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Cultură

Él diseña los hoteles donde coges en la CDMX

A partir de 2005, los hoteles de paso en la ciudad sufrieron un cambio radical. Más propositivos y con espacios más juguetones, el responsable es un diseñador de interiores mexicano llamado Aurelio Vázquez.

Aurelio Vázquez, un diseñador de interiores con 25 años de carrera, puede presumir que su trabajo ha influido en la forma como los habitantes de la Ciudad de México ejercen su sexualidad. Por lo menos una parte de ellos. Sentado tras su amplio escritorio en una oficina con un muro de cristal desde donde tiene contacto visual con su equipo creativo, con el sonido de las barrenas y las enormes palas mecánicas de una construcción vecina colándose sin pudor en la charla, dice que está mal que él lo diga, pero sí, algo hay de cierto en ello.

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Los hoteles de paso remitían a prostitutas e infidelidades. Y se les asociaba con lugares sucios, pecaminosos, oscuros, hediondos, adonde se llegaba prácticamente a hurtadillas. Así que cuando le encargaron el interiorismo del Pirámides Narvarte, un conocido hotel ubicado en el Eje Central, se propuso darle la vuelta a tantas connotaciones negativas. Nunca imaginó el alcance que tendría. Hoy, diez años después de aquella experiencia, entrar a un "hotel de amor", como él los llama, ya no es algo que se oculte, sino que incluso se presume. Él ya ha hecho 40, entre La CDMX, Estado de México, Veracruz, Campeche, Mérida y Cancún, y sus diseños han sido replicados en esta especie de boom que se vive en la Ciudad de México en lo que él asume como un homenaje a su trabajo: hacer de los hoteles de paso una experiencia de gozo y felicidad.

"Me siento un poco con la paternidad de ese boom", dice Aurelio, enfático pero sin presunción. "Se siente muy padre generar un movimiento tan importante como ése. Aparte ya empieza a ser como el original y la copia. Entonces si lo hice yo, es un hotel de amor original, porque me choca llamarles hoteles de paso y, reflexionando, le pusimos hoteles de amor. Registramos la marca, abrimos la página web, abrimos sus redes sociales. Fue como para decirle a la gente: ojo, hay hoteles de paso y hay hoteles de amor, que son los que yo he hecho. Y ése es un diferenciador".

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"Algo estaba mal con el modelo", cuenta Aurelio, un hombre de cabello quebrado y entrecano y con mirada vivaz, al que se le nota que le entusiasma charlar. "¿Es normal que hacer el amor esté casado con todas estas cosas malas? Era ilógico. Lo que hicimos fue algo tremendamente elemental: hacer el amor es una cosa bonita, increíble, ¿cuál sería su espacio ideal? Divertido, alegre, inspiracional, cachondo, con personalidad, que no se parezca a tu casa, algo diferente, un espacio que incite y empuje a que la gente desarrolle su creatividad sexual. Suena súper sencillo, pero había que cambiarle el chip a estos clientes".

Así que lo que empezó prácticamente de forma circunstancial —haber aceptado un trabajo que de entrada sonaba increíble—, le ha dado tal reconocimiento que hasta se siente rockstar cuando habla de "sus hoteles" en conferencias sobre interiorismo. Cuando hizo el Pirámides, nada quiso saber de la competencia y simplemente pidió que lo dejaran trabajar. "Se shockearon un poco. Se habían preocupado por la competencia, por la rentabilidad, por la durabilidad de los cuartos, pero nunca habían pensado en su cliente". Él sí, bajo la premisa de que el dueño del espacio no es el usuario. Y sabiendo que a lo que va la gente es a hacer el amor. Así que va pensando en diferentes escenarios, alrededor de cinco, dentro de la habitación, para que el usuario tenga algo más que la cama para tener sexo y que, a menos que sea Supermán, no se acabe las opciones en una sola visita.

