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G20: el mundo no existe, pero estuvo en Buenos Aires

El G20 reunió a los principales líderes del mundo. Elija su propia aventura, en VICE le daremos las opciones
Foto por Bruno Grappa

Artículo publicado por VICE Argentina

El G20 congregó a los principales líderes del mundo para: a) ser escenario de la lucha entre Estados Unidos y China b) ensayar nuevos modelos de relaciones internacionales que superen las crisis de nuestra época c) ser una pantalla para distraer la atención de las masas d) joderle la vida a los porteños ¿Cuál es su respuesta favorita?

El encuentro político más importante del mundo pasó por Buenos Aires y eclipsó toda otra actividad humana o natural durante dos días. Toda. Incluso un sismo, algo casi insólito en estos lares, no logró distraer la atención de lo que hacían o dejaban de hacer los líderes mundiales en predios custodiados por —en términos nada figurativos— un ejército. Ciudad sitiada o ciudad-escenario del mundo, país generoso o país supermercado del mundo, derrota cultural vía Gauchito Gil en food trucks para sherpas o consagración cultural vía gala en el Colón, circo para que los periodistas nos llevemos una botella de “agua patagónica” a casa o hito histórico para la Argentina como mediador de relaciones internacionales. Entre esos extremos rescatamos algunos de los hechos sobresalientes del fin de semana en que el Aleph de la política mundial se escondió en el subsuelo de Güerrín.

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¡Qué bonita familia!

Los mundos reales

En el país de las múltiples realidades pero pocas "verdades", algunos dispositivos de opinión lamentaron una victoria del “imperio” sobre los “intereses soberanos” latinoamericanos; otros destacaron el acercamiento entre el presidente argentino y el mandatario chino, Xi Jinping, que derivó, entre algunos efectos, en un acuerdo de compra de granos “por 1,500 millones de dólares”; hay quienes miraron con recelo la estrategia de la Unión Europea para agenciarse al Mercosur como plaza de librecomercio al sur del Ecuador, y también están los que vieron una oportunidad para posicionarse oportunamente como pescadores en el río revuelto de la batalla comercial entre Estados Unidos y China.


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Aunque, como lo mencionamos antes, esto es tan grande, tiene tantas implicaciones en la diaria de lo público, lo político y lo partidario, que tirando de la punta del cordón de un gendarme apostado sobre un jeep Costa Salguero se puede llegar hasta lo que tuvieron que padecer las personas afectadas por el laberinto de seguridad del centro porteño, el cierre de los trenes hacia provincia y la discusión de cómo impactará el G20 en las elecciones presidenciales de 2019. Siendo esto así, y entendiendo que en todos estos mundos algo de realidad hay, comencemos por lo inevitable.

El hombre que está solo y espera

“Dame la mano y vamos a recorrer el mundo”, parecía querer decirle el mandatario argentino a su par norteamericano en la previa de una foto esperadísima. No obstante, la realidad siempre será la mejor ficción de todas y ahí nomás Trump dio una clase de literatura: el todopoderoso héroe norteamericano y el desconcierto del hombre que se quedó solo y esperando. Ni Scalabrini Ortíz lo hubiera plasmado mejor.

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¿No había habido una primera reunión privada entre los presidentes donde todo había salido bien? “Estás haciendo un excelente trabajo, amigo”, le había floreando el líder estadounidense a su homónimo antes de que se reunieran las mesas chicas de ambas administraciones. El desaire, muy posiblemente, haya venido por la desmentida del Canciller argentino Jorge Faurie al comunicado oficial de la delegación norteamericana sobre la cita bilateral. La vocera Sarah Sanders había dejado en claro que Trump y Macri coincidieron en enfrentar “el desafío de la actividad económica depredadora china”, y cuando la prensa consultó a Faurie al respecto, el ministro de Relaciones Exteriores pensó en que había 1.395 millones de razones para pensar mejor ese adjetivo y corrigió: “No creo que haya habido una referencia en esos términos”.

Desde aquí no sabemos cómo se debe sentir integrar el equipo diplomático más fuerte del mundo y que alguien no crea que en una reunión bilateral formal no hayas dicho lo que dijiste, pero sí sabemos que cada acto tiene su consecuencia y que el “¡Donald! ¡Donadl!”, que Macri lanzó todavía debe estar rebotando por el escenario.

Tirón de orejas norteamericano al margen, sobresalieron la histórica reapertura de las exportaciones de carne argentina a Estados Unidos y los 800 millones de dólares de inversión en obras que, cuenta por ahora la leyenda, vendrán a través de un ente creado por Washington para que empresas de capitales yankees inviertan en el extranjero.

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¿Y las centrales atómicas que Rusia y China pensaban financiar en Argentina? Bien, gracias.

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Enrique Peña Nieto a su llegada a Buenos Aires, despidiéndose del avión presidencial.

El vuelto en caramelos y energía eólica

Qué habría pensado el siempre tan tolerante con las personas-no-blancas y de lenguaje-no-anglosajón Domingo Faustino Sarmiento si se enterara de que el presidente chino lo citó mal en su visita al país. De todos modos, como dijo un vicepresidente argentino una vez —y ahí tenemos al precio del pan, amigos, remontándose a la estratósfera— “que me juzgue la historia”. “El camino se hace al andar”, dijo Xi Jiping que dijo Sarmiento, y así parece que vienen las relaciones argentino-chinas mientras Macri lo trate de “Donald” a Trump.

Porque aunque la diplomacia vuelva orondas las declaraciones públicas de los mandatarios y sus equipos luego de los encuentros, la Casa Rosada hace tiempo ya eligió con quién alinearse y más desde que el acuerdo del FMI tuvo una, por usar un término poco diplomático, palanca marca cañón de parte de la Casa Blanca.

