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Música

La trágica historia del surf rock camboyano

Los músicos camboyanos hacían un rock surf increíble, hasta que el gobierno y los Jemeres Rojos los mataron a todos.

La artista de surf rock camboyana, Ros Sereysothea.

Cuando un amigo me invitó a una fiesta temática de “surf rock camboyano”, pensé que era un idiota pretencioso. “Será la enésima novedad retro”, pensé. “El tipo de cosas por las que los coleccionistas de viniles de noise surrealista pierden la cabeza porque son kitsch y desconocidas”.

Apenas llegamos a su departamento, mi amigo, borracho, se arrastró hacia su computadora y buscó una canción en YouTube. “Escucha ésta”, me dijo, “te va a gustar”. La canción era "Jam 10 Kai Theit" de Ros Sereysothea, y si tuviera que describirla les diría simplemente que se imaginen todas las piezas más frescas de los Jefferson Airplane con un cuarteto vocal con la columna sonora de una película de Tarantino, todo exprimido en tres minutos de maravillosa locura distorsionada.

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Interesado en la historia de este género musical, descargué un compilado llamado The Rough Guide to Psychedelic Cambodia y quedé fascinado con el ritmo irregular, la voz de Yol Aularong, y el estilo Sinatra de Sin Sisamuth. Pero si toparme con la música de estos artistas ha sido un verdadero placer, buscar comprender algo sobre sus vidas me ha llevado a un descubrimiento terrible: casi todos ellos, de hecho, fueron brutalmente asesinados por los Jemeres Rojos o fueron desaparecidos durante el genocidio que diezmó la población camboyana en los años 70.

Cuando en 1960 los norteamericanos invadieron Vietnam, la vecina Camboya fue víctima de un auténtico bombardeo cultural. Desde Phnom Penh a Pailin, los jóvenes camboyanos lograron sintonizarse con las frecuencias de radio de las Fuerzas Americanas y así escucharon por primera vez rock. Poco a poco la estética psicodélica entró en la conciencia del país e inspiró a muchos músicos camboyanos a recrear los sonidos y las melodías que escucharon.

Pero esta situación no se prolongó por mucho tiempo. En 1970 se desató una terrible guerra civil entre el gobierno camboyano y los Jemeres Rojos, el brazo armado del partido comunista de Camboya. Los norteamericanos se aliaron con el gobierno que, con sus decisiones, no hizo más que alimentar el descontento de la población campesina, aumentando el apoyo popular a los militantes.

“Los Jemeres Rojos nacieron en un periodo en el cual los americanos apoyaban al gobierno camboyano y, al mismo tiempo, bombardeaban Camboya, devastando el campo”, me explicó Ashley Thompson, docente de Historia del Arte del sudeste asiático de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres (SOAS). “Las masacres que ocurrieron en el campo, fruto de una época en la que los drones no existían, la afluencia constante y descontrolada de prófugos hacia la capital, la gran corrupción del gobierno y la militarización del país llevaron a Camboya al colapso. Había muchas razones para enojarse”.

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Cráneos de las vícitmas de los Jemeres Rojos (Foto via).

En 1975 los Jemeres Rojos tomaron el control de Phnom Penh, ahuyentando a todos los habitantes y renombrando el país como Kampuchea Democrática. En realidad, obviamente el gobierno de los Jemeres no fue para nada democrático: Pol Pot, Secretario General del Partido Comunista de Kampuchea, instauró un régimen totalitario.

Los Jemeres Rojos querían liberar a Camboya de la influencia de una cultura que consideraban decadente, y apuntaban a la realización de una utopía agrícola denominada por ellos como “Año Cero”. Para realizar este proyecto, gran parte de la población camboyana fue recluida en campos de trabajo donde a los residentes se les trataba como esclavos. Muchísimas personas eran obligadas a trabajar hasta la muerte o eran asesinadas: se estima que las muertes totales causadas por el régimen alcanzaron los dos millones.

