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"Llamarse Brayan es una mierda"

Una entrevista con Brayan Mora, el comediante que trata de hacer carrera a partir del que podría ser el nombre ñero por excelencia.
Foto: Pablo David Gutiérrez | VICE Colombia

A Brayan —no El Brayan— lo vi por primera vez parado frente a un público de menos de una docena de personas en un cuartico chiquito en el patio trasero del bar "A Seis Manos", en el centro de Bogotá. Eso fue hace un año.

Hace un par de semanas lo volví a ver, metido en un televisor detrás del logo de Comedy Central.

Así que lo invité a fumar bareta en mi casa para averiguar cómo es el camino del dinero difícil, qué se siente salir del clóset frente a montón de desconocidos y cuál es la importancia de llamarse Brayan en este punto del siglo XXI.

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VICE: En Colombia hay Stivens, Maicols y Jeisons, ¿por qué cree que la gente escogió el nombre Brayan como meme del ñero por excelencia?
Brayan Mora: Yo creo que es una cosa sonora: BRAYAN. Es rico decirlo, ¿no? Como que llena la boca. Yo fui personero de mi colegio y creo que fue solo por llamarme Brayan.

Es una cruz en realidad. Uno se presenta como "Hola, mucho gusto, Brayan" y la gente nunca puede evitar hacer el chiste: "buena el Brayan" "haha, El Brayan". Es culpa de las redes sociales.

Es fastidioso, pero igual es divertido. Por eso casi siempre abro las funciones con mi rutina acerca del nombre Brayan y todo lo que significa ser un Brayan . Yo sé que me presentan como Brayan Mora y a los tres segundos todo el mundo repite en su cabeza: "Marica, El Brayan".

Al menos que sirva de algo tener este maldito nombre.

¿Y qué es ser un Brayan?
Es algo que tiene que ver con la calle. Yo crecí en la calle, no en el sentido de ser un indigente, sino de salir a patinar, de sentarse en el andén a tomar cerveza. Es ser hostil porque así es la calle. Yo fui un Brayan pero evolucioné. Ahora soy un tipo elocuente que se llama Brayan. Aunque El Brayan sigue estando ahí, por si se necesita.

¿A qué se dedicaba antes de hacer chistes?
Yo quería estudiar comunicación social, pero cuando me gradué del colegio no había plata y me metí a trabajar en una bodega. Aprendí todo acerca de los procesos en la bodega y me enamoré completamente de la logística. Comencé a ascender en la empresa, me iba bien y tenía un buen sueldo. Allá nadie me decía Brayan. Yo era el señor Mora. Y mi sueño se convirtió en ser el mejor logístico de la puta vida.

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Hasta que conocí los chistes.

Yo ya veía a comediantes: Ricardo Quevedo, comediantes de la noche, todo eso. Pero un día fui a un festival que se llama Adictos a la comedia y vi a un comediante que se llama Frank Martinez: marica, qué hijueputa tan bueno. Yo le escuché a ese man por ahí dos cosas que me hicieron decir: "esto yo ya lo había pensado, ¿cómo así que era chistoso?".

Entonces, comencé a acercarme, a ir al parque El Tunal, a Nasa, a los lugares dónde se hacía comedia. Pararme ahí arriba se convirtió en una obsesión para mí, tanto que renuncié al trabajo y abandoné la universidad.

"La comedia está en el aire, en el día a día de todo el mundo. El comediante solo la interpreta para la gente".

¿Cómo es el día en que uno se para frente a la familia a explicarles que va a dejar el trabajo y el estudio por querer ser chistoso?
Tenaz. Yo creo que mi papá se sintió más orgulloso el día que mi hermana le contó que estaba embarazada. En retrospectiva, creo que hubiera preferido que me embarazaran a mí también. Fue duro: yo dejé de participar en los gastos de la casa y eventualmente me quedé sin plata y tuve que pedirles que me ayudaran. Ese es el punto de quiebre, entonces mis papás me dijeron: vea usted tomó una decisión, pero no la pensó bien porque está comiendo mierda.

