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Fotos

Durante tres años esta fotógrafa se tomó una selfie cada vez que lloraba

Emily Knecht tiene una serie de autorretratos mucho más íntimos que las típicas fotografías de desnudos.

esta fotógrafa se hizo un selfie cada vez que lloraba durante tres años | look | i-D

La fotógrafa de Los Ángeles Emily Knecht está obsesionada con la intimidad. La propia, la de sus amigos e incluso la de los desconocidos. Por eso mismo vive en una lucha constante con su zona de confort y le abre las puertas a sus sentimientos (a todos). Emily quería ir más allá de los elementos típicos de provocación, como los pezones o la masturbación, así que decidió tomarse selfies durante tres años con los ojos llenos de lágrimas, en todo tipo de lugares: baños, cuartos, restaurantes, carros… En cualquier parte en la que le pegara la tristeza, literal.

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"La tristeza es un estado mucho más vulnerable y narcisista que la desnudez", me explicó en la conversación que tuve con ella sobre el piso de la sala de su casa en Los Ángeles. A nuestro alrededor, se amontonaban polaroids vagamente eróticas y montones de ropa limpia y sucia.

Emily comenzó a tomar fotos a los 11 años cuando fue a un campamento de verano en una granja ubicada en el condado de Sonoma, Estados Unidos. Allá dormía en carpas y documentaba los rituales de sus amigas. Llegaba cada verano con quince cámaras desechables y las utilizaba todas hasta la última foto. "La mayoría de mis amigos usaba la mitad", me dijo con entusiasmo.

¿Quién no recuerda la decepción y satisfacción simultáneas de preparar la siguiente toma y darse cuenta de que ya no había más? "Cubría las paredes de la casa de mis padres con esas fotos. Era lo que me hacía sentir bien". Es una historia típica del collage como rito de iniciación, y algo que nunca abandonó.

Hoy en día, a Emily no le falta trabajo. Tiene sus proyectos personales y trabajos comerciales. Hace poco fotografió a Gigi Hadid y a Shannon (de Shannon and The Clams). Usa su acogedor y ecléctico apartamento como taller, y pasa el resto del tiempo viviendo con su novio músico que, por cierto, no le deja publicar ninguna de las fotos que toma de su pene: "Me deja tomarlas pero no puedo usarlas", aclaró. Estos son precisamente el tipo de matices humanos e inconsistencias inesperados que ella ansía explorar en su obra.

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Después de que sus padres finalmente aceptaran que Emily no iba a dejar la fotografía como dejó el karate y tantos otros hobbies, por fin le compraron una cámara para su clase de fotografía en el colegio. Luego se graduó como profesional en Bellas Artes en Cal Arts con la idea de convertirse en fotógrafa de moda, un área que ya abandonó.

Feelings, la reciente exhibición de Emily en Innocents Gallery en Los Ángeles, es la primera exposición importante de la artista desde su graduación en 2009, y la culminación de un proyecto de larga duración: autorretratos documentados en rollos de 35 mm de cada vez que lloró durante los últimos tres años. A veces fue por sus exnovios o por peleas con el actual, otras cuando estaba intentando descifrar si iba a dejar de beber o no. Sin importar lo fuera de control que estuviera, tenía su cámara siempre cerca. Era un hábito invasivo que impacientaba un poco a su solidario novio.

"En ese momento, si estábamos discutiendo y yo estaba llorando le decía: 'Espera, tengo que tomar una foto', y me respondía: '¿Qué demonios te pasa?'. No sé. ¿Me hacía alejarme del momento? ¿Me conectaba más? ¿Qué estaba haciendo? Aún no tengo las respuestas". Para la fotógrafa, todo esto es parte de la intriga del proyecto.

"Hubo momentos en los que después de tomarme una o dos fotos me ponía a llorar más y me ponía más triste, y luego, otras veces, tomarme una foto me tranquilizaba, como si eso significara que ya lo había superado". Las fotos y el proceso de curación iban inevitablemente vinculados.

"Es un lugar tan secreto, la tierra de las lágrimas", escribió Antoine de Saint-Exupéry en El Principito. Tal vez parte de la misión más amplia de Emily Knecht es explorar este mágico lugar lleno de incertidumbre donde las emociones se adaptan y mutan cuando dejamos de escondernos y compartimos nuestra privacidad. No siempre es cómodo y no siempre es bonito, pero tal vez ahora que hemos liberado el pezón femenino (o estamos en ello) es momento de liberar también nuestros sentimientos.

emilyknecht.com