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Cultură

¿Qué tipo de yonqui eres?

Pregúntate si entras en alguna de estas categorías. Si es así, por favor haz algo para corregirlo, por el bien de este mundo.

(Ilustración por Dan Evans)

Ser dealer a veces es emocionante. Estás vendiendo sustancias que hacen que el cerebro sienta que está envuelto una de esas toallitas calientes que te dan en las aerolíneas caras, y, pues, es ilegal.

Pero fuera de eso, vender drogas es muy aburrido. La mayor parte de mis horas laborales las paso esperando a –o transportándome hacia– clientes que invariablemente resultan ser personas de hueva. Suena feo pero llevo casi 10 años trabajando como dealer y en ese tiempo me he dado cuenta de que la mayoría de mis clientes entran en categorías ya establecidas de personas que, siendo objetivo, son muy aburridas.

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Así que, la próxima vez que llames a tu dealer en viernes por la noche y te quejes porque llegó 15 minutos tarde a tu casa y desacomodó tu apretada agenda, piensa en esta lista. Cuando esté ahí parado, viéndote fijamente, con una expresión seria como si le hubieras metido baba en la oreja con el dedo en un funeral, piensa en esta lista. Pregúntate si entras en alguna de estas categorías. Si es así, por favor haz algo para corregirlo, por el bien de este mundo.


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El chico citadino despistado

Este es mi tipo de cliente favorito. La tormenta perfecta de orgullo varonil y falta de conocimiento sobre lo que está comprando –y, de vez en cuando, de cómo interactuar con otros humanos– lo hace muy vulnerable. Esto quiere decir que son fáciles de estafar tanto en precio como en cantidad. Además, no siento culpa por que, viéndolo bien, estos tipos son los responsables de todo lo que está mal en el mundo.

Aquí viene, con su sudadera de cuando se graduó de la universidad en 2010, su playera Abercrombie, sus pants rotos de la parte de abajo y chanclas, si importar que haga mucho frío. En esta ocasión –como en todas las anteriores, no hay falla– va a tratar de chocar puños antes y después de la transacción.

El adicto al K

Usualmente no vendo K a menos que esté en un festival (interactuar con adictos al K todo el tiempo sólo es posible en periodos de tres días una vez al año) pero he ido a suficientes festivales para aprender a identificar a comprador estándar de ketamina.

Igual que los mariguanos que me llaman cada fin de semana para pedirme 100 pesos de mota, la mayoría de estos yonquis no funcionan bien sin su dosis diaria de K. Eso de "funcionar bien" es una forma de describir a una persona cuya vida consiste en flotar infinitamente a través de un túnel largo y oscuro pero al menos están más presentes con todo y sus balbuceos y tropezones que cuando están ahí sentados, sobrios, sin decir nada. (¿Por qué los que consumen K regularmente son tan aburridos cuando no se meten una bolsa entera por la nariz?

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Una cosa más, este grupo nunca cuestiona el precio. Sólo quieren su K.

El papá

Muchos van a ser este tipo en diez años: calvo, con panza chelera y muerto por dentro, hasta que empieza a hablar de drogas.

"Hermano", dice el papá y se le ilumina el rostro. "Ya no hacen toques como los de antes".

"Todavía me acuerdo cuando me daba el bajón por las tachas, me fumaba un churro de los gruesos", continúa con un tono que suena cada vez más como el de un personaje de Human Traffic. "Hoy en día ya no me da tiempo, ya sabes, por los niños, pero mi esposa y yo queremos consentirnos un poco con polvo colombiano este fin de semana. Vamos a ir a una fiesta con los que íbamos a los raves y queremos divertirnos un poco".

También podemos encontrar a muchos papás dejando el mismo tipo de comentarios en todos los clásicos de acid house en YouTube.

Un universitario

El universitario

Estos chicos y chicas son la definición de "conejo en plena carretera frente a un tráiler que va a 120 kph". Están en una ciudad nueva, rodeados de gente nueva a la que tratan de impresionar y dicen "seguro" con más frecuencia que cuando vivían con sus papás. Solía ser amable con ellos porque en algún momento yo también fui un estudiante que hacía lo posible para obtener droguitas decentes y gastaba todo lo de mi beca en la fiesta.

Pero claro, ahora es una nueva generación totalmente diferente que va a raves de Jamie Jones, usa huaraches Nike y le encanta gastar 50 pesos en globos para inhalar helio. Los tiempos cambian, igual que yo. Ahora en vez de ser amable con ellos, les dejo las pastillas de 100 pesos a 300 y me porto como un pendejo malagradecido.

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El madrugador

Como ya dije, trato de no odiar a esta persona porque me ha pasado. Pero es difícil no odiarlo si te llama 11 veces entre las 5 AM y las 8 AM en domingo.

Los madrugadores son los que todavía no saben lidiar con los bajones o no saben cómo racionar y estar preparado para el hecho de que cuando regreses a de tus vacaciones vas a querer echarte un par de líneas.


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La madre naturaleza

Este vagabundo cósmico es quizá el más molesto de todos mis clientes: se parece al adicto a la ketamina pero es más consciente (es decir, más aburrido e irritante) por todo el ácido líquido y el DMT que se ha metido. No recuerdo una sola vez en la que me haya tomado menos de 20 minutos concretar una venta con ellos por teléfono.

"Qué oooonda, carnal", dicen por el teléfono. "Sólo hablaba para preguntarte si tienes un poco de… ¿qué? ¿eme? Sí, eme. Y si me puedes vender medio gramo".

No puedo vender medio gramo y nunca, en todas las veces que he tratado con esta persona, he aceptado vender medio gramo.

"Ah, y mi amiga Andrea pregunta que si se lo puedes dejar más barato? No, espera. ¿Tú también quieres, Toño? Oye, ¿me aguantas un segundo? Estoy tratando de calcular cuánto vamos a querer.

Y así por toda la eternidad, hasta que se formen arrugas alrededor de mis ojos, el agua de mi cuerpo se evapore, mis huesos se conviertan en polvo y mi piel se cuelgue y se desprenda.

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No sé si este tipo está drogado o no, sólo que se ve que está en un antro y necesitamos la foto de un tipo en un antro. (Foto por Fred Bonatto)

Al que le encanta ir de antro

Este tipo es otro de mis favoritos. Imagínense esta escena: yo, en la parte trasera de un antro/bodega/casa y de pronto llega un güey que parece la persona más sobria en la historia de la humanidad.

"¿Tienes tachas?" pregunta.

Sí, obvio, amigo escéptico.

"¿Qué tal están? ¿Fuertes? No me estás viendo la cara ¿verdad? La vez pasada me vendieron una porquería y no quiero que vuelva a pasar. ¿En cuánto me las das? ¿¡Qué!? Eso no costaban la última vez. No confío. Bueno, tal vez no está tan mal. A ver, déjame verlas primero. Ok, se ven bien. ¿Cuánto me había dicho? Está bien, sólo traigo un billete de 100 y unas monedas. Pero mira, si me estás viendo la cara te voy a reclamar".

Media hora después: la tacha ya hizo efecto y resulta que el amigo escéptico se llama Simón y tiene una revista en internet que dirige desde su oficina/casa y se disculpa por haber sido tan grosero pero no le gusta que se metan con él y parezco un buen tipo.