¿Y cuánto tiempo comió mierda?
Marica, estoy muy reciente todavía. De hecho, creo que dejé de comer mierda hace como un mes. Ahora tengo un viaje a México para ir a presentarme, pero es posible que me toque volver a comer mierda otra vez. El 14 de agosto voy a cumplir tres años de haberme parado por primera vez en un escenario y aún falta algo, pero no sé qué es.

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Es difícil, ayer me presente con Gonzalo Valderrama para siete personas. Los comediantes nos peleamos por un público que no existe. Es una lástima porque todo el mundo debería consumir comedia. La comedia está en el aire, en el día a día de todo el mundo. El comediante solo la interpreta para la gente.

¿Se arrepiente?
Para nada. El camino de la comedia no es grato, pero es interesante. Yo era un oficinista 24/7, cuando me iba de paseo tenía el celular sobre una toalla al lado de la piscina. Tampoco quería eso para mi vida. Un día le dije a un compañero de oficina, "¿se imagina ser comediante?" y el man me contestó: 'tan imbécil'.

Todavía no me considero comediante, yo vivo de hacer chistes. Para mí, comediante es una palabra muy seria, es todo un modus vivendi, no un hobby. Es como correr en el cerebro un software distinto.

¿Cómo funciona ese software?
Es como si todo el mundo andara en AM y uno en FM. De por sí es una rutina rara: uno se levanta a eso de las 10:00 y sale a caminar, a hacer las vueltas que tenga que hacer. En el camino agarra un papel o lo que sea y comienza a camellar, a pensar los chistes, a anotarlos. Uno camina otra vez hasta la función, se para, se baja, se toma una cerveza, se va apropiando del material. El trabajo se acaba como a las 2:00 de madrugada. Es estar presente donde nadie está, como que las personas andan por ahí ocupadas, tropezándose, y uno solo las observa.

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"Estos manes confiaron en mí, están pagado una boleta, aún si no la pagaron se sentaron a escucharme, ¿y uno va a hacerlos pasar una mierda?"

He escuchado a muchos comediantes decir que su primer especial para Comedy Central no sale como esperaban, ¿cómo le fue a usted?
Empecemos porque esto no fue un especial, fueron seis minutos…

Bueno, no fue un especial, pero fue "especial", ¿no?
No es un especial, pero sí fue un momento especial. A mí me gustó, me gustó mucho. Pero faltó algo. Algo en mi preparación no detonó al momento de salir. Llegó el momento de entrar por primera vez a un escenario de Comedy Central y había un tipo ahí diciendo: 3,2,1 ¡GRABANDO!

Y, marica, me temblaba el labio.

¿Qué se siente en ese momento?
Es una adrenalina rara: estoy muy nervioso y de repente abro los ojos y me lleno de alegría por lo que va a pasar. Hay como 100 personas ahí afuera que quieren verme y tengo un resto de cosas para decirles. Estoy feliz, voy entregárselas, quiero verlos ya.

Pero, ¿qué tal que yo les diga y no le guste? Entonces, yo siento que es como… preocupación por el abandono. Es normal, le pasa a todo el mundo. Uno quiere hacer las cosas para que la gente no se vaya. Estos manes confiaron en mí, están pagado una boleta, aún si no la pagaron se sentaron a escucharme, ¿y uno va a hacerlos pasar una mierda?

Luego uno suelta el primer chiste y los nervios aterrizan: es verdad, estoy acá y se están riendo. Y los estoy viendo y me están viendo. Este momento es muy real y es muy mágico. Tiene mucha energía. Chimba, chimba

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Es raro, siento que llevo como media hora respondiendo esa pregunta.

