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FIGHTLAND

El viaje interdimensional de Manny Pacquiao

Su vida como boxeador profesional le depararía más de una década de dominio, recorrió 8 divisiones conquistando el título de campeón antes de retirarse para regresar un año después a pelear.
Noah K. Murray-USA TODAY Sports

En 1990, perdido en Romagooc, uno de los 23 barrios que conforman Kibawe, se veía a un preadolescente de ojos desorbitados. La jornada que precedía la escena no había sido fácil: al llegar a su casa, Emmanuel había visto a su padre matar a su perro y luego engullirlo como si se tratase de un manjar. Ahora, el niño observaba los sinuosos montes del barangay adobados con una estela mágica en la que se perdía, entregado al olvido, dispuesto a no volver jamás.

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Pasados veintidós días de este acontecimiento, esta vez en Kisawa, a orillas del Río Pulangy, el mismo Emmanuel se debatía en un trance complejo: ingresar a aquella corriente o no. Poco tiempo después, el viaje del pequeño Emmanuel continuaba, pero ahora el escenario eran unos rascacielos que miraban el mar y que sentía, lo miraban también a él. Casi sin querer, y con muchas zonas negras en el recorrido producto del consumo de todo tipo de estupefacientes, la bucólica ruralidad de Kibawe había quedado atrás para dar paso al vertiginoso ritmo de Manila, que ahora parecía engullirlo. Recostado sobre unos cartones, tomó la jeringa y no sin dificultad se inyectó la última dosis de heroína que le quedaba. Inmediatamente, su campo visual se redujo y los rascacielos desaparecieron. Al frente de Emmanuel, y contrastando con un profundo fondo negro, desfilaban alimañas de intenso color rojo y entre ellas, su propia mascota muerta se paraba amenazante frente a él y comenzaba gruñirle. Emmanuel, desesperado, le decía: "Pacman, soy yo, tu amigo" y acercaba su mano a su hocico, gesto que inmediatamente el animal devolvía con un mordisco que le arrancaba el dedo pulgar de su mano derecha. Emannuel, retorciéndose en el piso e intentando contener la hemorragia, le decía: "Pacman, ¿cómo has podido olvidar de dónde vienes?"

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Las vicisitudes de infante no menguaron el ánimo de la leyenda en bruto. Su vida como boxeador profesional le depararía más de una década de dominio, en la que exigiendo su cuerpo a límites que alguna vez parecieron infranqueables, recorrió 8 divisiones conquistando el título de campeón. El espíritu libertario original filipino encarnado por los sacerdotes Mariano Gómez, José Burgos y Jacinto Zamora en 1872 revivía en cada puño de Pacquiao encumbrándolo al olimpo mítico en el inconsciente colectivo. El diminuto tarsero filipino y su hipnótica mirada habían trascendido en los guantes invencibles de Pacman. Pero el fulgor del éxito incuestionable, las alabanzas de un pueblo eclipsado por la fuerza de su guerrero más luminoso, atrajeron el interés de las más oscuras mentes del Partido Demokratiko Pilipino-Lakas ng Bayan y su líder que emergía de las fétidas cloacas morales de Manila. Rodrigo Duterte se preparaba para seguir senderos en apariencia extintos de la brutalidad fascista, y unir en su camino de salvajismo y odio al príncipe guerrero. Con Pacquiao electo senador bajo su alero en 2015, la ruta a la presidencia se concretó apenas un año después, iniciando la sanguinaria medida anti-droga de "El Escuadrón de la Muerte" —con la venía del campeón de campeones—, que ha perpetrado miles de arbitrarios asesinatos en el nombre de Dios, la justicia y el orden.

El imparable camino del campeón al poder tuvo un episodio de místicas implicancias espirituales. El cuarto combate ante Juan Manuel Márquez, y aquel sexto round en el que un fulminante recto a la mandíbula lo condujo de bruces a la lona, derivaron en un largo viaje a través de los recovecos del ello freudiano. Manny, se vio súbitamente de vuelta en la Manila de mediados de los '90, irrumpiendo junto a un grupo de mercenarios en una pobrísima choza en los suburbios. En el lugar, un grupo de adolescentes recostados en sucios rincones deliraba en medio de una nube de humo opiáceo, mientras Pacman y su séquito procedían a desencadenar una violenta golpiza para castigar la inmoralidad de los jóvenes adictos.

Uno a uno fueron conducidos a una hilera de horcas situadas en las afueras del lugar, cada una decorada con los nombres de los impíos. En el final de la mortuoria fila de ejecutados, dos cuerpos colgaban moribundos en sogas que brillaban como oro de alta pureza. Un indescriptible horror se apoderó de su débil espíritu cuando descubrió que el nombre de su añorado compañero de juventud "Mark Peñaflorida" estaba inscrito sobre uno de los irreconocibles cadáveres que colgaba de una de las brillantes estructuras, mientras que en la otra, un delgado cuerpo pendía de las alturas decorado con un cinturón dorado con la inscripción: "Emmanuel Dapidrán Pacquiao, campeón de los pesos muertos".