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El usuario, lo tiene claro Aurelio, "es cualquier adulto que ejerza libremente su sexualidad". Eso le deja un inmenso abanico de posibilidades porque el rango va de los 18 a los 80 años. "Parejas de universitarios y de jóvenes con sus primeras relaciones, parejas de novios, matrimonios que quieren romper la monotonía, la comunidad lésbico gay. Todo el mundillo de divorciados que parece un boom. Todo el tema de la tercera edad, que con el viagra y tal han tenido un segundo aire muy fuer-te con su sexualidad. Y por ahí puedes meter gente que quiere prostitución, por supuesto. Pero hasta en el Camino Real debe haber prostitución. O infidelidades, que hasta en el Camino Real debe haber. Antes sólo lo encasillabas a esto último".

Aurelio Vázquez no sólo diseña hoteles de amor. Esta actividad sólo representa 40 por ciento de la facturación de su despacho, DIN Interiorismo, el cual fundó hace 25 años. "El diseño transforma vidas, mejora vidas. Se oye tremendamente ambicioso, pero es más o menos lo que quiere decir". Aurelio no es ni arquitecto ni ingeniero. Él es de los pocos profesionales que puede presumir haber estudiado la carrera de Diseño de Interiores: lo hizo hace 30 años, en el Instituto Artístico de Enseñanza de Madrid, en España, porque entonces en México no había dónde (a menos no para varones).

Junto con su equipo creativo, se encargó de cambiarle la cara a las oficinas y redacciones de Canal 22, Grupo Imagen y el periódico Excélsior. También del interior de la biblioteca pública Ibby en Mixcoac, de Casa Palacio, La Europea, la tienda del MODO, el hotel Howard Johnson y el Holiday Inn, ambos en el Centro Histórico del D.F, así como del restaurante El Puntal y la tienda Eno de Enrique Olvera. Incluso acaba de terminar una funeraria en Pachuca.

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"Una persona urbana debe pasar como 85 por ciento en el interior de algo, que le transmite sensaciones, lo hacen sentir mejor o peor, convivir mejor, comerciar mejor o trabajar mejor o peor. Con esa responsabilidad diseñamos. Dices: la cago aquí y los que trabajen, vivan, convivan, comercien o tengan relaciones sexuales aquí, van a tener una mala experiencia".

La idea es divertirse. "Siempre con una obsesión", enfatiza Aurelio "que cada hotel tenga una personalidad propia, diferente a los otros. Obviamente no copiándole a nadie más, mucho menos a nosotros mismos". En todos hay un hilo conductor, es decir, el espacio cuenta una historia. Así, las líneas de inspiración de los hoteles de amor han ido desde los ombligos hasta los caballos, el surrealismo, las letras, los números, la poesía, los colores, los corazones. Y mientras más hoteles tiene, "tenemos más lugares de donde no copiar, entonces se vuelve en un proceso súper divertido".

Y el mobiliario, para cuya manufactura a veces intervienen hasta tres proveedores diferentes, está pensado para que el usuario eche vuelo a su imaginación. Una estructura tubular circular al pie de la cama, con un asiento en vinil, inspirada en el Hombre de Vitruvio (Pop Life); un cenote que comunica por debajo un sector de la habitación con otro (Centra2); una hamaca sostenida por un lado con un tubo que puede usarse como se quiera (Pirámides del Valle); unos cubos con retos juguetones (ABCentral), o una pelota con resorte (OH) son ejemplos de la creatividad que busca Aurelio.

Además, busca quitarle la connotación de que los hoteles de amor de diseño son caros para el cliente. "He hecho hoteles en Valle de Chalco, en Ecatepec, en Coacalco, en Ixtlahuaca, en lugares que dices, ¿ahí? Acabo de terminar uno en Neza divertidísimo, increíble. Un hotel que si lo pones en Polanco sería de súper turismo y sin caer en el rollo de que es muy caro. Aquí la pregunta es ¿qué los de Neza o los de Valle de Chalco no tienen derecho a vivir su sexualidad en un espacio diferente y bonito?"

Y todos sus hoteles son lugares de éxito. Han conectado con la gente. "Para mí esto es como el gran ejemplo de que si logramos modificar el modelo de negocio tan antiguo, tan arraigado en México, como los hoteles de paso, dime qué no se puede transformar".