Estamos en Colombia y esto de tomar trago para luego callarse como 40 minutos y quedarse ahí parado escuchando a un tipo hablar todavía es bastante raro. En muchas funciones que he visto, el público se vuelca en contra del comediante, ¿eso cómo se pilotea?
Es como llegar a la caja y darse cuenta que a uno no le alcanza la plata para pagar el mercado, pero frente a cien personas. Uno queda al descubierto, esta vulnerable.

Es de esperar que eso pase. La clase de actividad que estás haciendo —pararse con un micrófono a hablar de lo que se te dé la gana porque tienes la libertad de hacerlo— es arriesgada y es normal que algo salga mal y la gente se empute. Creo que en general en Colombia no estamos listos para hablar de muchas cosas

"Estar vulnerable le abre a uno la puerta para hablar de lo que sea".

¿De qué tema nos cuesta reirnos a los colombianos?
De los niños. Obviamente, somos un país que la ha cagado mucho con ellos: tenemos toda una historia y unos índices de abandono infantil muy hijueputas. La gente vive con esa realidad muy cerca, muy de frente y está todo el tiempo tratando de omitirla. Entonces, cuando viene un hijueputa a ponerla de frente, pues se emputan.

Yo tengo este chiste de que los niños de la calle maduran muchísimo más rápido porque se tapan con papel periódico. A veces lo boto y veo señoras en el público que agachan a cabeza y hacen como: "no puedo con esto". Pero cuando está bien entregado, distensiona. La gente se ríe, pero no es como "jua jua jua". Es una risa de desahogo, suena como: "woohhh".

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La idea del chiste nunca es hacer daño, es resaltar algo de lo que pasa en la realidad de una forma graciosa. El tema es delicado, sí , pero es gracioso también.

En su rutina usted sale y dice que es bisexual, ¿cuándo decidió compartir eso en el escenario?
Ese fue un momento en el que la comedia cambio para mí. Entendí que tiene que ser muy honesta. Eso que le decía acerca de estar vulnerable en el escenario, también puede jugar a favor de uno.

Cuando uno se para ahí y le dice a la gente: "Hola me llamo Brayan, soy de Mosquera y soy una mierda. Porque llamarse Brayan es una mierda y además soy marihuanero y bisexual. Y ya lo acepté. Pero esperen que voy a usarlo como excusa para hablarles de niños de la calle y de prostitutas y homosexuales". Porque estar vulnerable le abre a uno la puerta para hablar de lo que sea.

" Es triste porque si la vida no te hubiera dado esos chistes, nadie te perdonaría por ser estas cosas".

Igual, no todo el mundo lo acepta. Cuando hay gente mayor en las primeras filas puedo ver como se incomodan al oírme decir que soy bisexual. Me miran como: este man debe tener herpes. Mis papas no saben, incluso otros comediantes no sabían. La gente cambia con uno, es como si creyeran que ser bisexual lo convierte a uno automáticamente en un cazador de penes.

¿Hablar de eso en el escenario ayuda?
¿Ayuda en qué sentido?

No sé, a asumirlo
Sí, ayuda. Esto va a sonar algo triste, pero cuando eres gracioso la gente te perdona. Es triste porque no debería ser así. Pero no eres nadie hasta que no eres comediante. Sí la vida no te hubiera dado esos chistes, nadie te perdonaría por ser estas cosas.

Pero cuando te bajas del escenario, si los hiciste reír, ya nada de eso importa. No importa que no creas en Dios ni que seas bisexual, la gratitud es más grande.

¿Por qué es una mierda llamarse Brayan?
Mire: En los noventa, cuando yo nací, ese nombre era chévere, en serio. Y yo me sentía orgulloso de llamarme Brayan, tal cual.

Ahora no.Algo pasó. Hubo un click y pasé de ser alguien con un futuro posible en la sociedad, a ser El Brayan. No, hijueputas, no .

Brayan es como el SENA de los nombres, ahí está.

A Brayan lo encuentran en @unalMalFormación, por si lo necesitan.