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El día que el Ejército Libre de Siria me hizo de cenar

Me invitaron a despedir el Ramadán con ellos.

Reportar desde la frontera Jordania-Siria tiene sus ventajas, entre las cuales sobresale la excesiva cantidad de cosas que escribir. El lado negativo, por estas fechas del año, es que el grupo de periodistas con el que estuve terminó haciendo lo que llamamos “Ramadán de los reporteros”: recorrer el desierto con nada que tomar ni comer durante todo el mes santo de los musulmanes. Tras una semana de esto, comenzamos a sentir que teníamos escorbuto, así que cuando un grupo de entrevistados no invitó al Iftar (la comida con la que los musulmanes rompen su ayuno), estuvimos felices de aceptar. El hecho de que el departamento estuviera repleto de soldados del Ejército Libre de Siria ansiosos de volver a Siria, fue simplemente un extra.

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Me senté junto a Mohammed, un maestro de Dara’a convertido en comandante con cien soldados del Ejército Libre de Siria (ELS) bajo su mando. Nos explicó que actualmente da sus órdenes a través de Skype, ya que se encuentra en Jordania recuperándose de una lesión, aunque tiene planeado regresar a las líneas de fuego. Emilie, una periodista con Radio France, ser rio y le preguntó cuales habían sido las órdenes para sus tropas ese día. “Si capturan a alguien, a cualquiera, Mukhabarat o alguien más, que apoye al régimen: mátenlos. Pero córtenles la garganta, porque las balas son muy caras”, fue su respuesta.

También nos retó a ayunar, para que pudiéramos experimentar el verdadero Iftar. Dado que somos hombres débiles que no pueden salir a un sol de 40 grados sin tres litros de agua, fracasamos miserablemente. Pero no quería ser el primero en admitirlo, porque Mohammed tiene un rostro que parece diseñado para inculcarte el miedo de Dios.

Olvídate de los videos que suben los militantes árabes a YouTube: no me imaginaba a ninguno de estos hombres gritando triunfales, con pasamontañas y las cabezas de sus enemigos en la mano.

La mayoría querían regresar a Siria a luchar, y discutimos como los jordanos los ayudaban a cruzar la frontera de regreso. Aunque ocho de ellos viven en el departamento, había unos doce comiendo el Iftar con nosotros, vestidos con una mezcla de jilbabs tradicionales y ropa deportiva usada. Varios parecían de 45, pero apenas llegaban a los 30 años.

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Primero rompimos nuestro ayuno con bebidas dulces: nos dieron un jarabe café llamado “suss” y sonreían mientras intentábamos suprimir ese extraño sabor medicinal. Como recompensa por tratar, nos dieron un poco de jugo casero, el cual me supo a lo que siempre imaginé que sabrían las lágrimas de unicornio. Vimos cómo cargaban platos de comida y los llevaban a la siguiente habitación. Desvergonzadamente tomamos una foto con Instagram del festín para la posteridad, mientras algunos compañeros nos observaban, ligeramente confundidos por nuestro interés en un plato de humus.

Abil, quien quiere regresar a luchar en Damasco, atravesó la habitación y cambió el canal de una estación de noticias en la que se informaba sobre la más reciente batalla en Aleppo, a un canal que se ha convertido en uno de mis favoritos, y también de Emilie: un canal que muestra la Meca las 24 horas del día; ver cómo la gente da vueltas a la Kabaa puede ser bastante hipnotizante. Esta estación también te indica el momento en el que puedes romper el ayuno, y si aprendimos algo sobre estar en el Medio Oriente durante el Ramadán, es que el Iftar es lo único que siempre ocurre a tiempo.

Todos nos desplazamos al siguiente cuarto y nos instalamos alrededor del banquete. El apartamento tenía un aire de hombres sirios haciendo cosas malas, pero nos sirvieron un gran manjar. Había humus, baba ghanoush, varias cosas con papas, ensalada, dos tipos de pan, ful (una especie de dip de ajo) y un enorme plato de pollo y arroz. Durante varios minutos, los únicos sonidos eran los que provenían del ventilador en la esquina y una docena de alegres bocas saboreando los platillos.

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Luego de un rato, Mohamed me señaló un pollo que tenía junto a mí. “¡Come pollo, está bueno!” Llevo casi nueve años siendo vegano, así que estoy acostumbrado a decir que no de la manera más amable, pero en Medio Oriente todos habrían pensado que tenía una enfermedad mental. Aun así, es un poco difícil decirle a alguien con un cuerno de chivo que no te comerás la comida que te cocinó. Así que, con lo sacón que soy, le pedí a mi amigo y a veces traductor Saeed que me sacara del aprieto. Al final, éste hombre que pasa sus días ordenando a sus hombres que corten gargantas, se quedó pensando que estoy loco porque no como pollo.

Luego de que todos terminaron y los platos se recogieron, nos sentamos en la sala a tomar café, fumar cigarros y platicar sobre la situación en Siria, aunque no siempre sobre los temas que uno esperaría. Por ejemplo: Siria no tiene McDonalds, pero KFC está en todos lados (no discutimos si esto cambiará una vez que salga Assad, pero estoy seguro que debe ser un tema en boca en todos) y discutimos el uso de Googlemaps como herramienta durante el levantamiento.

Por último, luego de comer algunos dulces que habíamos traído (porque en Medio Oriente no has terminado de comer si no tienes la boca cubierta de azúcar), llegó la hora de partir. Como los grandes anfitriones que son, el ELS nos invitó a  regresar al día siguiente; creo que la idea de mentir otra vez sobre haber ayunado fue lo que nos detuvo.

Sigue a Ruth en Twitter: @_Ms_R

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