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Pase y llore

Póngase cómodo y opine sobre Venezuela

Apoyan a los opositores venezolanos pero criminalizan las manifestaciones en México.

"¡Qué terrible lo que está pasando en Venezuela!", podría comenzar uno a decir. Y la respuesta del otro llegaría de chingadazo: "Sí, impresionante", o algo por el estilo. El problema empezaría cuando a uno de los dos se le ocurriera detallar las razones por las que le parece terrible o impresionante. En ese momento habría grandes posibilidades de que se rompiera el consenso.

De acuerdo a un estudio científico coordinado en el laboratorio de mi casa, la opinión del ocho mil por ciento de los encuestados acerca de las manifestaciones que están inundando las calles venezolanas estos días depende de su postura, asumida con anterioridad a estos hechos, frente al gobierno encabezado por Nicolás Maduro, heredero del chavismo. A más de alguno le habrá llamado la atención cómo los comentarios de tantos usuarios de redes sociales parecen no tener en cuenta las razones de los manifestantes tanto como la necesidad de derrocar o defender al régimen oficialista. También, que su opinión frente al derecho a manifestarse, y la legitimidad de la protesta social en general, cambia de acuerdo a la ocasión.

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No me voy a lanzar a un análisis del sistema social y político prevaleciente en aquel país (para alivio o molestia de quien sea). Tampoco me pienso referir a las opiniones de los venezolanos, a las que no me considero en capacidad de juzgar. Lo que me interesa es algo que tengo más a la mano: la forma en que el alzamiento de los opositores provoca afinidad o rechazo en los ciudadanos opinadores mexicanos. En especial, cómo se reflejan en el espejo venezolano los episodios de resistencia que se dan en las calles mexicanas.

Para simplificar las cosas, vamos a delimitar dos bandos. Para esto podemos aprovecharnos de que las cosas son lo suficientemente simples como para organizar los dos equipos sin temor a confundirnos demasiado. Esta división parte de un sondeo que hice en Tuiter y Feis. Ya podrán contarme si no les parece representativo.

Están, de un lado, los partidarios del chavismo, que con frecuencia corren a defender la validez de las demandas en el caso de los manifestantes mexicanos. Durante los días recientes, muchos de ellos han tachado de ilegítimas las marchas organizadas por los opositores a Maduro, bajo el argumento de que defienden intereses relacionados con el capital trasnacional y que en su movimiento meten mano grupos fascistas.

Cierto, desde el primer golpe de Estado al gobierno de Chávez se han trazado numerosos indicios de intereses venezolanos e internacionales (desde grupos empresariales locales a varias instancias del gobierno estadounidense que han operado para desestabilizar el gobierno, así que podrían tener un punto a favor quienes defienden que la base del movimiento no es, al menos estrictamente, popular. También es verdad que las exigencias de los manifestantes dejan de lado los intereses de las clases más jodidas, a excepción tal vez de los asuntos relacionados con la violencia (Venezuela tiene una tasa de homicidios por habitante que es bastante más alta que la de México). Pero tampoco tiene sentido hacerle al güey frente al hecho de que se trata de cientos de miles de personas en la calle: no es como que les hayan repartido torta y chesco o que los hayan hipnotizado por medio de ultrasonidos desde la NASA. Y cada día se vuelve más difícil defender la infalibilidad de Maduro, que ha dado muchas pruebas de que escuchar no es lo suyo y sí, un poco más, tirar madrazos.

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En la otra cancha (haciendo uso de más tirria, hay que decirlo) están los antichavistas. ¿O debería decir "antimaduristas"? Aquí, la condena al gobierno venezolano, como es de esperar, es mucho más uniforme que la defensa del mismo al otro lado. Pero también, extrañamente, lo es la defensa de los manifestantes. Digo "extrañamente" porque con frecuencia se trata de los mismos que condenan las muestras de inconformidad civil en las calles de su propia ciudad. Para esta condena, recurren a argumentos como el abuso que implica cerrar las calles en las que deberían circular libremente los automovilistas, la necesidad de que los quejosos dejen de quejarse y "se pongan a trabajar" y el obstáculo que "la violencia" (de los manifestantes) representa para el "avance" del país.

