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Ursula K. Le Guin

Pregunta a cualquier pirado de la ciencia-ficción y te dirá lo mismo: que Ursula K. Le Guin, a sus 79 años, sigue figurando entre las escritoras (y escritores) más importantes de la actualidad.

RETRATO DE TARA SINN, CON FOTO DE MARIAN WOOD KOLISCH

Pregunta a cualquier pirado de la ciencia-ficción y te dirá lo mismo: que Ursula K. Le Guin, a sus 79 años, sigue figurando entre las escritoras (y escritores) más importantes de la actualidad. También poeta y ensayista de renombre, Le Guin es autora de algunos de los relatos de fantasía y ciencia-ficción más alucinantes de los últimos 40 años, entre ellos Los Desposeídos, La Mano Izquierda de la Oscuridad, The Lathe of Heaven, los seis volúmenes de la saga Terramar, sus nueve antologías de historias cortas y su novela más reciente, Lavinia.

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Todos estos libros te transportan a territorios increíblemente extraños en los que las conjeturas sociológicas, las tecnologías alienígenas y los mitos que más asumidos tenemos los humanos se mezclan para crear el efecto casi psicodélico de modificar la perspectivas y destruir el contexto. Las historias de Le Guin están en línea directa con el linaje de literatura especulativa que va de Edward Bellamy y H.G. Wells a Kurt Vonnegut y William Gibson: aquello que la escritora Nancy Jesser llamó “una antropología del futuro, fabuladora de conflictos y sistemas culturales completos”.

Le Guin vive con su marido historiador, Charles, en Portland, Oregon, en la misma casa desde hace 50 años.

Vice: Siento curiosidad por las motivaciones que pudiese tener una niña de 11 años en los años 40 para enviar relatos de ciencia-ficción a las revistas.

Ursula K. Le Guin:

Bueno, no sé cuánto puedo contarte de las motivaciones de esa niña. Ha pasado mucho tiempo desde que la conocí. Pero, por lo que puedo recordar, envió su relato a una revista de ciencia-ficción porque era un relato de ciencia-ficción. Mi hermano y yo reunimos nuestros enormes fondos monetarios para comprar alguna revista;

Astounding, Amazing

o

Thrilling Wonder

. Veinticinco centavos cada una. Algunos de los relatos eran buenos, otros eran plagios mal hechos. Pensé que yo escribía mejor que algunos de los autores que publicaban, de modo que escribí una historia acerca de una máquina del tiempo y el origen de la vida y la envié. La recibí de regreso con una educada carta de rechazo, de la que me sentí muy orgullosa. Si esperé diez años o así antes de intentarlo de nuevo no fue porque el primer intento fuera un fracaso, sino porque tenía la sensación de que me quedaba mucho por aprender antes de escribir como yo quería hacerlo.

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Existe un debate en torno a lo que constituye verdadera ciencia-ficción. Una película como La Guerra de las Galaxias no es ciencia-ficción en un sentido estricto. Es más una “space opera”.

Esta distinción tiene más sentido para mí: la ciencia-ficción emplea hechos científicos o teorías como fuente de ideas o como marco de la historia. Tiene un contenido científico, por especulativo que sea. Si rompe una ley de la física, es consciente de ello y sigue adelante asumiendo las consecuencias. Si inventa una sociedad alienígena, lo hace conociendo y respetando las ciencias sociales y lo que podríamos llamar “probabilidades sociales”. Y parte de ella es lo bastante autoconsciente como para tratar las metáforas como metáforas. La “space opera” está bien, pero yo a

La Guerra de las Galaxias

la calificaría de ciencia y fantasía porque eso es lo que la mayoría de la gente percibe como ciencia-ficción. La fantaciencia emplea las imágenes que la ciencia-ficción, empezando con H.G. Wells, ha hecho familiares: los viajes espaciales, los alienígenas, federaciones y guerras galácticas, máquinas del tiempo, etc., tomándolas como algo literal y sin importar si son posibles o incluso plausibles. No tiene interés en la ciencia y tecnología reales ni relación con ella. Es fantasía con traje espacial. Espectáculo. Magos con láseres. Chavales con pistolas de rayos. He escrito cosas de las dos tendencias, pero he de decir que no puedo evitar hacer una mueca cuando la gente confunde la fantaciencia con la ciencia-ficción.

