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La Liguilla sufre de bipolaridad y "El Ave" a un paso de la tierra prometida

Las semifinales de la Liga MX no han estado a la altura de las expectativas. Esperamos que los partidos de vuelta le regresen la emoción y calidad a la Liguilla.

El futbol mexicano es como un paciente con trastorno de bipolaridad aguda. En ocasiones se le ve contento, lleno de vida, pleno; en otras puede llegar a ser una pesadilla, insoportable, irreconocible. Por fortuna, la Liguilla del futbol mexicano suele ser completamente diferente al torneo regular. Los cuartos de final de este año nos presentó una de las mejores caras de la Liga MX, ya que en ocho partidos se anotaron 22 goles —en parte, gracias a la incompetencia de equipos como Pumas y Xolos que se comieron 7 y 5 goles, respectivamente—. Nada mal para una liga que tiene episodios del más pulcro aburrimiento.

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También es cierto que la Liguilla pierde cierto atractivo cuando alguno de los llamados "grandes" del balompié azteca se queda fuera —casi siempre Cruz Azul—, pero los tiempos cambian y algunos equipos como Tigres, León, y Xolos (hasta el Necaxa) se han aprovechado de la mediocridad de otros y de su buen funcionamiento en conjunto para posicionarse como favoritos al título todos los años. En este mundo tan cambiante donde las inyecciones económicas están a la orden del día en las esferas deportivas, uno no puede darse el lujo de vivir de meros recuerdos y glorias pasadas.

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Sabemos que cualquier equipo puede ser campeón bajo este formato. Quién pensaría que el Necaxa, conjunto que no conoció la victoria hasta la jornada 7 frente Querétaro, estaría disputando las semifinales con el cumpleañero favorito de la liga. El resultado de anoche no fue el mejor para los Rayos. Desaprovecharon la localía y una que otra ocasión frente al arco rival. El América es un equipo que se crece en casa, y le basta un empate para poder llegar a la tierra prometida.

Comparado con la calidad y el nivel de entretenimiento de los cuartos de final, las semis nos han dejado un tanto aburridos. Es lo mismo que sentimos cuando esperamos ansiosamente el primer capítulo de la segunda temporada de una serie de televisión que nos cautivó con su primera entrega, pero después de terminar el primer episodio nos quedamos viendo a la nada, decepcionados porque fuimos demasiado optimistas con nuestras expectativas.

El Tigres-León fue una verdadera muestra de la bipolaridad de la que se habla en el párrafo inicial de esta nota. Es cierto, los dirigidos por Ferretti ejecutaron su plan maestro: esperar a que el rival se descuidara para vacunarlos al contragolpe con la velocidad de sus atacantes, llevarse un gol de ventaja y matar a la presa en casa. Por otra parte, en el Estadio Victoria, el ave se sacó de la manga un empate merecido. Los Rayos no estuvieron finos frente a la portería rival y se descuidaron en la carambola que propició el 1-1 para los de Coapa.

La lógica del más fuerte nos dice que Tigres y América son los favoritos para llegar a la final. Aún quedan dos partidos por disputarse, nada está escrito. De llegar a la última instancia del futbol mexicano y ganar el torneo, el América callaría todas y cada una de las bocas que a lo largo de toda la campaña escupieron burlas e insultos por su Centenario. El ultraje a sus cien años de vida luego de la eliminación en Copa a manos del odiado rival, y los demás Clásicos tirados a la basura quedarían extintos de la memoria colectiva; sólo entonces, los americanistas podrán gritar a los cuatro vientos su infame lema, "Ódiame más". Su significado podría ser más significativo que nunca. De resultar campeón, Tigres podría ir sumando puntos para unirse a la lista de los grandes del futbol mexicano, y convertirse en el nuevo rival a vencer todos los años.

Como se suele decir, 90 minutos es toda una vida, así que prendamos el televisor y esperemos a que el futbol (ojalá) nos sorprenda.