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No hay derecho

Yo también negué ser negra

Para que haya una respuesta más franca sobre 'quién soy yo' se necesita que la sociedad haga un mayor reconocimiento y valoración sobre el ser afrodescendiente.

"Yo realmente no me encasillo en una etnia.

Yo precisamente estoy haciendo una inclusión afro-descendiente (…)

y creo que eso lo que debemos exponer en el país,

porque somos ricos en multiculturalidad y plurietnia y eso es lo que yo represento.

A parte de mis compañeras que son netamente afro, esa es una ventaja en el reinado nacional."

Andrea Tovar, Señorita Colombia 2015

Esta es la columna de Dejusticia en VICE.

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¿Ser o no ser afrodescendiente? Una de las entrevistas de la actual señorita Colombia ha revivido el interés sobre esta pregunta que nos ha perseguido desde los tiempos de la naciente república. "Yo realmente no me encasillo en una etnia", "yo soy morenita o morenito", o hasta "yo soy chocolatico", son frases que aún se escuchan con cotidianidad y que en muchos casos traen consigo la penosa carga de la negación de la identidad, del racismo en carne propia. Pero el "blanqueamiento" puede resultar también de la percepción externa de quien tiene en su imaginario 'lo blanco' como deseable, como el objetivo último del mestizaje.

Esto no es lejano para quienes, siendo afrodescendientes, tenemos también rasgos asociados a otros grupos raciales. Yo, por ejemplo, que entraría en la categoría colonial de 'zamba', todavía recuerdo cuando, siendo una niña, miraba repetidamente el espejo y desdecía de mi pelo por no ser tan liso como el de mi madre. Recuerdo, entonces, mi determinación para participar en esas tortuosas sesiones conjuntas de universitarias cartageneras que nos alisábamos unas a otras el pelo usando, incluso, una mezcla entre destapa-cañerías y maicena. También recuerdo las largas faenas destiñendo el arroz en vasos de agua para sacar de él la blancura que, posada en mi cara, daría a mi piel un toque de mayor claridad. Aún me avergüenzo de aquellas noches de júbilo en el Caribe cuando excepcionalmente sonaba una champeta en alguna discoteca de moda, y afanosamente deteníamos el baile, para posar de ignorantes, mientras el cuerpo contenía el ímpetu frente al tambor. Porque, como diría Frantz Fanon hace ya varias décadas, 'la mulata' tiene la opción de escoger entre ser más negra o no, aunque finalmente su espíritu y su cuerpo refuten su elección.

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Con lo anterior no quiero asegurar que el mío sea el caso de la reina nacional, sólo rememorar que esta tensión sigue vigente en esta nación, donde aún creemos que el mestizaje nos hizo iguales, donde aún vivimos bajo el 'mito de la democracia racial', aquella falsa idea de que con la democracia todos y todas seríamos iguales ante la sociedad, sin importar nuestros rasgos, color de piel o etnicidad. Pero no es así. Luego, entonces, la respuesta a la pregunta sobre la identidad racial en Colombia no siempre es neutra, puesto que las relaciones raciales en el país siguen teniendo lo "blanco" como un referente de superioridad. Sólo basta mirar entidades, empresas, instituciones educativas y hasta medios de comunicación, donde la figura de lo 'blanco' tiene no sólo mayor, sino también 'mejor' presencia. De hecho, en la última encuesta sobre Etnicidad y Raza en Latino-América (PERLA), se verificó lo evidente: que en Colombia efectivamente hay mucha más discriminación en contra de las personas con tez más oscura, que frente a aquellas con tez 'intermedia' y más clara.

Como resultado de esta encuesta se identificó, además, que en Colombia los 'grupos mulatos' han logrado mayor movilidad social y tienen ingresos más altos que la población afrodescendientes de tez más oscura. Y, como era de esperarse, la mayoría de las personas encuestadas se identificaron como 'mestizas', incluso un número significativo de personas con tez 'intermedia' y oscura.

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Pero es comprensible. Pues, como han destacado algunos académicos al valorar los resultados de varias encuestas sobre identidad racial en Colombia, "el 'blanqueamiento' constituye un discurso pragmático de corte racial." Lejos de aquellos lugares donde tradicionalmente la sociedad nos ha posicionado (como el deporte, las artes y la cocina), es simplemente más privilegiado tener tez clara.

Sin embargo, no sólo los y las afrodescendientes despintamos nuestro ser. También se han registrado casos en los que el encuestador o la encuestadora "blanquea" a la persona objeto de encuesta a voluntad. En países como Brasil, que tiene una configuración racial similar a la nuestra, se ha identificado que en muchos casos el entrevistador o entrevistadora ha "blanqueado" a las personas con mayor mixtura racial. Este "blanqueamiento" ha sido más frecuente cuando la persona entrevistada, que previamente se ha auto-identificado como afrodescendiente, tiene un nivel educativo alto o vive en barrios de mayor estratificación. Otros estudios han encontrado una tendencia a encasillar a personas afrodescendientes dentro una categoría mixta, para obviar así su sentido de prevalencia étnica.

Finalmente, PERLA arrojó además que "las mujeres tienen siempre una menor participación porcentual que los hombres con respecto a lo que la encuesta recoge como categorías cercanas o similares a la población afrodescendiente."[1] En palabras sencillas, las mujeres tienden a 'blanquearse' más que los hombres, evidenciando así la mayor presión generada por el cruce entre la raza y sexo/género. ¿Por qué? Sencillamente porque existen cargas adicionales para las mujeres, originadas de los roles sociales impuestos, que nos exigen ser finas, delicadas, sensibles, sumisas, eróticas, sensuales, etc. ¡Imagine entonces el peso de esa carga sobre una mujer que además es negra! Los mayores índices de invisibilización, sub-valoración y discriminación de las mujeres afrodescendientes, son detonantes en esa auto-anulación física, política e identitaria.

Cabe entonces considerar que no necesariamente quien responde 'no ser', efectivamente 'no sea'. Para que haya una respuesta más franca sobre 'quién soy yo' se necesita que la sociedad haga un mayor reconocimiento y valoración sobre el ser afrodescendiente, que debe empezar no sólo por tener una más nutrida representación de la población afrocolombiana en espacios que rindan culto a la belleza, sino también por la visibilización de nuestro rol en la historia, la ciencia, la academia y la construcción de este país.

* Investigadora de Dejusticia y del Observatorio de Discriminación Racial.


[1] Urrea-Giraldo. La población afrodescendiente en Colombia, disponible en: http://www.cepal.org/celade/noticias/paginas/7/212…