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Identidad

Por qué nos gustan tanto los animalitos adorables

Desde los Minions hasta los diminutos bebés de mono, el transcurso de la historia humana se ha visto afectado por nuestro extremo amor hacia los objetos adorables.
Photo by J Danielle Wehunt via Stocksy

El biólogo y etólogo austríaco Konrad Lorenz robó algo de tiempo a su nacionalsocialismo en torno a 1940 para desarrollar una fórmula que explicara la monería. Kindchenschema (en español, "esquema de bebé") es el conjunto de características físicas que nos hacen exclamar "Ooooohhh". Según Lorenz (que más tarde obtendría el Premio Nobel por su trabajo en zoología y supuestamente se retractaría de su nazismo), vemos el máximo de adorabilidad en las cabezas enormes, las caras redondas, las frentes grandes, las mejillas regordetas, las bocas carnosas, las narices pequeñas y los ojos gigantes.

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Desde entonces los científicos han estado de acuerdo en que la dulzura de los rostros de los bebés "provoca una conducta de cuidado y protección en otros individuos, con la función evolutiva de garantizar la supervivencia de la prole". En 1979, 1981, 1994, 2002 y 2012, varios científicos realizaron tests de "percepción de adorabilidad" entre humanos adultos mostrando a varios grupos fotografías de rostros de bebés y midiendo sus reacciones.

La conclusión fue que hemos evolucionado —especialmente las mujeres adultas— hasta encontrar monos a los bebés para que cuidemos de ellos.

De acuerdo. Pero, ¿qué pasa con los conejitos, los gatitos y los perritos?

Básicamente es el mismo sistema evolutivo. Deseamos espachurrar, abrazar, cuidar y compartir vídeos de YouTube de bebés de otras especies porque nos hacen sentir la misma empatía exagerada que sentimos por los bebés humanos. Y cuanto más humanos parecen, más monos los encontramos.

Si prestas atención al tipo exacto de vídeos que nos encantan, te darás cuenta de que los animales que se comportan como bebés o niños pequeños obtienen las reacciones más fuertes. Como estos pandas sobre un caballito de juguete, por ejemplo, o este perezoso bostezando. Este mono diminuto literalmente se está despertando de una siesta con el pañal puesto (se te derrite el corazón, lo sé. A mí también. Es la evolución).

Foto por Milles Studio vía Stocksy

El neurocientífico Dr. Edgar Coons explicó al New York Times que ver vídeos como este puede activar una "sublime combinación de 'mecanismos hedónicos' en nuestro cerebro". "Existe una gran cantidad de pruebas que demuestran que estas cosas son lo que se conoce como liberadores innatos de nuestros instintos de crianza", afirmó.

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Dichos instintos también empiezan a temprana edad. Un estudio realizado en 2014 y publicado en Frontiers in Psychology muestra que los niños incluso de tres años empiezan a sentir una preferencia por los seres vivos más monos y pequeños que ellos.

Todo muy adorable, pero hay algo más que podemos aprender del Kindchenschema: si deseas vender algo a los hombres y mujeres adultos y a los niños… haz que sea mono.

De los muñecos Kewpie a los Minions

El muñeco Kewpie es uno de los primeros objetos monos más famosos del mundo. La ilustradora Rosie O'Neil dibujó el muñeco Kewpie original, con sus enormes ojos implorantes y sus mejillas rosadas, para la edición de Navidad de 1909 del Ladies Home Journal y se hizo tan popular que se fabricaron en masa versiones en papel hacia 1912 y muñecos en tres dimensiones en una fábrica de juguetes alemana hacia 1913. La académica Miriam Formanek-Brunell más tarde llamaría a este fenómeno "la comercialización de la infancia femenina".

El muñeco Kewpie incluso llegó a convertirse en mascota del movimiento sufragista. Seguramente para enfatizar la idea de que luchaban por los derechos de sus hijas, las sufragistas llegaron a llamar al muñeco la primera pequeña sufragista.

Desde entonces, la industria de lo mono no ha hecho sino crecer y volverse más lucrativa. Disney, Pixar e Illumination Entertainment son especialmente buenos a la hora de atraer a familias enteras a los cines para ver sus películas y convencerles de que compren merchandising que incluye a sus personajes de adorabilidad optimizada.

Si se le aplican las dimensiones adecuadas, cualquier personaje, criatura o incluso objeto puede ser mono: Bambi y Tambor, los famosos roedores Mickey y Minnie Mouse, Cenicienta y sus amigos los ratones gordos, un gigante peludo y un globo ocular con patas en Monstruos S.A., un decrépito robot llamado Wall-E, Woody y los héroes de Toy Story, todos y cada uno de los 101 dálmatas, el orondo tesoro nacional británico Winnie the Pooh, un muñeco de nieve que se derrite llamado Olaf y lo que sea que se supone que es esa rechoncha cosa hinchable con forma de robot de Big Hero 6. Todos ellos son producto de la revelación del Kindchenschema de Lorenz.

En Pixar han desarrollado una fórmula matemática para la adorabilidad. Tal y como explica el investigador residente Tony DeRose en este vídeo, utilizan el modelaje geométrico para que sus personajes sean lo más suaves, redondeados y visualmente apaciguantes que sea posible.

Pero probablemente el ejemplo más redondeado, suave y extraño de adorabilidad mediante ese diseño es el Minion. Por lo que yo sé, los Minions son desventurados caramelos Tic-Tac amarillos personificados… Pero su comportamiento, tamaño, forma y vulnerabilidad tienen algo de infantil, lo que les convierte en 'monos'. ¿Por qué si no iban a tener su propia película? ¿Por qué invertiría el año pasado Universal Pictures 593 millones de dólares en marketing que incluye ropa, accesorios, etiquetas para fruta, vehículos, modelos a tamaño real, juguetes, sábanas y equipajes? ¿Cómo si no recaudaría la película 1.100 millones de dólares convirtiéndose en la undécima película más taquillera de todos los tiempos?

Los Minions representan una especie moderna de aflicción que la escritora y teórica política Hannah Arendt denomina "erotización de la indefensión, que evoca ternura hacia las 'cosas pequeñas' pero también, a veces, el deseo de menospreciarlas o mermarlas". A juzgar por la recaudación en taquilla —y por la cantidad de veces que hacemos clic en vídeos de cachorros de león marino sentados en restaurantes—, estamos dispuestos a pagar una buena cantidad de dinero para sentirnos así.