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La wikipedia categoriza gran parte de su trabajo de “ciencia-ficción blanda”, una forma de designarlo que suena bastante horrible. ¿Hay algún término más práctico para lo que usted hace? Alguno que no lo restrinja a ninguna categoría de ciencia-ficción.

¡Eso sí que me hace poner muecas! Algunos escritores decidieron hace tiempo que la auténtica ciencia-ficción sólo podía estar basada en la ciencia pura y dura: astronomía, química, física, ingeniería, informática… El término “duro” acarrea una carga de género sexual. Por supuesto, estos señores encuentran que las historias que se basan en ciencias “blandas”, como las sociales, son una forma devaluada de ciencia-ficción. Las ven como un tipo de literatura femenina dirigida a lerdos. Pues muy bien. Si alguien quiere construir un guetto dentro de un guetto y vivir ahí, por mí vale. Pero desearía que este sectarismo no hubiera infectado la wikipedia. Si desean calificar mi trabajo de ciencia-ficción social, que lo hagan, pero mucho de lo que escribo ni siquiera tiene que ver con la ciencia-ficción.

No me diga que todavía encuentra resistencia de los lectores varones a la idea de una mujer que escribe ciencia-ficción…

Entre los escritores varones se daba una tendencia nada desdeñable a golpearse el pecho y marcar el territorio, pero la mayoría de ellos fallecieron durante el Paleolítico. Por parte de los lectores sólo ocasionalmente he encontrado resistencia. Los misóginos simplemente me evitan, a mí y a mis libros, siguiendo el principio de que lo que ignoro no puede herirme. Las mayores reacciones negativas en cuanto a género sexual me las encontré con

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Tehanu

, el cuarto libro de la saga

Terramar

, que cambió el punto de vista: se pasó de un poder masculino en un mundo dominado por hombres a un mundo en el que hombres y mujeres estaban indefensos por igual. Eso molestó mucho a los lectores varones. Lo vieron como una traición. Yo encuentro que es exactamente lo contrario.

¿Hay muchas escritoras de ciencia-ficción además de usted?

La mayoría de nosotras estamos inscritas en la Science Fiction and Fantasy Writers of America, y como soy bastante curiosa hace poco revisé el directorio y conté cuántos hombres y mujeres había. Conté 194 en total: 6 con iniciales ambiguas o nombres propios indistintamente masculinos y femeninos, como Lee y Chris; 68 mujeres y 120 hombres. Parece que el ratio entre escritores profesionales es de dos hombres por cada mujer, aproximadamente. Me parece bastante ajustado. Según indican las encuestas de la revista

Locus

, el público lector de ciencia-ficción ha basculado hacia las mujeres y las personas de cierta edad.

No imaginaba que hubiese tantas. ¿Qué puntos de vista propios aportan las mujeres a la ciencia-ficción?

Éste es un tema muy amplio, ya que implica qué aportamos todas nosotras que sea inusitado a la literatura de ficción en general, y si en realidad hay algo inusitado que aportemos. Lo que sí diría es que la llegada en los 60 y 70 de un sustancial número de escritoras, junto con unos cuantos varones poco convencionales de la misma generación, abrió el rango de posibilidades del género, aumentó su sofisticación intelectual y literaria, introdujo personajes femeninos y no heterosexuales creíbles y mejoró la calidad general de la prosa. Y ganó muchos nuevos y fieles lectores.

