FYI.

This story is over 5 years old.

FIGHTLAND

Cuando los animales atacan, y la gente los golpea

Luego de que el surfista profesional Mick Fanning golpeara un tiburón, le dimos un vistazo a las demás ocasiones en las que otras personas han tenido que pelear contra animales salvajes para sobrevivir.

Este artículo fue publicado originalmente en Fightland, nuestra plataforma de la cultura de la pelea.

El pasado fin de semana, el tres veces campeón de surf Mick Fanning pedaleaba durante las finales del torneo Jeffreys Bay Open cuando una aleta apareció en el agua detrás de él. En esas aguas llenas de focas en la costa de Sudáfrica, la aleta podría sólo ser señal de una cosa: un gran tiburón blanco. El tiburón cortó la cuerda de Fanning y lo tumbó de la tabla, y aunque a los tiburones no les gusta la carne humana, el hecho de que no siempre pueden distinguir entre una foca y un australiano envuelto en neopreno hizo que el momento fuera muy tenso.

Publicidad

Más tarde, después de que los jet skis aparecieran para rescatar a Fanning y a su colega competidor Julian Wilson, un entrevistador le preguntó a Fanning si le había conectado algún golpe al Carcharodon carcharias. "Le pegué en el lomo", dijo Fanning, riendo de la manera en que ríes cuando casi mueres.

Eso pasa en ocasiones en el surf. Y a veces, esas situaciones ocurren también en tierra firme, especialmente cuando los humanos traspasan los espacios en los que habitan los animales salvajes. Hablando de eso, recordamos algunas otras ocasiones notables cuando los humanos lucharon contra animales peligrosos a mano, sólo recuerden no tomárselo tan en serio.

Carl Akeley contra un leopardo

Alrededor del siglo veinte, cuando la fotografía apenas estaba naciendo, la manera preferida de compartir la belleza y esplendor de los animales salvajes fuera de sus hábitats naturales involucraba perseguirlos, cazarlos, embalsamarlos y exhibirlos en museos. Carl Akeley es considerado por muchos como el padre de la taxidermia moderna, un pionero cuyas técnicas le daban una vitalidad única a estos animales sin vida. Construyó su nombre al montar el elefante de P.T. Barnum, y después creó un salón en el Museo Estadunidense de Historia Natural lleno de animales africanos embalsamados, una atracción que aún existe hoy en día.

Durante un viaje a África Occidental, Akeley tuvo que confiar en sus manos para salvarse de ser asesinado por un felino. En 1896, después de unirse al Museo Field de Chicago, Akeley viajó a Somalia. Mientras cazaba avestruces, Akeley le disparó a una figura borrosa detrás de un arbusto y un leopardo saltó del pasto para recibirlo. "El rifle voló de mis manos y en su lugar de pronto apareció un felino frenético de cuarenta kilogramos", Akeley escribió en sus memorias en el libro In Brightest Africa. El leopardo falló en atrapar la garganta de Akeley y atrapó su brazo en su lugar, y lucharon hasta que Akeley tuvo la ventaja. "Todavía la sostuve y continué metiendo la mano en su garganta para que no pudiera cerrar el hocico y con la otra atrapé su cuello en una estrangulación", continuó. "…poco a poco dejó de luchar. Mi fuerza había superado a la suya". El resultado fue capturado en la icónica fotografía de arriba: el brazo de Akeley en un cabestrillo, el leopardo muerto colgando de cabeza a su lado.

Publicidad

Carl Moore contra un oso

El pasado mes de abril, Carl Moore escuchó a su perro chihuahueño lloriqueando en el porche de su casa en el norte de California, Estados Unidos. Cuando el septuagenario salió para averiguar la causa de la conmoción, se encontró cara a cara con un oso negro que estimó medía cerca de 1.70 metros de altura y pesaba unos 140 kilos. Sin embargo, el oso se encontró cara a cara con un ex oficial de la Marina y ex boxeador cuya devoción por su perro era igual a su belicosidad, que no había aminorado con la edad. "El hombre o bestia que me hará huir no ha nacido todavía", dijo después Moore al canal local a CBS, "y su mamá ya está muerta".

Moore le gritó y maldijo al oso. El oso rugió, y en ese momento, Moore lanzó un solo volado de derecha. "Hay algo con respecto a un antiguo boxeador", le dijo Moore a Auburn Journal. "Nunca fallas el golpe". El oso huyó y no ha regresado desde entonces. Seguro, la historia suena como una gran mentira que podría decir uno de tus compañeros de clase diciendo que su papá era el mejor amigo de Mike Tyson, pero un par de testigos (ambos empleados de la compañía de construcción propiedad de Moore) apoyaron su versión de lo que pasó ese día de verano. También, el chihuahueño resultó ileso.

James Barney contra un cocodrilo

A cerca de cincuenta kilómetros del pueblo de St. Cloud, James Barney de nueve años de edad pedaleó en su bicicleta y fue a nadar en el lago East Tohopekaliga en agosto. Era un caluroso día de verano y era un lugar que ya había visitado antes, y cuando sintió un tirón, asumió que eran sus amigos jugando con él. En lugar de eso, era un cocodrilo que estima medía cerca de tres metros y pesaba unos 180 kilogramos.

Publicidad

Afortunadamente, el instinto de Barney fue lanzar puñetazos. "No sabía que hacer, entonces inmediatamente reaccioné y lo golpeé un par de veces. Así que me soltó un poco y finalmente tuve fuerza para abrir un poco su hocico", le dijo Barney a la prensa después del encuentro. Una vez que lo golpeó para liberarse, nadó a la costa, un amigo llamó al 911, y fue transportado al hospital. Los doctores trataron heridas que incluían tres mordidas superficiales y más de treinta marcas de dientes y removieron uno de los dientes del cocodrilo que se había incrustado en su piel. Barney se recuperó por completo y dijo que nunca nadaría en el lago East Tohopekaliga de nuevo.

Masatatsu Oyama contra varias docenas de toros

Está bien, esta última historia técnicamente no incluye animales salvajes, y probablemente no involucra defensa personal, y es un poco despreciable, pero involucra un tipo peleando con sus puños contra criaturas que debieron haberlo matado. En la década de los 50, Masatatsu Oyama —el fundador del karate Kyokushin así como mentor de Sonny Chiba— viajó y puso a prueba sus años de estudiar artes marciales al pelear con 52 toros. No fue el tipo de peleas de toros que ves en Pamplona o Madrid, donde tipos vestidos con pantalones apretados blanden espadas y refinadas capas rojas: Oyama sólo usó su karate en el proceso.

Aparentemente tuvo bastante éxito: según el sitio masatatsuoyama.com —probablemente una fuente un poco imparcial— "mató tres toros de manera instantánea, mientras que les quitó los cuernos a los 49 restantes con golpes con cuchillo en mano". Aún así, persisten dudas sobre si estos encuentros con oponentes bovinos fueron peleas justas o si Oyama de alguna manera manipuló las probabilidades a su favor. Para ser justos, un toro aparentemente lastimó a Oyama, dejándolo en cama durante seis meses como resultado.