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Los secretos ketamínicos de 'Ecco the Dolphin'

La improbable conexión entre un científico drogadicto y el adorable protagonista de un videojuego.

No recuerdo cómo llegó a mis manos una copia de Yo era más de videojuegos de puñetazos y patadas, por lo que un juego sobre un mamífero extraviado en busca de su familia habría sido poco menos que un insulto para mi cerebro infantil sediento de sangre.

Ecco the Dolphin

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Y, sin embargo, se convirtió en uno de mis juegos favoritos de Sega, una bocanada de aire fresco, algo distinto a la gratificante tarea de liarme a tortazos con punks y moteros en Streets of Rage 2. En este título, cómo no, el personaje principal es un delfín llamado Ecco que se ha quedado solo después de que un misterioso tornado se llevara a los miembros de su manada. Más tarde sabemos que su familia ha sido capturada por unos alienígenas a los que se conoce como el Vórtice y que han venido a la Tierra para explotar sus recursos naturales, entre los que se incluye la fauna y la flora marinas. La aventura de Ecco lo llevará hasta Atlantis y al pasado, a través de un complejo sistema de agujeros de gusano, para enfrentarse con el Vórtice en su propia colmena, la Máquina.

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Ecco fue todo un éxito para Sega Genesis a principios de la década de 1990 y marcó el comienzo de una saga que terminó con la llegada de Dreamcast. No había pensado mucho más en el juego desde entonces hasta que este año me topé con el trabajo de John C. Lily.

Lilly llegó a ser un reconocido y respetado científico especializado en biología marina y en comunicación entre especies. A principios de la década de 1960 recibió fondos de la NASA para un proyecto de investigación que demostrara si era posible enseñar a hablar a los delfines. En la NASA creían que aprender a comunicarnos con estas criaturas nos permitiría avanzar en los estudios sobre comunicación con seres extraterrestres, por si alguna vez vinieran de visita.

Lilly inundó una casa en el Caribe para poder vivir los más cerca posible de los delfines junto con su equipo, entre los que se encontraba Margaret Howe Lovatt, quien al parecer mantuvo relaciones con uno de los animales. Como cabía esperar, el experimento resultó un fracaso, ya que no lograron hacer que ninguno de los delfines hablara, aunque resulta sorprendente este vídeo de YouTube en el que uno de los sujetos parece decir "Hello Margaret". Muy útil si todos los extraterrestres se llamaran Margaret. La NASA finalmente dejó de financiar el proyecto y Lilly se apartó de la ciencia tradicional para adentrarse cada vez más en el pseudomisticismo de los 60 y la experimentación con sustancias químicas.

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En 1971, Lilly buscaba una cura para sus migrañas crónicas, y un amigo le recomendó que probara con ketamina. A diferencia de la popularidad de la que goza actualmente, en aquel entonces esta sustancia no estaba muy extendida y solo la consumían unos pocos pastilleros devotos. Lilly aseguraba que, bajo los efectos de una pequeña dosis de K, la migraña pareció salir de su cuerpo y, milagrosamente, nunca volvió. Animado por los resultados, acabó desarrollando cierto apego al fármaco, que rebautizó como "Vitamina K", y empezó a tomarlo con regularidad, aumentando la dosis en cada inyección.

Pero solo inyectarse ketamina no era suficiente para Lilly, así que poco tiempo después empezó a administrársela encerrado en un tanque de aislamiento, con ayuda de su amigo, el Dr. Craig Enright. Pensaron que el tanque reduciría de forma notable los estímulos externos, lo que potenciaría la intensidad de la experiencia psicodélica o, en este caso, disociativa. Ninguno de ellos se dio cuenta de que lo que hacían era increíblemente peligroso: casi bajo ningún concepto deben tomarse tranquilizantes mientras se flota en el agua. Como cabía esperar, en uno de los experimentos, Lilly casi se ahogó y su mujer, Antonietta, tuvo que practicarle la reanimación cardiopulmonar. Estas pruebas sirvieron de inspiración para la novela Altered States (1978), de Paddy Chayefsky y su posterior adaptación cinematográfica por Ken Russell.

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Tráiler de Altered States

Durante sus sesiones, Lilly llegó a creer que había contactado con un ser orgánico extraterrestre llamado Oficina de Control de Coincidencia de la Tierra, (cuyo acrónimo anglosajón sería ECCO). Esta entidad colectiva era benévola y omnisciente y controlaba todos los asuntos de la Tierra. A veces, no obstante, no eran tan amistosos: en una ocasión Lilly pensó que le habían robado el pene:

Aquella tarde me había administrado 150 miligramos de ketamina y, de repente, la Oficina de Control de Coincidencia de la Tierra me quitó el pene y me lo entregó. Grité aterrorizado. Mi mujer, Toni, vino corriendo desde el dormitorio y me dijo. "Sigue pegado a tu cuerpo". Entonces grité al techo, "¿Quién está al mando aquí? Un grupo de niños tarados?".

Las similitudes entre Ecco the Dolphin y las fantasías de Lilly bajo los efectos de la ketamina son innegables. Casi se diría que la historia del videojuego es una amalgama entre el interés de Lilly por los delfines y la descabellada filosofía que divulgaba de vuelta de sus viajes ketamínicos.

Además de ECCO, Lilly descubrió otra fuerza alienígena, a la que denominó Inteligencia en Estado Sólido (SSI, por sus siglas en inglés). A diferencia de ECCO, estos seres surgían de un sistema solar mecánico y su misión era la de arrasar la Tierra y destruir a la humanidad. A uno le vienen a la cabeza las batallas tantas veces representadas en el cine entre seres de carne y hueso y una malévola y avanzada IA. Tampoco sería descabellado comparar la SSI con los enemigos del Vórtice que aparecen en Ecco, esos villanos interestelares secuestradores de delfines.

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A lo mejor empiezo a sonar un poco como el personaje de Danny Dyer, Moff, en Generación Éxtasis (arriba), pero creo que esto tiene más fundamento que otras referencias a las drogas en videojuegos, como las setas "alucinógenas" de Super Mario Bros o la cantidad de pastillas que Pac-Man se tragaba mientras deambulaba por laberintos encantados. Esas asociaciones de ideas suelen atribuirse al fruto de conversaciones entre amigos después de haberse fumado el tercer porro, y no suelen estar respaldada por los diseñadores.

Ed Annunziata, creador de Ecco the Dolphin , no se pronunció demasiado respecto a Lilly, lo que deja mis comparaciones entre el juego y la filosofía de Lilly a la altura de una simple coincidencia. Pero un poco de investigación en internet reveló un tuit que posteriormente había sido publicado en una página de Facebook.Es escueto, pero muy llamativo: "No, nunca he tomado LSD, pero he leído mucho de la obra de John C. Lilly".

Ahí lo tenéis, en palabras de su creador: Ecco se inspiró en las ideas de Lilly y es la prueba de que las fantasías inducidas por el consumo de este tranquilizante para caballos pueden servir de base para la creación de grandes juegos. Si eso no es un reto para los jóvenes talentos del mundo de los videojuegos, no sé qué lo es.

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