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Cultură

Por qué la postura condescendiente del Papa sobre el aborto podría igual ser algo bueno

Reducir el estigma del aborto puede tener beneficios reales y prácticos para las mujeres.

El papa Francisco. Foto vía usuario de Flickr Aleteia Image Partners

Me confesé por primera vez cuando tenía ocho años.

En el chiflado mundo del catolicismo, segundo de primaria es el periodo mágico en el que todos nos convertimos en pecadores y necesitamos pedir perdón por la terrible mierda que hemos hecho para asegurarnos un lugar en el cielo.

Me ponía ansiosa el simple pensamiento de tener que recitarle todas mis fechorías a un sacerdote. No en el sentido que podrías pensar, de que sea jodidamente extraño para un niño contarle a un extraño todas las cosas sobre las que se siente culpable. No. Sólo me preocupaba que me regañaran porque mis pecados no estuvieran a la altura o porque no fueran suficientes. Así que me sentaba y hacía una lista de las maneras en las que podría haber quebrantado los diez mandamientos. Una vez, en el confesionario, mientras leía en voz alta "no compartí mis galletas en el recreo" —a la mitad de mi lista— el cura me interrumpió bruscamente: "Está bien, sólo reza diez Padre Nuestro y diez Ave María". Sentía emoción al saber que mi alma sería restaurada a su estado original de pureza.

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En mi adolescencia dejó de importarme. Asistía a un colegio católico de niños que era tan rígido que no pude evitar ser una rebelde. Y me volví resentida hacia una religión que se basaba, en gran medida, en una cultura de la culpa. En mi opinión, algunos de los tabúes más grandes de la iglesia católica —el divorcio, ser gay, abortar— no tienen nada que ver con su maldito negocio.

Pero en uno de esos tres frentes, el nuevo Papa, Francisco, ha hecho el papel de agitador con sus puntos de vista relativamente liberales. El martes pasado causó un revuelo, cuando anunció que en el próximo "Año de la Misericordia" todos los sacerdotes serán libres de absolver "el pecado del aborto".

Las mujeres que quieran ser perdonadas por haberse realizado un aborto —un pecado considerado digno de excomunión— normalmente tienen que reunirse con un obispo y someterse a un proceso bastante riguroso. Básicamente, el Papa está diciendo que cualquier fulano con un cuello romano puede ahora hacer ese trabajo.

"El perdón de Dios no puede ser negado a alguien que se ha arrepentido, especialmente cuando esa persona se acerca al sacramento de la confesión con un corazón sincero", escribió el Papa en una carta al Vaticano, añadiendo que ha hablado con muchas mujeres que "llevan en el corazón la cicatriz de esta angustiosa y dolorosa decisión".

Si como yo, encuentras arrogante y retrógrado que una mujer tenga que solicitarle a un hombre viejo (sí, los curas aún siguen siendo hombres) ser absuelta por una decisión que tomó sobre su propio cuerpo —una que no requiere expiación—, puedes sentir indignación justificada.

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"Lo siento, ¿por qué tendría que sentirme feliz de que el #PapaFrancisco nos 'perdone' por un aborto? No necesitamos perdón", dijo en un tweet Kathleen Pye, una autodenominada activista feminista que trabaja para la organización LGBT Egale Canada.

Pero la realidad no está tan en blanco y negro.

El aborto es todavía ilegal en muchas partes del mundo, lo que resulta en un estimado de 21 millones de mujeres que cada año buscan procedimientos clandestinos. Así que la declaración del papa Francisco, aunque increíblemente paternalista, habla de un estigma que hoy en día todavía sigue siendo predominante.

"Este estigma resulta en tremendos obstáculos para acceder a los servicios de aborto en el mundo", le dijo a VICE Sandeep Prasad, el director ejecutivo de Acción Canadá para la Salud y los Derechos Sexuales.

"El Papa ha dado un paso en la dirección correcta, pero hay muchos más pasos que dar para asegurar que el aborto inseguro sea una cosa del pasado".

El cambio ocurre lentamente.

Las mujeres que todavía anhelan esa sensación de alivio que yo sentía cuando era niña en la confesión deberían poder tener acceso a ella. Tampoco deberían ser juzgadas por quererla, ni por cualquier otra cosa.