa jornada en la que cantó sin polera "Dale Dragón" desde el interior del Tierra de Campeones tras haber anotado tres goles.

Contradictoriamente ha sido uno de sus amores, el futbol, el que lo ha privado de otro gran amor: su tierra. Las eternas jornadas en Santiago, Emiratos Árabes, Buenos Aires y Quito, lejos de su terruño, solo han podido ser aplacadas por medio de la música, a través de sonidos que lo conectan con lo que ama. Únicamente vertido a la creación de temas como "Hay que ser agradecido", "Tu hinchada nunca falla" y "Mi Iquique", es que ha podido sobrellevar por lapso de un semestre la ausencia de Cavancha en su ventana. Aun así, cada cierto tiempo, Edson Puch siente el irrefrenable deseo de refugiarse en su estudio de grabación y fortaleza: EdeSound records, ubicado en las inmediaciones del casco histórico de Iquique y perderse en la voluptuosidad de la noche iquiqueña, esa que lo apaña, rompiendo cualquier relación contractual.

Puch ha caminado por los senderos del futbol amarrado a un bucle amoroso shakesperiano desde el primer día que se sacó la celeste y abandonó la tibia calidez de Cavancha —amante generosa en los placeres y goces carnales— para seguir casi obligado el mandato de la sociedad del éxito y partir hacia el Universidad de Chile, seducido por los triunfos y éxitos de uno de los grandes del país, convencido que la fama y el dinero fresco podían y debían hacerlo olvidar ese amor de infancia. Pronto comenzaría la nostalgia y el sufrimiento, inapagable veneno que no podía ser frenado ni por la pasión de la nueva amante, que vitoreaba canciones de amor desde la tribuna sin ser correspondida. La tragedia se repetiría en Al Wasl, Huracán y Liga de Quito, en una hilera de romances furtivos que sólo hacían más profundo el abismo entre Edson y el fuego y el calor de Iquique y esa turgente Cavancha, que esperaría como Penélope a Ulises toda una vida si fuese necesario.

Siguiendo las afirmaciones de las viejas historias homéricas, Edson siente que no hay tierra más dulce que la patria, aunque se encuentren las delicias más sublimes en tierras lejanas. Sólo una camiseta que no sea la de Iquique ha escapado a su recurrente indiferencia: la roja de la estrella solitaria, única fuerza capaz de empujarlo a intentar un esfuerzo extraordinario por alinearse con el mundo del futbol contemporáneo y buscar la gloria más allá de las fronteras, para así convencer al estratega de turno de "la roja" que a esos colores también le debe el mismo amor que profesa por la lejana Iquique.

Tras la Copa América Centenario, el torrente del Río San Pedro de Aguascalientes fluirá con más fuerza cuando se produzca la investidura de Puch con la camiseta del Necaxa, y el ciclo amoroso vuelva a repetirse con inciertos resultados. Los recuerdos de héroes del pasado y el impulso vital del presente inspirarán a Edson a encarnar el sueño que hace casi un siglo tuvo W.H. Frasser de llevarle alegría a los obreros a través del fútbol. La memoria de las hazañas de Ivo Basay y la compañía y contención de los también chilenos Iturra, González y Gallegos serán elementos que probablemente mermen esa desesperante sensación de soledad que lo perturba. Un encuentro amoroso místico y duradero con los hinchas será entonces posible, aún cuando Edson Puch quiera siempre volver a casa, y como quiso el poeta mexicano Mario Santiago "vivir sin timón y en el delirio".