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Cultură

​¿Cómo se castiga el canibalismo consensuado?

El deseo erótico de morir y ser devorado es tan perturbador que parece que no se puede tratar como cualquier otro deseo.

Imagen vía Wikimedia Commons.

El miércoles pasado, el tribunal de Dresde, Alemania, condenó a Detlev Guenzel, de 56 años de edad, a pasar ocho años y medio en la cárcel por el presunto asesinato y desmembramiento consensuado de Wojciech Stempniewicz. Guenzel conoció a Stempniewicz, un empresario de 59 años que vivía en Hanover, en una página web dedicada al fetiche caníbal y quedaron de verse en la Pension Gimmlitztal en Hartmannsdorf-Reichenau, una posada cerca de la República Checa.

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Guenzel tiene tres hijos y trabajó por 30 años en la policía de Dresden como experto en caligrafía. Sus conocidos lo describen como una persona amable y cortés. (Su pareja nunca supo sobre sus tendencias sexuales; lo dejó y se escondió cuando el crimen se hizo público.) Sin embargo, aunque nadie sabía, Guenzel se sentía atraído por la idea del canibalismo desde hacía mucho tiempo. Los hombres entraron en contacto por primera vez en octubre de 2013 a través de un hilo llamado "Schlachtfest", un término alemán que se refiere al festín que se lleva a cabo tras el sacrificio de un cerdo. Stempniewicz se hacía llamar "Heszla-Longpig". "Longpig" es un eufemismo que utilizaban los exploradores coloniales para referirse a la carne humana que consumían las sociedades antropófagas. Los mensajes dejan claro que los dos hombres estaban de acuerdo.

"Desde su juventud, la fantasía de la víctima era que lo asesinaran y se lo comieran", decía un artículo publicado en 2013 en el tabloide británico Daily Mail que cita lo que comentó Dieter Kroll, jefe de la policía de Dresden, poco después del asesinato.

El 4 de noviembre de 2013 se vieron en persona por primera vez. No se conocen los detalles de la muerte de Stempniewicz a pesar de que se debatieron en la corte. Lo único que queda claro es que Guenzel descuartizó el cuerpo de Stempniewicz, enterró los restos en su jardín y grabó un video de 50 minutos del acto.

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La policía restauró el video y lo presentó en privado durante el juicio. En el video se ve cómo Guenzel, vestido únicamente con ropa interior y bañado en sangre, descuartiza el cadáver de Stempniewicz mientras escucha música pop y de vez en cuando se detiene para revisar si la víctima tiene pulso o no.

Como el cuerpo de la víctima estaba tan mutilado, fue imposible determinar la causa de muerte, lo cual provocó una gran disputa en el juicio. La defensa trató de demostrar que Stempniewicz se había ahorcado a sí mismo en la mazmorra sado de Guenzel y que el acusado sólo "alteró el cadáver" al descuartizarlo. Al final, Guenzel fue declarado culpable del asesinato pero su sentencia fue más corta de lo que esperaba el Estado.

Todos los encabezados se refieren al crimen como un "acto de canibalismo", pero en realidad es un claro ejemplo de un fenómeno más nuevo y más extraño llamado "vorarefilia". A las personas como Guenzel y Stempneiwicz se les conoce como "vores". Los vores son personas que obtienen placer (sexual o de cualquier otro tipo) al imaginar que se comen a una persona, que otra persona se los come, o al ver gente o animales comiéndose uno al otro. La vorarefilia es una inclinación tan extraña que ni siquiera aparece en el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM, por sus siglas en inglés). Sin embargo, es tan amplio que se puede clasificar en subcategorías: a algunos les excita la idea de que se los trague el escroto de un hombre, a otros les gusta la idea de que se los trague la vagina de una mujer para regresar al útero, etcétera. Son muy pocos lo que disfrutan las imágenes gore de canibalismo y, por supuesto, es muy poco probable que se hagan realidad.

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Las pocas confesiones de vores autoproclamados que han reunido los doctores indican que los vores son individuos normales. No ven sus fantasías como una necesidad de asesinar o ser asesinados, sino como una obsesión con la idea de que otra persona los absorba por completo.

Los vores nunca han podido explorar o cumplir sus fantasías libremente. Sin embargo, al igual que con muchas subculturas oscuras, el internet ha sido una herramienta muy útil para reunir a los vores en foros como Cannibal Café (que dejó de funcionar en 2002 por ordenes de las autoridades alemanas) y el espacio de fetiche extremo llamado Dolcett Girls (que sigue activo). Muchos utilizan estas páginas para publicar imágenes editadas con Photoshop y para platicar, pero nunca con la intención de volver realidad sus fantasías. Aunque unos cuantos individuos han llegado a utilizar estos espacios digitales para entrar en contacto y materializar sus fantasías caníbales.