Pasando en limpio y filtrando un poco la espuma que ofrecen los motores de búsqueda, las obras con impacto geopolítico se las queda Washington. Gasoducto Neuquén – Rosario, por ejemplo. La venta de granos y los acuerdos de inversión en energía éolica y térmica quedó para Beijing.

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Macri con una basurita en el ojo

Laberintos borgeanos

No se caerá aquí en la tentación bonaerense de proclamar que la transformación de la Capital Federal en un laberinto repleto de carros de asalto era la fantasía borgeana jamás cumplida, podemos ser mejores. Pero, “hombre —como le dijo a este cronista un movilero de Telecinco de España— que por Buenos Aires no hemos podido ni andar”.

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No sólo los amigos de Telecinco no se pudieron desplazar mucho por la capital Argentina, tampoco miles de porteños y otro tanto igual o mayor de bonaerenses urbanos pudieron circular por su radio de acción cotidiano durante las 48 horas de la cumbre. Sin trenes en Provincia y con todo el centro vallado en la Ciudad, los vecinos de las zonas cercadas tuvieron que ser censados y listados para poder pasar los controles y entrar y salir de sus casas. ¿Y los que alquilaban y no tenían hecho el cambio de domicilio? Buena pregunta, tan buena que ni siquiera en algunas comisarías de la Ciudad supieron contestar si con un certificado de domicilio expedido por la seccional se garantizaba pasar por las redes de seguridad. Para tener una dimensión de lo que demandaron las jornadas del G20, sólo en la comisaría 2da de Recoleta, por citar un caso, se tramitaron 900 certificados de domicilio entre lunes y martes.

Mientras tanto, del otro lado de la General Paz sin trenes sencillamente no se puede vivir. Pero los asuetos declarados para algunos sectores administración pública, como los bancos, aligeraron bastante el panorama

Buenos muchachos

El que tuvo aligerado el panorama fue el príncipe heredero de Arabia Saudita Mohammed Bin Salman, que al arribar al país parecía que iba a parar en Sierra Chica y terminó protagonizando uno de los momentos más emblemáticos de la cumbre.

Como si la noche anterior hubieran ganado el torneo de truco de la cumbre —o como si el saudí no estuviera investigado por mandar a cortar en pedacitos una persona— Bin Salman y Putin le mandaron un mensaje bien claro al resto de los líderes; por un rato el G20 argentino dejó de ser la esgrima política que todo el mundo intenta leer para ser, sirviéndonos de un término porteño, bastante más compadrito. Quizás, ya con la reunión programada con Estados Unidos cancelada de manera unilateral por Trump por el incidente naval frente a las costas Ucranianas, el mandamás ruso no podía dejar que las cámaras se las llevara todas la competencia.

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En cuanto a su performance dentro de los salones de la Casa de Gobierno argentina, el tres veces presidente de la Federación Rusa jugó donde pudo y como pudo. Metros geopolíticos ganados 0. La intención de hacer un tren a Vaca Muerta y ya. Aunque sí se prorrogarán las presencias de las señalas televisivas rusas. Si Rusia no puede hacer pie en lo territorial mediante obras significativas, al menos seguirá construyendo desde lo simbólico y la imagen.

Nadie va a la torre de babel a dormir

En una cita como esta había que estar siempre temprano para todo y pasar la noche en el Centro Internacional de Medios era una buena oportunidad para medir con calma la dimensión simbólica del G20. En las mesas vacías del complejo armado en Parque Norte se podían ver medios de todo el mundo en todos los soportes incluso de países que no participaban de las reuniones ni las conferencias programadas por la organización.

Por momentos el cansancio acumulado hacía las cosas surreales, como sucedió una mañana al mirar a los asesores saudíes con sus túnicas imposibles perderse contra un fondo de containers en el predio de Costa Salguero. Si lo hubiera visto Quinquela Martín. Pero lo vimos nosotros. ¿Qué cuadro pintan 2,000 pares de ojos con todo esto?

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"Estaba todo cronometrado, en teoría. Pasó algo raro". (traducción del francés)

“Todo esto es un circo”, me dijo una colega de una cadena internacional entre la resignación y la pasión por tratar, año tras año, de darle el giro preciso al cubo para que alguna vez le coincidan todos los colores, que son todos los colores del mundo. “El mundo no existe pero acá está”, se podía pensar a medida que se colmaba el centro de medios. “Esta obsesión por pensar la política exterior argentina como si existiera el 'mundo' como sujeto político”, twitteó otra colega en el fragor de la artillería. Y es así. Las ojeras de mi compañera de mesa francesa no se oscurecieron por la misma razón que las de los colegas mexicanos que cortaron a las 2 am cuando ni los de Bloomberg estaban haciendo lo suyo. Y mucho menos por las razones de los 200 empleados de cocina, comedor y fajina que sostuvieron todo esto desde sus tres turnos diarios de 12 horas. La mayoría venían a trabajar al predio alquilado para el G20 desde Provincia. Algunos no tuvieron otra opción que dormir en la cocina o en algún lugar de la ciudad con precio amigo. Porque sin tren no se podían volver. “Con estos tres días ya pago el alquiler de mi casa y quedo limpio, el resto es para mi hija”, me dijo Maxi, que trasnochó adentro para no volver a Moreno.

El mundo no existe, pero estuvo en Buenos Aires. Y a la vuelta, en al atardecer de Puente Alsina, con el sol cayendo sobre el Riachuelo y la Torre del Parque de la Ciudad, era muy difícil no pensar que Pompeya, visto así, algo tiene de Estambul.

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