FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Hablamos con los que subtitulan las películas piratas que llegan a Colombia

Paseamos por San Andresito, por los locales del centro y finalmente chateamos largo con el administrador de un foro del equipo de aRGENTeam.

Ya dejó de ser una utopía el hecho de encontrar y ver una película. Cuando no se encuentra en Netflix –o cuando no hay plata para Netflix– quedan dos alternativas: para los más tradicionales basta hacer un viaje al centro de Bogotá o a algún San Andresito; para los pegados al computador, escribir un par de palabras en Google y dedicar tiempo a esquivar los botones gigantes de "Download" y cerrar ventanas emergentes.

Publicidad

Sin embargo, de nada sirve encontrar la anhelada Sátántangó sin subtítulos. Ya sea porque la versión en YouTube no los tienen, porque lo tumbaron en el local en el que compró la película o porque el archivo que encontró en Internet no estaba subtitulado. Tener la película sin los subtítulos –y no saber húngaro, en este caso, pero tampoco inglés o alemán, en la mayoría de nosotros– es equivalente a no haber conseguido la película.

Lo bueno (o lo malo, dependiendo de quién juzgue el fenómeno) es que en esa labor de hacer traducción y subtitulado hay una cantidad de personas anónimas dedicadas exclusivamente a teclear horas de diálogos y sincronizarlos con el video de la película.

La clandestinidad, por demás, es fácil de entender.

En Colombia, por ejemplo, la Ley 23 de 1982 estipula que cualquier reproducción, comunicación, modificación o distribución no autorizada de una obra –en este caso de una pieza audiovisual– es ilegal, y dependiendo de la gravedad de la falta puede acabar en una sanción civil o penal.

En pocas palabras, lo que esto quiere decir es que si usted compra una película que no es original está violando la ley; el que quemó la película que usted compra está violando la ley; y el que la vende; y el que la muestra en un salón de clase; y el que le pone los subtítulos para que usted pueda entenderla. Dependiendo del lugar de la cadena en la que usted se encuentra, si lo cogen, le pueden cobrar una multa o meterlo a la cárcel. Esto es lo mismo que le advierte ese aviso que sale en los DVD antes de que empiece la película (el mismo que uno ve, oh ironía, en las películas piratas).

Publicidad

Nada nuevo. Lo curioso es preguntarse por qué, si es un asunto completamente ilegal por donde se le mire, cualquier cristiano puede ir al San Andresito de la 13, comprar con tranquilidad la cantidad de películas que quiera y salir sonriéndole al policía que está justo enfrente de la salida.

"A principios de la era digital se perseguía mucho más la piratería. Pero el fenómeno ya es tan grande que ya no se le invierte tanto a acabarlo", me dijo, refiriéndose al caso colombiano, Catalina Santa, una abogada especialista en derechos de autor y propiedad intelectual. En resumen, la culpa la tiene el Internet. O el derecho, que va corriéndole dos pasos atrás.

Ahora así aterrizo, por fin, en el tema de los traductores.

A pesar del ambiente amable y más bien laxo que hay en Colombia alrededor de la compra de películas ilegales, intentar rastrear al mago que me concede el privilegio de ver Sátántangó por dos mil o tres mil pesos no es nada fácil. Pasearse por los locales de San Andresito de la carrera 13 con calle 38 y preguntar quién es el que distribuye no provoca reacciones amables. Produce estas: "No sé". "Aquí nadie le va a decir eso". "Eso lo sabe es mi jefe y no le puedo dar su número". Estas respuestas me hicieron pensar que los traductores eran inalcanzables. Que la investigación periodística no me iba a llevar a ningún lado. Que ellos, tal vez, no existían.

"Las películas ya vienen así, ya vienen con los subtítulos", me dijo un hombre de gorra que parecía ser uno de los distribuidores duros de allá. "Aquí nadie le va a decir nada, pero muchas de estas películas vienen es de Barranquilla, y allá les llegan de otros países, ya con los subtítulos".

Publicidad

No podía ir a Barranquilla. Busqué más acá en Bogotá y me di cuenta de que la historia y la actitud era otra en los locales más especializados, a los que acuden los estudiantes de arte o de cine en busca de las películas que no se consiguen en ningún otro lado. "Eso ahora lo hace cualquiera con un computador", me dijo Manuel* el dueño de uno de los locales en los que se consiguen las películas más 'underground'. "Los subtítulos están en Internet y ponérselos al video es fácil, sólo hay que sincronizarlos".

Manuel me contó que antes, cuando no todo era Internet y redes sociales, el negocio era distinto, y conseguir las cosas era mucho más complicado. Pero ahora, cuando Manuel consigue una película que no trae subtítulos, él mismo los busca en Internet y se los pone al video. "Aquí hay mucha gente que hace eso, nadie los traduce, porque ya se consiguen en español", terminó diciendo mientras revisaba paquetes de películas con la velocidad de quien lo ha estado haciendo por años. Una vez más, todo es gracias a (o por culpa de) Internet.

Cuando llamé a otro de los locales, el dueño accedió a darme, sin mucho misterio, el número de la persona que le conseguía todas las películas. Marqué. La voz detrás del teléfono tenía un acento de otro país (que no puedo revelar, así es la cosa) perteneciente a un hombre que se dedica a descargar de Internet y quemar en DVD las películas, y sus subtítulos. "Todo lo que yo hago se encuentra en Internet. A veces es cuestión de ser un poco paciente, a veces de pagar en algunas páginas, y ya después es descargarlo, sincronizarlo con los subtítulos y entregarlo en DVD", me dijo Patomovie, el pseudónimo con el que se identifica y firma todos los DVDs que produce.

