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El Atlético de Simeone contra el Bayern de Guardiola: un partido que debería importarle hasta a los que odian el fútbol

Moda, política, valores y otras razones por las que el partido de hoy debería interesarle hasta a los peores enemigos del fútbol.

Lemmy Killmeister, Jorge Luis Borges y personas de todo el espectro que hay entre esos dos han tildado de estúpido el acto mismo de patear y correr detrás de un balón. O tomen, por ejemplo, a Fernando Vallejo, quien no carga contra el juego en sí, sino contra pegar el culo a una silla para ver a otros jugarlo. Y quizá tengan razón, pero a veces el fútbol se sale de la cancha y del televisor, y encierra cosas más grandes. Los dos partidos que jugarán en las próximas semanas el Atlético de Madrid y el Bayern Munich son ese tipo de ocasiones en las que los románticos del fútbol vemos más allá de la pelota: 180 minutos de un deporte en los que se juega un sentido de la estética, una declaración política y toda una moral frente al trabajo y la vida.

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Primero lo aparentemente frívolo: ¿Han visto la diferencia entre los atuendos de los tipos que entrenan a estos dos equipos? Mientras que durante la conferencia de prensa del pasado martes Josep Guardiola lució una más de sus impecables combinaciones de saco cuello en V rojo, camisa blanca y corbata vinotinto, Diego Simeone salió a encarar a la prensa vestido con la indumentaria que le regala el patrocinador de su equipo y que puede comprar cualquier fanático en Bogotá, Madrid o Pekín.

La elección, lejos de ser una casualidad, es un fiel reflejo del trabajo de estos dos técnicos. Mientras que durante sus tres años entrenando al Bayern Guardiola se ha caracterizado por probar con tantas combinaciones de jugadores como de corbatas camisas y sacos de cuello en V (en esta temporada ha usado 28 jugadores y 19 de ellos han aparecido en más de 15 partidos), Simeone apuesta por lo que sabe que funciona (el argentino ha usado durante esta temporada a 23 jugadores y 14 de ellos han salido a la cancha más de 15 veces).

Mientras que este miércoles Guardiola seguramente sorprenderá con una nueva e ingeniosa pinta, ya todos saben cómo va a lucir Simeone: vestido negro, camisa negra, corbata negra. Y así son sus equipos. El de Simeone es un fútbol que no deslumbra, pero funciona y funciona bien en todas las situaciones. Los equipos de Guardiola, por otra parte, son como los atuendos de Agatha Ruiz de la Prada: atrevidos y llamativos y sujetos a fracasar estruendosamente. Así como cuando la diseñadora asistió a la boda del Príncipe de España con un vestido que recordaba al atuendo del Chapulín Colorado, el Bayern de Guardiola ya ajusta dos semifinales de Champions perdidas de forma consecutiva y ambas con goleadas.

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Si usted es de los que, en la vida, en el menú y en el armario, cree en encontrar algo que funciona y repetirlo hasta el cansancio, apuéstele una cerveza al Atlético de Simeone. Si por el contrario usted es de los que ha probado toda la carta de Crepes & Waffles y tiene dos pares de medias para combinar con cada camisa, lo suyo es el Bayern de Guardiola.

Pero en los dos partidos que jugarán el Atlético y el Bayern para definir quién llegará a la final no sólo se juega una apuesta estética, también el desenlace de un mito. El Bayern, con unos ingresos que, según la firma consultora Delloite, ascienden a los 474 millones de euros; una nómina que, de acuerdo con Transfermarkt, vale 570 millones de euros; un estadio futurista y arrogante que parece una nube plástica, y una vitrina en la que ya se encuentran cinco Copas de Europa, es un clásico Goliat. El Atlético, con ingresos que, según la misma fuente, son de 187 millones de euros, una plantilla de 200 millones de euros menos que la de su rival, y un estadio que 45 años después de ser construido sólo cuenta con una tribuna cubierta, tiene todo lo que se necesita para ser llamado David.

Si esta semifinal estuviera libreteada por la misma gente que trabajó en la Biblia, en Terminator y en los estudios de Jorge Barón Televisión, el Atlético la tendría en el bolsillo antes de saltar a la cancha. Pero por cada iluso que cree en el mito de David y Goliat hay 15 aterrizados que saben que, en el fútbol como en las elecciones presidenciales colombianas, Goliat aplasta a David en el segundo round. No en vano una victoria del equipo español en la serie paga 2.62 euros por cada euro apostado, mientras que la del Bayern apenas paga 1.44.

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Lo último que se juegan estos dos es una diferencia que comienza en los apodos y termina en la médula. En diciembre de 2011, los directivos del Atlético de Madrid le entregaron el equipo a un exjugador e ídolo de la afición llamado Diego Simeone y apodado de cariño El Cholo. "Cholo" es un término, a veces peyorativo, usado en argentina para referirse a los mestizos, o mejor dicho a todos aquellos que no puedan ser encajados en el fenotipo europeo. Y si bien físicamente Simeone no es el mejor ejemplo del mestizaje, su estilo en la cancha y en el banco sí lo son. Como jugador, nunca fue un virtuoso con la pelota, pero siempre estuvo dispuesto a compensarlo con entrega, fuerza y, ¿por qué no?, picardía.

Las 106 tarjetas amarillas que acumuló El Cholo durante sus 375 partidos como profesional en Europa son la prueba de que era un tipo al que no le daba pena llevar el reglamento hasta el límite. Y como técnico, se mantiene fiel a este legado: el fin de semana pasadi, cuando su equipo le ganaba un partido decisivo al Málaga por 1 a 0, Simeone le ordenó a uno de los recogebolas tirar a la cancha un segundo balón para frenar un ataque de su rival. La picardía le costó una sanción de 3.000 euros y una suspensión de tres partidos en los que no podrá dirigir desde el banco, pero ayudó a su equipo a hacer lo único que parece importarle en el fútbol: ganar.

Por su parte, Guardiola llegó al Bayern durante el verano de 2013 tras una estancia de cuatro temporadas en el Barcelona. Allí se convirtió en el técnico más ganador en la historia del club catalán y se ganó un apodo: el filósofo. Guardiola, quien como jugador se desempeñó en la misma posición y jugó en las mismas ligas europeas que Simeone, fue en la cancha todo lo opuesto a El Cholo. Como futbolista, el catalán es recordado mucho más por su zurda mágica, sus pases milimétricos y su elegancia, que por sus barridas y cabezazos.

Como técnico, su estilo es fiel reflejo de ese legado: los equipos de Guardiola no lanzan pelotazos desesperados, no apelan al juego duro y seguro que no tiran balones a la cancha así vayan perdiendo. Esta fidelidad a su filosofía le ha costado varias veces. Durante las últimas dos temporadas, la prensa alemana le ha criticado a Guardiola esta convicción de jugar siempre a lo mismo aún cuando los rivales y las circunstancias parezcan demandar cosas distintas, como en las dos más recientes ediciones de la Champions, donde el Bayern ha sido eliminado en semifinales por el Barcelona y el Real Madrid, respectivamente.

¿Cree usted como Simeone que el fin justifica los medios? ¿O es de los que, como Guardiola, prefiere morir en su ley? Preguntas profundas que van más allá del fútbol como juego. Preguntas que ameritan pegar el culo a la silla y darle chance al partido-metáfora, así le duela a Fernando Vallejo.