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Cultură

Mariano Rajoy en el programa de Ana Rosa Quintana: meteduras de pata y ciencia ficción

"Tranquilo, Mariano, Ana Rosa es de los nuestros, no te preocupes", pero al final la presentadora ha cedido a la presión de Twitter Mariano lo ha pasado bastante mal.

– Mariano, levántate, que tienes que ir a lo de Ana Rosa…

– …

– Vamos, venga, arriba…

– No me encuentro bien, Elvira, me duele la tripa.

– Va, Mariano, vístete, que se te hará tarde y luego tendrás que ir con prisas.

– ¿No puedes llamar a Soraya y que vaya ella con un justificante?

– Mariaaaaano, venga, no me hagas enfadar.

– No quiero ir, por favor, por favor, por favor…

– Tienes que ir, Mariano. Ya llamo yo a Ana Rosa y le cuento lo que te pasa, no te preocupes.

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Nuevas formas de delirio: agradecerle al presidente en funciones que acuda a un plató de televisión el día después de destaparse la "Operación Taula" del partido que preside. Es decir: aquello que debería ser lógico e incluso obligatorio en un país medianamente digno, aquí lo convertimos en una heroicidad que defendemos en público antes de empezar, como queriendo decir "es usted un valiente por dar la cara en estos momentos". Otros, en cambio, tenemos la sensación de que Rajoy ha ido porque no le quedaba más remedio y porque un escaqueo menos de 24 horas después del escándalo en Valencia hubiera provocado una revuelta social de altos vuelos. No tenía escapatoria, sin más.

–Tranquilo, Mariano, Ana Rosa es de los nuestros, no te preocupes.

Y eso ha parecido. Porque así ha arrancado esta mañana la entrevista de Ana Rosa Quintana a Mariano Rajoy, la primera (¿y última?) que ofrece en televisión desde el 20 de diciembre y antes de que se intente formar gobierno. Masajito de inicio para suavizar el impacto. Es curioso: lo que no ha conseguido Ana Rosa, plantearle un cuestionario comprometido al político, sí lo ha logrado el plasma: la imagen a pantalla partida de Rajoy viendo el vídeo con la información de las detenciones de ayer vale más que mil palabras, en este caso, más que mil preguntas de la periodista. Eso ha sido televisión en estado puro, el mejor momento con diferencia de toda su intervención.

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Quintana ha preguntado insistentemente por la corrupción, bloque temático de la primera parte, pero lo ha hecho como por obligación, sin repreguntar más de la cuenta ni rebatir algunos de los argumentos de ciencia ficción del invitado. Rajoy se ha dedicado a sortear las cuestiones sin decir absolutamente nada concreto, serio o responsable. Parecía más interesado en mirarle las piernas a su interlocutora que en mostrarse inflexible e implacable con los chorizos de su partido. Yo era de los que cuando no sabía la respuesta de alguna pregunta en un examen me dedicaba a escribir parrafadas de paja para disimular, pura palabrería para llenar folio y ver si el profesor se apiadaba y regalaba medio punto. Aquí igual.

Ha defendido sin disimulo a Rita Barberá, en una decisión arriesgada a tenor de lo que se está cociendo en Valencia estos días. Y ha pasado muy de puntillas por todo el drama valenciano, hasta el punto de decir que ninguno de estos casos afectará las negociaciones para formar gobierno, como si fueran gamberradas de niño travieso que conviene perdonar con un leve tirón de orejas. Por no hablar de otro clásico en el discurso rajoyiano: el tú más. En varias ocasiones se ha referido a que los demás partidos también tienen problemas de corrupción para salir del paso y relativizar los problemas en el suyo. "Hay quien cree que tendría que dar un paso atrás por los problemas de corrupción de su partido", le ha comentado la presentadora, refiriéndose al PSOE. Y Rajoy, en su línea, no ha titubeado: "Bueno, mire ustez, en su partido también tienen muchos casos de corrupción…". Así es la política española: aquí no se juega a quién la tiene más grande, sino a quién la tiene más pequeña.

La conclusión escuchando a Rajoy es que o vive en otro mundo o nos toma por idiotas. O quizás las dos al mismo tiempo. Ha hecho una defensa de manual del partido, ha lanzado un ataque de postín contra los corruptos y una vez más nos ha transmitido la sensación de que el hombre está totalmente superado por las circunstancias y no da más de sí a la hora de salir airoso de este tipo de envites. Lo dijo Fran Nicolás hace unos días dentro de la casa de "GH Vip": "Rajoy es muy buen tío pero es tonto". En su vida personal lo desconozco, pero en televisión, que es a fin de cuentas de lo que hablo en esta santa casa, cuando menos nos trata como si lo fuéramos. Y hoy ha vuelto a hacerlo.

Pero el hit, aquello que vuelve a poner a Rajoy en una situación complicada desde el punto de vista de la comunicación, es su desconocimiento absoluto de lo que sucede, la flagrante falta de información en materias de alcance prioritario. La imputación o no imputación del partido en el caso de Valencia se ha convertido en el momento más importante de toda la entrevista. Primero: porque ha dejado ver, una vez más, que el presidente del PP va muy perdido. Primero ha dicho que el PP no estaba imputado en la trama. Pero minutos después, y ante una pregunta de Ana Rosa al respecto, ha aclarado: "No puedo decirle si el PP está imputado, porque no he visto el auto". Y se ha quedado tan ancho, como si le diera absolutamente igual que el espectador vea en directo cómo el presidente de un partido político investigado no sabe absolutamente nada de lo que acontece en el mismo.

En esta tesitura, Ana Rosa Quintana tampoco puede irse de rositas. Si no fuera por Twitter y los comentarios de la gente, la periodista no habría repreguntado al respecto y la cosa hubiera quedado en el limbo. Porque en referencia a la primera respuesta sobre este tema que ha dado Rajoy ella ha asegurado que no la había interpretado como el resto de telespectadores. Ya es eso. También se ha notado que preguntaba por la ubicación de Podemos en el gallinero del congreso por petición popular, y no porque a ella le interesara en especial el tema: era un grito a voces en Twitter y Facebook y alguien del programa con criterio se lo habrá hecho notar. En otras palabras: algunas de las preguntas más interesantes e incómodas a Rajoy han tenido que venir de las redes sociales, y no de la propia periodista, que hasta entonces se había dedicado a tocar el violín con mucha suavidad y sutileza.