Publicidad

Patomovie me dijo que él sospecha que detrás del acceso inmediato a las películas en Internet, debe haber un negocio que permite que la película se pueda descargar a los pocos días de haberse estrenado en los teatros. "Yo cada vez más me pregunto de dónde salen estas películas. Ahí debe haber un negocio de fondo, hay alguien que debe ganar mucho dinero, pero eso no lo conozco", me dijo, cuando le pregunté si sabía de dónde salían las películas que descargaba.

En cuanto a los subtítulos, Patomovie me dijo lo mismo que ya me habían dicho más o menos en San Andresito y que me había confirmado Manuel: todos están en Internet. "En ciertas ocasiones, hay subtítulos que no se consiguen en español. En ese caso, lo que tengo que hacer es tomar los subtítulos que se consiguen, que pueden ser alrededor de 1.500 o 1.200 líneas, y comenzar la ardua tarea de traducirlos. No es fácil".

Todo apuntaba a que los verdaderos héroes de la tarea de los subtítulos eran personas anónimas, detrás de un computador, dedicados a surtir al Internet, al mundo y, por extensión, a los locales de películas pirata, de los subtítulos necesarios para poder ver las películas. Patomovie me contó que cuenta con un par de páginas a las que acude para conseguirlos y que son la base de su trabajo: subdivx una página en la que los subtítulos se consiguen con rapidez, y aRGENTeaM una página en la que los subtítulos se demoran un poco más pero en la que el resultado final es mucho mejor y más pulido.

Publicidad

aRGENTeaM es un nombre popular. La página, de origen argentino, empezó en 2002, y desde entonces se ha construido una reputación entre los que descargan películas y subtítulos de Internet. Funciona como un foro en el que se publica semanalmente un calendario de las series, los capítulos y las películas que se traducirán cada semana. A partir de este calendario, varios de sus traductores escogen qué contenido traducir y sincronizar, y una vez hecha la traducción, un segundo equipo de personas se dedica a revisar las traducciones hechas, y a hacer correcciones de gramática, ortografía y sentido.

"El trabajo que se hace en aRGENTeaM es voluntario, nadie cobra nada, y todo depende del tiempo libre que se tenga. Todo el que quiera colaborar puede hacerlo. Fue algo que surgió en el momento, una idea tonta que después dejó una huella y una marca en Internet", me escribió por correo HoRi, uno de los administradores del foro, quien está vinculado a aRGENTeaM desde 2004.

HoRi es un argentino de 45 años que vive en España. Es psicólogo y da clases en una universidad cuando no está traduciendo o corrigiendo subtítulos. A diferencia de Manuel o de Patomovie, HoRi no gana ni un peso traduciendo, corrigiendo y sincronizando subtítulos. Esa misma es la situación de la cantidad incalculable de traductores voluntarios con los que cuenta actualmente aRGENTeaM.

"Lo que hacemos lo entendemos como un hobby, lo cual tiene mucho de vocación, es algo que está motivado por intereses personales", me dijo HoRi, cuando le pregunté qué motivaba a alguien a traducir subtítulos. "aRGENTeaM se define como una comunidad virtual de práctica y aprendizaje. Se practica la traducción, los idiomas, y como producto de esa práctica se aprende y se perfeccionan competencias como los idiomas, la traducción, la gramática, la ortografía. La recompensa siempre es a nivel personal. Lo que hay a nivel general es ese sentido de pertenecer a un grupo y producir algo útil para la gente que lo necesite".

Publicidad

Sin embargo, la tarea de subtitular una película o una serie sigue estando en el terreno de la ilegalidad, según las normas que regulan los derechos de autor en todo el mundo. "Si no hay un permiso directo de los dueños de la película, que usualmente son los productores, cualquier modificación, incluyendo la traducción y los subtítulos, es ilegal", me dijo Catalina Santa, cuando le pregunté si lo que hacían grupos como aRGENTeaM violaba las normas de los derechos de autor.

Aun así, muchas de las personas involucradas en el mundo del intercambio y el comercio de películas y series no ven su labor como un acto ilegal. "Sí hay leyes que regulan la mal llamada piratería", me dijo Patomovie cuando le pregunté por el estatus legal de su trabajo, "pero eso no quiere decir que los que trabajamos en el submundo de la economía marginal estemos haciendo algo mal. No. Lo que estamos es sobreviviendo a una economía que es implacable".

Ese también es el caso de HoRi, para quien traducir y facilitarle a otros subtítulos no es sólo una labor que le guste y que no considera un crimen, sino además un acto desinteresado que le sirve a otros y con el que no se lucra. "Hacer subtítulos por aprendizaje o placer y compartirlo en la red no es ilegal. Es hacer productos 2.0. A veces no se entiende lo que hacemos: subtitular películas, documentales o series disponibles en la red. Nosotros subtitulamos videos que están en otros idiomas en la red para la gente que lo necesite".

¿Conclusión? La próxima vez que de con esa película que no está en Netflix, o que no alcanzó a ver en cine, y la compre pirata o la descargue con subtítulos, acuérdese que hay un profesor de universidad, un ingeniero o una ama de casa que invirtió parte de su tiempo a escribir esas líneas que le ayudan a entender la película sin cobrarle nada.

*No es su nombre real.