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En su última novela, Lavinia, da cuerpo a un importante personaje femenino de La Eneida de Virgilio, uno que en el poema original no habla nunca. Hay algo en ella que me hizo pensar. En el mundo antiguo la gente arrastraba la carga de anticipar una existencia infeliz en el más allá, como si el Cielo no existiera y sólo se pudiera esperar el Infierno o el Purgatorio. Lo que pensé es que tuvo que ser difícil crear motivaciones para personajes con esa visión de las cosas.

¿Estás diciendo que la gente ha de creer que va a ir al Cielo para encontrar una razón por la que vivir en la Tierra o vivir según los dictados de su conciencia? Espero que estés equivocado. En realidad estoy siendo educada. Estoy convencida de que estás equivocado. La idea de un Cielo y un Infierno es un punto clave en el judaísmo, el cristianismo, el islamismo y algunas formas doctrinarias de budismo. Para el resto de nosotros, simplemente no tiene sentido. No vivimos para morir, vivimos para vivir. El más allá del mundo grecorromano no era un infierno ni un purgatorio. Algunas de las sombras que lo moraban eran infelices y otras eran felices. Dependía en buena medida de cómo hubiese sido su comportamiento cuando estaban vivos, y todos preferirían estar vivos que estar allí, lo cual es comprensible. Virgilio describe el lugar en el sexto libro de

La Eneida,

si te interesa saber cómo pensaba él que sería. Pero tu pregunta, que intencionadamente o no has formulado en términos de una creencia religiosa concreta, es sencillamente imposible de responder tomando mi novela como base.

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No, no. Yo, como ateo, no creo que una moralidad venga determinada por la creencia en dioses y religiones. Pero, admitiendo que la historia antigua no es mi fuerte, tuve la impresión de que el más allá estaba poblado exclusivamente por sombras melancólicas y torturadas, de que para los mortales no era posible el concepto de un Paraíso. De acuerdo, error por mi parte

Tranquilo. Tiendo a saltar como un muelle cuando alguien intenta encajar mi trabajo en el molde de cualquier fe religiosa, que no profeso ni quiero profesar sobre todo si es monoteísta. Mis disculpas.

El espíritu de Virgilio se le aparece a Lavinia varias veces, y en una escena desgrana un condensado pero extremedamente gráfico recuento de las muertes violentas que hay en La Eneida. ¡Se extiende varias páginas! Su palpable cinismo, ¿es también el de usted? ¿Es Lavinia un libro antibélico?

No es cinismo, es indignación. Hay una gran diferencia. Y sí,

Lavinia

es un libro antibélico, como lo es

La Eneida

.

La novela incide en varios temas, el más interesante de ellos es la unión del concepto de destino con el privilegio narrativo del autor. En este caso el personaje de Lavinia se encuentra con su autor, pero el destino sigue su curso. Parece una idea recurrente en su trabajo.

Yo no lo creo así. No creo que haya escrito mucho sobre el destino como tal. Cuando leo las tragedias griegas o

La Eneida

, la idea de una persona con un destino y viviendo acorde a él—o rebelándose en su contra, y por tanto contraviniendo la idea de quién se supone que es—para mí tiene completo sentido. “Destino” es una palabra muy grande. “Deber” u “obligación” son palabras relacionadas, no tan grandes pero con un claro sentido moral en la vida diaria. En la historia, Eneas tiene un destino. Es un héroe. Con Lavinia sucede lo mismo. Está destinada a casarse con el héroe. Pero desde su punto de vista, y creo que también del de Eneas, lo único que ambos hacen es averiguar cuál es su deber y llevarlo a cabo. Consiste, básicamente, en su responsabilidad para con los suyos: familia, amigos, compañeros, paisanos. Esto no ha cambiado mucho, creo yo, en los últimos 2800 años. Y ése sí me parece que puede ser un sujeto recurrente en mis obras: el de intentar saber qué se supone que tienes que hacer y cómo has de hacerlo.