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¡Puaj! ¿Cómo te sentiste?En un principio, no sabía cómo sentirme. En general soy una persona bastante segura de sí misma y una acérrima feminista intersectorial, por lo que, ante hechos así, nunca me callo. Sin embargo, esa vez estaba aterrorizada y empecé a sentir pánico porque no podía ir a ninguna parte. Hubo momentos en los que hasta me costaba respirar porque el tipo era muy corpulento.¿A qué crees que se debe que a las mujeres les cueste tanto denunciar que han sido víctimas de acoso en un concierto? ¿Es quizá un tema cultural arraigado?Estoy convencida de que es algo cultural. Pasa lo mismo con delitos como la violación y la violencia doméstica: las víctimas se sienten silenciadas, como si sus experiencias quedaran invalidadas por la falta de conciencia de la sociedad… Esto ocurre especialmente con mujeres que no tienen forma de comunicar sus sentimientos o experiencias. Y esa es justamente la razón de nuestra existencia: queremos que las víctimas denuncien, siempre que se sientan cómodas haciéndolo; que demuestren al mundo que el acoso sexual en los conciertos es un problema que hay que abordar.Una vez hablé con el cantante de una banda que me dijo que su madre recordaba haber sufrido acoso en un concierto cuando era adolescente.
Cuando era adolescente, recuerdo que también me metían mano en los conciertos. ¿Por qué crees que sigue ocurriendo?Muchas de las personas y grupos con los que hemos hablado han confesado no ser conscientes de ello.
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