Esta corriente de opinión ha enfocado sus baterías en el hecho de que durante las protestas de la semana anterior, dos opositores fueron heridos de gravedad y más tarde murieron, y hoy otra joven fue asesinada en las protestas. Sin duda, esta forma de violencia es algo que debe condenarse sin darle muchas vueltas, y más si como todo parece indicar, se trató de violencia de Estado (aunque muertos ha habido de los dos lados). Aun así, no me parece que los heridos, presos de conciencia y víctimas fatales de las protestas que hubo el primero de diciembre de 2012 en México (por no hablar más que de una sola movilización) hayan recibido tanta publicidad en este país como los caídos en Caracas.

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Los partidarios de los opositores venezolanos hablan también de la amenaza para la "democracia" que supone el gobierno presidido por Maduro. Aquí habría que recordar que la democracia no es sólo electoral, aunque parece que frecuentemente se entiende así. Con todo, el régimen de Hugo Chávez, del que en más de un sentido es una continuación el actual, ha ganado más elecciones en los últimos años (en total, 18 de 19) que cualquier otro gobierno latinoamericano, además de haber sido vigiladas de cerca por cuanto organismo internacional se les antoje. Lo más importante es que muchos de los críticos del gobierno madurista prefieren ignorar que éste cuenta con una base amplia de apoyo popular, representada sobre todo por las franjas que se encuentran en el sótano de los niveles de ingreso.

Nada más por no dejar, como paréntesis, habría que recordar que el segundo bando tiene partidarios poderosos. Ahí está Televisa, por ejemplo, que cubre la lucha opositora en Venezuela como si estuviera narrando la Ilíada (un heroísmo que, según parece, debe faltarle a la CNTE, el SME y a los lopezobradoristas, por el tratamiento que les dan en esa pantalla). Y, claro, también ahí milita Felipe Calderón, al que de pronto parece haberle brotado un amor enorme por los levantamientos populares.

A primera vista, parecería que se trata de dos posturas acríticas. Lo cierto es que cada una parte de reflexiones, más o menos profundas, que en buena parte se elaboraron antes de las manifestaciones. Estas reflexiones tienen que ver con la forma en que cada quién concibe el ideal del ejercicio del poder y las identificaciones resultantes con las clases implicadas. Para caracterizarlo un poco, se podría decir que la postura de un observador extranjero ante el régimen vigente en Venezuela está construida en gran medida a partir de su opinión frente a la disyuntiva entre política pública o libertad de mercado como obligación prioritaria del Estado. Es decir, un partidario, digamos mexicano, de Leopoldo López o de Henrique Capriles, con gran probabilidad apoya al dominio del capital internacional por encima de los intereses de las clases trabajadoras, o simple y puramente madreadas.

Esta tendencia a sentir afinidad, o solidaridad, hacia los ricos y poderosos, antes que hacia los jodidos, es algo que siempre me ha parecido una rareza. Aunque tal vez no debería sorprenderme tanto. A fin de cuentas, en ella está basada gran parte de la publicidad, por decir algo. Y si alguien está obligado a conocernos, es quien aspira a quedarse con nuestro dinero. Nada más hay que darle una revisada a los comerciales de televisión y anuncios espectaculares (aquí me moría de ganas de darles algunos ejemplos concretos de marcas, pero ya saben cómo es esto):  puro güero, vestido con ropa cara y sin el menor rastro en la cara de achaques propios de una jornada de ocho horas. Después, ya en la calle de cualquier ciudad mexicana, uno empieza a jugar el viejo "encuentra las tres diferencias". Nadie se parece a aquellos personajes. ¿A quién iban dirigidos esos comerciales, entonces?  Y si estaban destinados a que los viera esta gente, que no parece tener nada en común con ellos, ¿por qué funcionan? Siento tener que repetir lo que han dicho tantos, pero creo que un buen número de nosotros tiene un serio problema de identidad.

@infantasinalefa