FYI.

This story is over 5 years old.

Sexo

​Me acosté con la mujer de un voyeur

Navegando por internet, con la necesidad de aplacar mi sequía sexual, acabé follándome a una mujer delante de su marido en un parking.
Fotografía de voyeurs
Fotografía de voyeurs

Foto de Kohei Yoshiyuki, de su serie "The Park". Puedes ver el resto aquí.

Navegando por internet, con la necesidad de aplacar mi sequía sexual, encuentro un anuncio de una pareja, en la sección "parejas liberales" de la página "Milanuncios", que me llama la atención. Dice que se busca chico joven para practicar dogging. La palabra dogging, que traducida literalmente del inglés significa "sacar a pasear el perro", en el terreno sexual se usa para designar el sexo al aire libre, en lugares públicos o en el coche. Se especifica que el sexo será solo con la mujer y que el hombre mirará. Así pues, dogging y voyeurismo.

Publicidad

Me pongo en contacto con el anunciante, la mujer. Quiere que hablemos por Skype . Lo hacemos, pero sin cámara y escribiendo por el chat. Lo primero que me escribe es esto:

"Si quieres te comento lo que busco y cómo lo busco:

BUSCO CHICO, joven, educado, simpático, morboso y con buen cuerpo. No voy a jugar al parchís, así que me tiene que gustar (no lo hago con cualquiera). Por eso lo primero es esencial: QUE ME PONGAS UNA FOTO donde pueda ver tu cara y lo guapo que eres. Me da igual por foto en ventana, que por cam (YO NO TENGO CAM).

Me conecto el día que busco chico, así que si no puedes hoy déjalo para otro día.

EN EL DIA la HORA Y EL SITIO que te propongamos (no es negociable nada de lo anterior, por motivos laborales).

Y NO voy a hoteles ni hago servicios a domicilio, así quesería en el coche.

SOLAMENTE aceptandoTODOloanterior podemos seguir hablando porque estaremos en la misma sintonía y n os podremos conocer".

Le contesto que estoy de acuerdo. Ve mi imagen de perfil y dice que le gusto. Al instante me explica cuál es el plan: quedaremos mañana a las 12:30 h. de la noche delante de la plaza de toros de las Ventas, donde me estarán esperando ella y su pareja en un coche negro con las luces encendidas, y si nos gustamos subiré e iremos a algún lugar escondido. Aunque no he visto ninguna foto suya y no sé cómo es, me arriesgo y acepto. Las endorfinas quieren bailar.

Publicidad

Llego puntual, veo el coche y me acerco, con los nervios a flor de piel. Una vez delante, ella baja la ventanilla. Es guapa. Nos sonreímos y, sin decir nada, me indica con un gesto con la cabeza que suba. Nos presentamos. Dolores tiene 34 años, su pareja, Antonio, 40. No habla, solo conduce, mientras ella muy alegre y excitada no cierra la boca ni un momento. Pregunto si están casados. Parece que la pregunta les ha provocado cierta incomodidad. Ella responde que sí, que hace diez años que son pareja, desde los 24. No pregunto más, ya que entiendo que el anonimato es precisamente lo excitante de la situación, que no sepamos nada los unos de los otros.

Llegamos al sitio, un aparcamiento casi desierto, en el que solo hay estacionados tres camiones y dos coches. Antonio aparca el coche, se estira apoyando la espalda en la puerta del conductor, y Dolores se abalanza sobre mí. Va directo al grano. Me quita los pantalones y, con la polla entre sus manos, baja la cabeza y desliza la lengua de arriba a bajo, degustándola suavemente. Después de los preliminares orales, empieza el rodeo y, en nada, pasamos del trote al galope. El coche se mueve a nuestro ritmo. Hacemos como si su marido no estuviera, pero está. Intento no mirarlo, es inevitable, pero la curiosidad puede conmigo.

Desde fuera contempla el espectáculo. Antonio es delgado, lleva gafas y su cara es inexpresiva. Ha perdido la autoridad sobre su mujer, la absoluta referencialidad amorosa y, ya no digamos, erótica. Si no, yo no estaría aquí. Mira con discreción, a través del espacio que hay entre el respaldo de la cabeza y el asiento. Es nuestro espía. Lo hace con una mano dentro de los pantalones. Se está masturbando, también de forma discreta. No veo nada y no me interesa.

Publicidad

La 'cosa' dura media hora. Él se incorpora y en seguida toma el volante. Tiene prisa, quiere irse. Ella le pide tiempo para vestirnos. No es tarea fácil. El interior del coche está oscuro y encender las luces es arriesgarnos a que alguien de la calle nos vea. Buscamos a tientas la ropa. Mientras tanto, él se fuma tranquilo un cigarrillo, totalmente ausente. Al cabo de un rato arranca y nosotros, aún medio desnudos, seguimos buscando.

De regreso a las Ventas les pregunto como fue su primera vez. Dolores dice que no se acuerda, que hace mucho tiempo. Antonio intenta contestar pero la voz de ella lo corta. Dice que han tenido muchas sorpresas, hombres que mentían sobre su edad y su físico: viejos de sesenta años que se presentaban en el sitio y la hora acordados habiéndoles mandado una foto de cuando tenían treinta.

"La intriga de no saber con quién lo haré es lo que me excita", asegura Dolores. Antonio calla, pero su silencio lo delata.

Cuando llegamos a las Ventas me despido, Dolores me da las gracias y dice que ha sido genial.

Durante los días siguientes no dejo de pensar en lo ocurrido y en mi mente se van proyectando imágenes de ello: Dolores y yo follando, Antonio, nuestro voyeur particular, saboreando con disimulo la visión que le brindamos, al margen, estando y no estando, siendo, en definitiva, una presencia invisible.

No he vuelto a saber nada más de ellos. Pero en otra de mis rutas salvajes por internet, he visto que han renovado el anuncio. Como yo, deben estar buscando nuevas experiencias.