Los Jemeres eran particularmente duros con los artistas e intelectuales que consideraban parte de la élite que había apoyado al gobierno camboyano. “Cuando los Jemeres Rojos ascendieron al poder, la desconfianza hacia los artistas e intelectuales llegó a su punto más alto”, cuenta Thompson.

La portada de un LP de Ros Sereysothea (Imagen vía).

Ros Sereysothe, la reina indiscutible del género, se volvió famosa cantando la tradicional balada coreana en los años 60. A comienzos de los 70 comenzó a experimentar con estilos e instrumentos occidentales. Aunque su carrera fue relativamente breve, fue una cantautora muy prolífica y compuso y colaboró en más de 100 canciones. No es difícil entender cómo se volvió así de famosa: después de todo, fue una de sus canciones la que me hizo apasionado del rock camboyano. Desafortunadamente, se cree que la mayor parte de sus grabaciones, junto a muchas otras obras de arte “decandente”, fueron destruidas por los Jemeres Rojos.

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"Penh Jet Thai Bong Mouy (Ago Go)" de Ros Sereysothea.

Sereysothe fue vista por última vez en Phnom Penh, antes de que la ciudad cayera bajo el control de los Jemeres. Según algunos, habría logrado escapar y dejar la ciudad protegida por un puñado de soldados del gobierno. Otros, por el contrario, afirman que fue enviada a un campo de trabajo Jemer. Según otra versión, fue ejecutada en 1977 por razones desconocidas.

Ninguna de estas versiones ha sido confirmada. La único cierto es que después del genocidio nadie ha oído hablar de ella.

Sin Sisamuth en la carátula de un compilado (Imagen vía

Si Sereysothea era la Janis Joplin camboyana, Sin Sisamuth era el equivalente a Frank Sinatra y John Lennon combinados en una persona.

Como Sereysothea, también él se volvió famoso cantando canciones tradicionales camboyanas, pero se encontró con el rock and roll y de ahí, el inicio de su experimentación con la música occidental, nacieron sus obras más importantes.

Basta con leer los comentarios en sus videos de YouTube para entender el tipo de fama de la cual gozaba como músico. Todavía hoy, muchos jóvenes camboyanos se refieren a él como “el gran maestro Sisamuth”.

“Sin Sisamuth no ha perdido nunca su puesto en el Olimpo de los grandes músicos camboyanos porque encarna una modernidad post Jemer en la que su capacidad artística tomó innovadores y aún así reconocibles giros culturales específicos”, me explicó Thompson.

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Aunque no sea posible reconstruir con exactitud las circunstancias de su muerte, la opinión común en Camboya es que murió frente a un pelotón de fusilamiento.

Además de ser un artista y un intelectual, Sisamuth fue también amigo personal de la familia real que fue derrocada, lo que lo convertía en uno de los principales adversarios de los Jemeres Rojos. Se cuenta que, frente al pelotón de fusilamiento, Sisamuth había aceptado su destino, sólo pidió permiso para cantar una última canción antes de morir.

Su petición habría sido aceptada. Pero al final de la canción, los soldados, aburridos y del todo indiferentes, lo habrían matado sin ningún remordimiento.

Dos horas de Sin Sisamuth.

Una de las cosas que vuelven eterna a la música es la historia detrás de ella. Así como escuchar a Daniel Johnston se vuelve una experiencia totalmente diferente cuando se sabe de su esquizofrenia y de su desorden bipolar, del mismo modo, conocer el triste destino de los rockeros camboyanos cambia el modo en el que se escucha su música.

Pero esto no es necesariamente un mal. Si la historia de Sin Sisamuth, de Ros Sareysothe y de los otros músicos perseguidos por el régimen de los Jemeres Rojos puede ser útil para hacer memoria sobre la barbarie, y para llevar su música a un público mucho más amplio, entonces debemos contarla.

Sigue al autor en Twitter:

@DWoolfson