Pisos de 9m2 en París que cuestan un pastón

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Pisos de 9m2 en París que cuestan un pastón

Una serie de fotografías que retratan lo que en Francia llaman la "habitación de la sirvienta".

El autor en el salón de su casa

En todas partes del mundo hay propietarios listillos que ofrecen en alquiler verdaderos zulos a precios realmente obscenos. Nunca se sabe quién puede estar interesado. Londres, Nueva York, Barcelona… La historia se repite en muchas ciudades, pero por mucho que se quejen sus residentes, la palma se la llevan en París, donde mucha gente vive en pisos diminutos y, aun así, no pierden ni un ápice de su elegancia característica.

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Antes de mudarme a París, yo vivía en pleno desierto de California y pagaba unos 250 dólares al mes por una casa de seis habitaciones. Anteriormente, vivía en Isla Reunión, un sitio en el que el concepto de vivir entre cuatro paredes prácticamente no existe.

Ha pasado cerca de un año y medio desde que me mudé a la capital francesa, a un apartamento extremadamente pequeño que me cuesta un ojo de la cara. Procuro pasar todo el tiempo que puedo fuera de casa porque, si no, siento que se me pegan las paredes a la piel. Tras esta experiencia en espacios mini me decidí a realizar una serie para retratar lo que en Francia llamamos chambres de bonne, o "habitación de la sirvienta".

Estas estancias eran espacios aprovechados y transformados de los desvanes de los edificios y surgieron en París hacia 1830, acentuando la marcada jerarquía social de la ciudad: los ricos vivían en pisos enormes en las plantas bajas, mientras que la servidumbre debía conformarse con habitaciones mucho más modestas en los áticos. Hoy día estas microhabitaciones dan cobijo a jóvenes estudiantes sin blanca y a gente de clase obrera.

Por lo general cumplen por los pelos con las dimensiones mínimas que marca la ley francesa —una superficie de 9 metros cuadrados y / o un volumen de 7 metros cúbicos. Movido por la curiosidad, contacté con algunos amigos y completos desconocidos para pedirles que me dejaran visitar sus pisitos y para hablar sobre los precios de locura que pagan para vivir en ellos.

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Cathé (estudiante) en su apartamento de 9 metros cuadrados. Paga 490 euros, facturas aparte.

Cathé viene de Uruguay. Lleva unos cuatro años viviendo en París y hace poco que se ha licenciado en Artes Plásticas. El año que viene se mudará al Sudeste Asiático porque, como ella dice, "en París la gente corre más que el propio tiempo. Todo va demasiado aprisa. Tengo que salir de este ciclón".

De hecho, la conozco desde hace un año pero esa fue la primera vez que vi su casa. Viendo las fotos psicodélicas colgadas en las paredes, puedo entender que su personalidad no encaje del todo en una ciudad tan frenética como París.

Arnaud (estudiante) en su apartamento de 10 metros cuadrados, en una séptima planta. Paga 356 euros más gastos.

Arnaud fue el tercer inquilino al que fotografié. Tiene dos pasiones en su vida: salir de fiesta y la escalada. Uno de los atractivos que lo animaron a alquilar esta habitación fue tener fácil acceso a la azotea del edificio, ya que los terrados te París son geniales tanto para escalar como para beberse unas cervezas.

El día que nos conocimos, no tenía nada para beber y nos dio pereza bajar y subir tantos pisos para comprar, así que nos contentamos con dar un paseo por la azotea.

Johanna (estudiante) en su apartamento de 12 metros cuadrados en una novena planta. Paga 472 euros al mes más gastos.

De todas las personas que fui a visitar, Johanna parecía ser la que tenía el espacio más amplio. Su estudio parecía tener más de 12 metros cuadrados, estaba bien distribuido y tenía techos altos y un enorme ventanal que aportaba luminosidad a la estancia. Además, puede subir a comer a la azotea y disfrutar de unas increíbles vistas de la ciudad, que es justo lo que hicimos antes de tomar la foto.

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Dominique en un estudio de 9 metros cuadrados en un cuarto piso del que es propietario.

A medida que nos hacemos mayores, acumulamos propiedades, o al menos esa parece ser la tendencia. Pero cuando vives en un estudio de menos de diez metros cuadrados, optas por el minimalismo. Dominique es la persona de más edad que conocí mientras hacía esta serie, por lo que sentía mucha curiosidad por ver su estudio. Es ilustrador y tiene otra media docena de curros a media jornada para poder ganar un dinero extra.

Me contó que compró este miniestudio hace unos años porque, para él, pagar un alquiler es como "tirar el dinero a un pozo sin fondo". Ha reformado toda la habitación e incluso ha conseguido hacer que quepa una bañera en los 9 metros cuadrados de que dispone. Me explicó con orgullo que podía ver la tele mientras se daba un baño.

Clara (au pair) en su estudio de 10 metros cuadrados en un tercer piso

Clara es una au pair sueca apasionada de la moda. Su vida parece sacada de la década de 1830: trabaja para los propietarios adinerados de la primera planta del edificio. No paga alquiler, pero a cambio debe cuidar de los pequeños de la familia.

Ghislain (estudiante) en su estudio de 10 metros cuadrados en un quinto piso. Paga 490 euros más facturas.

Ghislain no tuvo inconveniente en que hiciera una foto de su estudio, pero no entendía por qué quería que él apareciera en la imagen. No le hacía mucha gracia estar en la serie aunque le expliqué los motivos.

De hecho, creo que si no hubiera nadie que personificara esos espacios, la serie no habría funcionado: sin él, la habitación podría perfectamente ser la de un hotelucho malo.

Roksana (recepcionista de hotel) en su apartamento de 8 metros cuadrados, por el que paga una mensualidad de 420 euros.

Es ilegal alquilar un estudio de menos de 9 metros cuadrados a no ser que tenga un volumen mínimo de 7 metros cúbicos, como en el caso de esta sala, que más bien parecía una jaula para seres humanos. En estas condiciones, cada centímetro debe aprovecharse con suma eficacia.

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Roksana es polaca y amante de la cocina y de invitar a amigos a casa, aunque su estudio no se presta a muchos eventos sociales.

Anca (periodista) en su apartamento de 17 metros cuadrados en una quinta planta. Paga 597 euros más gastos.

Anca es estadounidense. Acabó en París buscando un trabajo cuando dio con este piso "por casualidad". Me pasé por allí a las nueve de la mañana, justo antes de que se fuera a trabajar.

De todos los estudios que fotografié, el suyo era el más espacioso. Fue muy raro llegar a pensar, "¡Pero qué suerte! ¡17 metros cuadrados!".

Victorienne (modelo) en su apartamento de 14 metros cuadrados en un cuarto piso. Paga 597 euros.

Lo primero en que me fijé en que Victorienne lo tenía todo dispuesta de forma totalmente simétrica. Me senté con cuidado en una silla, intentando no estropear la composición.

Tomamos un té y, cuando le expliqué mi proyecto fotográfico, enseguida entendió mi objetivo. Saltó a la cama y posó con su taza de té en la mano.

Puedes ver más fotos de Felix aquí.