Los surfistas de Nuquí

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Los surfistas de Nuquí

En la costa chocoana, el surf traído por los turistas se ha convertido en el escape perfecto para los jóvenes que los escogen por encima de las drogas y la violencia que afecta al departamento.

De no ser por las ballenas jorobadas que llegan a las aguas tibias de Nuquí en septiembre, nadie habría oído hablar de este punto perdido de selvas vírgenes, grupos armados, ríos turbios y olas navegadas por niños surfistas.

Es una imagen surreal: de estas olas del Pacífico surgen niños afro, como el 80% de la población de este pueblo del Chocó, que montan las tablas de sus camas como tablas de surf y hunden sus manos en el mar oscuro. Son niños pobres del departamento más olvidado del país, que le hacen el quite a su difícil realidad.

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En Nuquí hay partes rurales sembradas con minas antipersonas, luego de la desmovilización de los grupos paramilitares; desde el 2011, según un informe de la Defensoría del Pueblo, vienen aumentando las amenazas y la extorsión. En sus páginas se lee: "Hay riesgo de desplazamiento forzado o confinamiento ya que su territorio es usado como un corredor estratégico para el transporte de drogas ilícitas hacia otras zonas".

Varios grupos ilegales operan en la zona, buscan apropiarse del oro de sus ríos o tener facilidades para sacar la cocaína hacia el mar. Dos grupos disputan el poder de los pueblos costeros del Chocó: la banda criminal de las Autodefensas Gaitanistas –ACG- o Urabeños y el frente Resistencia Cimarrón del bloque occidental del Ejército de Liberación Nacional –ELN- .

El pueblo, a pesar de la riqueza en recursos naturales, sufre de hambre. Según el Centro de Investigaciones en Dinámica Social de la Universidad Externado de Colombia, Nuquí es uno de los municipios donde hay más riesgo de morir de hambre. La probabilidad de muerte por desnutrición es de 1.486,99 por cada 100.000 nacidos.

Y así, de los coros de las chirimías, de los cantos de los pájaros y los micos, de los atardeceres que brillan lluviosos sobre los barcos camaroneros y las selvas frondosas que se pierden en laberintos oscuros, salen los jóvenes surfistas. Se aferran a sus tablas de madera y se lanzan a navegar las olas.

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Santiago Mosquera Valencia tiene 14 años. Nació en Termales, a unos minutos hacia el sur de Nuquí por la costa Pacífica. Su mamá cuida una cabaña para turistas y su papá es motorista y transporta pasajeros por el pacifico entre los corregimientos.

Santiago tiene ocho hermanos, vive en Nuquí con algunos de ellos. Entre todos se encargan del hogar ya que sus padres no viven en Termales. El menor de sus hermanos tiene cinco años y el mayor, 25.

Hace algunos años turistas extranjeros llegaron a la zona a montar sus tablas. Ahí Santiago conoció el surf y empezó a interesarse. Primero lo hizo en las tablas de su cama o en maderas que encontraba por ahí. Lo importante era intentarlo.

Le fue también surfeando que el deporte lo llevó a Australia. La Cancillería de Colombia, enterada de los jóvenes deportistas del Club del Surf del Chocó, decidió apoyarlos y llevarlos a un intercambio a través del programa promoción de Colombia en el exterior. En Australia surfearon poco porque el agua estaba muy fría pero visitaron fabricas de tablas y conocieron las grandes marcas de surf.

Quicksilver le regaló a Santiago un wetsuit, un traje especial para surfear en aguas frías, pero él no lo usa. Dice que le quita movilidad y que es muy incómodo. En su mar no le da frío. Santiago ha competido en el circuito colombiano de surf en Barranquilla, Santa Marta y San Andrés, también en las competencias que se hacen en El Cabo, en el Pacífico.

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* Nota del editor: Vice-Pacifista hizo modificaciones a este textopublicado el 29 de diciembre. En aras del rigor periodístico, suprimimos un par de datos que poco le aportaban a la historia y eran más bien imprecisos (por solicitud además de uno de los protagonistas de esta historia) . Lamentamos cualquier inconveniente y estamos siempre dispuestos a rectificar nuestras embarradas. Igual, disfruten las fotos.

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Este artículo hace parte de¡Pacifista! Una plataforma para la generación de paz:un proyecto de VICE enfocado en contenidos sobre la terminación del conflicto armado y la construcción de paz en Colombia.

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Dominando las olas, los jóvenes de Nuquí dejan atrás la triste realidad de su pueblo: los cultivos ilícitos, el narcotráfico y la presencia de los grupos armados ilegales.

El primer contacto de los jóvenes de Nuquí con el surf es con una de las tablas de sus camas.

A pesar de la violencia y la pobreza que se ha ensañado con el municipio, los niños de Nuquí saben que la educación es una vía de escape a ese futuro desesperanzador.

Lo que inició como una curiosidad traída por los turistas extranjeros se ha convertido en una pasión para los niños en este rincón del Pacífico colombiano.

Su talento con la tabla ha llevado a Santiago a participar en los campeonatos de Surf celebrados en Barranquilla, Santa Marta y San Andrés.

Ryan Buta, el australiano que trajo las tablas de surf a Nuquí, llevó a Santiago y a sus amigos a conocer las aguas y la comunidad surfista de Oceanía.

Con las tablas artesanales se da el primer contacto sobre las olas. Ellas enseñan a dominar la fuerza del agua, a aprovechar las olas, a vivir la adrenalina junto al mar.

El surf también se ha convertido en un escape para la pobreza y el hambre. Se calcula que cada año mueren de desnutrición 1.486,99 bebés por cada 100.000 nacidos.

"Me encanta el surf, puedo surfear todo el día sin comer nada", dice.

Los surfistas de Nuquí fueron remplazando sus tablas artesanales por las profesionales que los turistas les dejaron como regalo.

Santiago vive con sus ocho hermanos. Entre todos cuidan de su casa pues sus papás no trabajan en el pueblo.

Todos los días, después del colegio, Santiago y sus amigos aprovechan la marea y con sus tablas se deslizan entre las olas.