El caso de Guenzel no fue el primer encuentro exitoso entre chef y plato fuerte en llegar a los encabezados. Es más, ni siquiera es el primer caso que ha ocurrido en Alemania. En 2001, el técnico informático Armin Meiwes asesinó y se comió a un hombre que al parecer quería ser devorado. Meiwes se volvió un caso famoso entre los psicólogos que querían estudiar la vorarefilia porque le encantaba describir los impulsos caníbales que comenzó a sentir entre los 8 y los 12 años de edad. La intensa sensación de soledad y abandono fue lo que lo orilló a imaginar que se comía a sus amigos de la escuela. El impulso creció por su afición a las películas de terror y por todas las veces que vio cómo sus vecinos sacrificaban ganado. Se creía que Meiwes era usuario de Cannibal Café, sin embargo, en realidad utilizó foros caníbales gay privados para publicar cerca de 60 anuncios en busca de un joven dispuesto a ser devorado en una habitación sin ventanas especialmente diseñada con ese propósito y equipada con una jaula, ganchos de carnicero y otros accesorios de su granja.

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Finalmente encontró a Bernd Jürgen Armando Brandes, un ingeniero que estaba muy interesado en la oferta, y empezó a intercambiar mensajes increíblemente sexuales y perturbadores con él.

"Se derrama sangre caliente… Al final no puedo escapar de mi masacre", dice un mensaje que escribió Brandes. "Me excita sentir que estoy a tu merced, que soy de tu propiedad, que te entrego mi carne".

"Sería increíble ver su delicioso cuerpo expuesto de esa forma", respondió Meiwes.

Meiwes describió gráficamente el asesinato de Brandes y grabó el acto en un video de dos horas. Los dos trabajaron en equipo para amputar el pene de Brandes y lo frieron en su propia grasa, aunque al final no se lo pudieron comer. Veinte pastillas para dormir y media botella de schnapps después, Brandes dio su consentimiento para que Meiwes lo matara. Brandes se desangró voluntariamente dentro de una tina y al final Meiwes le cortó la garganta. Meiwes le susurraba al cadáver mientras lo descuartizaba. Después congeló las 66 piezas de carne y se las comió poco a poco durante diez meses hasta que lo capturaron. Un estudiante austriaco que estaba haciendo una investigación descubrió uno de sus anuncios donde decía que buscaba una nueva víctima y lo delató a la policía. Cuando lo arrestaron, aún habían 15 trozos de la carne de Brandes en el congelador del asesino.

En el juicio, los psiquiatras determinaron que ni Meiwes ni Brandes padecían de algún trastorno mental. Además, Meiwes trató de diferenciar el asesinato del canibalismo y explicó que no tenía deseos de matar a Brandes, sino de comérselo, y así fundir sus almas en una sola para poder absorber las características y habilidades que poseía Brandes, como su nivel de inglés. En 2004, el juez lo sentenció a ocho años y medio en prisión. No obstante, la indignación pública hizo que se volviera a abrir el caso. En 2006, Meiwes recibió cadena perpetua.

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Hoy en día, Meiwes asegura que se arrepiente de sus actos. Además es vegetariano y se dedica a hablar públicamente sobre la vorarefilia para tratar de disuadir a otras personas de que cumplan sus fantasías y sus deseos.

Hay otros casos donde el canibalismo consensuado no resultó como se esperaba. En 2011, un sueco descubrió que el eslovaco con el que hablaba sobre sus fantasías iba en serio cuando decía que quería comerse a alguien, así que decidió avisarle a la policía y al final tuvo lugar una balacera donde murió el presunto caníbal. El año pasado, Dale Bolinger, un enfermero inglés, trató de reunirse con una chica menor de edad que conoció en Dark Fetish Network para comérsela, asegurando que ya se había comido a otra chica, lo que resultó en una investigación encubierta del FBI.

Aunque quizá el caso más interesante relacionado con el fetiche vore fue el de Giberto Valle, un policía de 28 años de edad que vivía en Nueva York, quien fue arrestado en 2013 después de que se encontró una lista de mujeres a las que planeaba violar, torturar, asesinar, descuartizar y comer. En realidad nunca hizo realidad sus fantasías pero fue acusado de conspiración de secuestro. No se sabe si Valle era una amenaza real o si sólo trataba de expresar sus impulsos oscuros e inherentes con una fantasía inofensiva que nunca cumpliría.

He aquí otra cuestión un poco más polémica en torno al canibalismo: ¿Hasta donde es válido el consentimiento entre dos seres humanos adultos? ¿Es válido cuando se trata de un comportamiento que no sólo es peligroso sino mortal?

"Los mayores de edad que dan su consentimiento deben tener el derecho de hacer lo que quieran", dijo Perro Loco, el moderador de un foro dedicado al fetiche vore, para la página the Awl en 2011. "Deberían poder matarse si eso es lo que quieren. Si no están de acuerdo, entonces sí es asesinato y está mal".

Sin embargo, gran parte de la población opina que si alguien quiere morir y ser devorado o matar y devorar a otra persona, significa que está mal de la cabeza. Entonces, si es inestable, no puede dar su consentimiento. El deseo erótico de morir es tan perturbador que parece que no se puede tratar como cualquier otro deseo. Además de la polémica que va a desatar, la condena tan flexible de Guenzel demuestra que aún estamos muy lejos de llegar a un acuerdo legal, moral y psicológico con respecto a este tema.