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Identidad

Fui a la iglesia de mi pueblo a pedir que me excomulgaran

En plena angustia adolescente estaba asqueado de todo, así que un día pedí que me excomulgaran.

En plena angustia adolescente estaba asqueado de todo, así que un día fui a la iglesia de mi pueblo a pedir que me excomulgaran. Muchas personas me han dicho que crecer en la costa de Oaxaca, México hubiera estado guay. Es verdad que tiene sus partes chulas, una de ellas es ir a poder fumar maría a la playa siempre que quieres. Todavía hoy, los días más calurosos de la Ciudad de México me recuerdan esa sensación de humedad total, humo caliente de marihuana y sol de 30 grados centígrados frente al mar de Chahué.

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Lo malo era todo lo demás, el insoportable tedio que se vivía el resto del tiempo que no estaba con mis amigos. Si eres un chaval y vives en mi pueblo, Huatulco, tu única diversión es ponerte hasta el culo, seas pijo, metalero, reguetonero o lo que sea. Yo simplemente era un poco porreta y borracho, pero a algunos de mis amigos les empezaron a gustar los ácidos y a otros el crack. Como vivía solo nos reuníamos en mi casa a ver películas, hablar de libros, follar con nuestras noviamigas, escuchar música o simplemente a drogarnos hasta desmayarnos. Era algo así como Kids pero con arena.

Fuera de mi círculo yo me sentía totalmente extraño. A los tíos de mi escuela solamente les preocupaba irse a "La Papaya", el antro de moda los fines de semana, saber como le había ido al Real Madrid o qué ropa estaba usando Beckham. Yo era el clásico tipo antisocial fascinado por Daria y que quería ser malote, hasta diseñé un cartel para la puerta de mi casa que decía "Este Hogar NO es Católico", mi padre lo arrancó encabronado. Además yo era darketon. Sí, así es, no sé como me las arreglaba para vestir de negro en la puta costa.

El autor con Mägo de Oz

Yo mitigaba mi ansiedad existencial escuchando Psycho, Ska, Metal, a bandas como Placebo, The Mars Volta y por supuesto a Mägo de Oz. Es algo jodido pero cuando vives a 16 horas de la capital tienes una sensación constante y abrumadora de pertenecer a la periferia, de estar fuera del círculo cultural guay y entonces te haces bastante ecléctico, escuchas todo lo que puedas encontrar y que haga sentir especial, después de todo estás en plena angustia existencial.

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No entiendo cómo logré acabar la escuela en el tiempo mínimo. Mi generación se llamó Ulises Ruiz Ortíz, un tío del PRI que había sido recién elegido gobernador, acusado de ganar con fraude. En el instituto, que era público, tenías que llevar uniforme, había prefectos, no podías llevar el pelo largo y ni siquiera podías usar ropa oscura debajo de la camisa escolar. Estoy seguro de que eso se lo inventó el director para jodernos a mi banda y a mí. Recuerdo una vez que estábamos mi amigo Óvulo y yo bien pedos en un bar. Como el dueño era un amigo nuestro nos quedamos a beber toda la noche. Cuando dieron las 7 de la mañana me tuve que ir porque tenía que presentarme un examen extraordinario de Bioquímica que aprobé con la calificación mínima. Un día ya bien cansado de todo decidí convertirme en un apóstata.

La idea me surgió leyendo a Rius, él había sido seminarista y según cuenta un día fue a pedir que lo excomulgaran. Cuando leí eso pensé "Qué de puta madre". No bastaba con no ir a la iglesia, con criticarla, con ser herético o con escuchar música metal. ¡No! Pedir que me excomulgaran fue para mí casi una protesta, un acto de renuncia personal a todo el tedio que me rodeaba.

Busqué un poco en Internet y me sorprendí. Había un montón de gente haciendo lo mismo que yo iba a hacer. Había también un movimiento que se había excomulgado masivamente como protesta ante la expulsión de la iglesia de una chica violada que había abortado, hasta te daban una especie de formulario para pedirlo formalmente donde indicaba qué artículos del derecho canónico hacían legítimo eso.

Redacté un documento basado en ese escrito y fui a a la iglesia de mi pueblo a buscar al obispo para pedirle la famosa apostasía. Como no estaba hubo que agendar una visita. Regresé al siguiente día, estaba muy nervioso. El padre Miguel me pregunó que qué se me ofrecía y yo fui al grano. Le dije: "Quiero que me excomulguen". Él como que no me tomó muy en serio y me empezó a tirar un sermón de lo más random, me dijo, por ejemplo, que en Cuba podías tener relaciones sexuales con las chicas regalándoles unos jeans, porque su gobierno no les permite comprárselos, y que él por supuesto cuando fue no lo hizo.

El tipo estuvo así un buen rato hasta que le mostré mi documento, lo tomó, lo leyó, se quedó callado y entendió que la decisión estaba tomada. Finalmente le puso el sello de la parroquia y lo envió a la Archidiócesis. Antes de irme me preguntó si había algún maestro o alguna otra persona, que me hubiera "influenciado" en tomar la decisión, lo negué y me fui realizado a mi casa.

Para mí, yo no me sentía diferente, pero había algo muy muy en el fondo de mí, como si cupiera la posibilidad de arrepentirse sin poder dar marcha atrás, supongo que es el resultado de vivir en un país tremendamente católico y empapado de moral cristiana de toda la vida, pero la cosa estaba hecha. A los pocos días un chico de la escuela se me acercó y me preguntó por la excomunión, resulta que él era muy cercano a la iglesia y el sacerdote le había contado lo que yo había hecho, como que lo había mandado a investigar o algo así. Me dijo, más o menos, que sentía pena por mí, por mi confusión.

Ayer estaba recordando qué fue de mis amigos: el tío al que le molaba el crack acabó en la cárcel, uno se suicidó porque suspendió un semestre, otro cruzó ilegalmente la frontera de Estados Unidos, a otros les gustó robar en la ciudad de Oaxaca, mi amigo Óvulo se metió tanta mierda que se le fundió el cerebro y ni siquiera me reconoce cuando lo veo, otro se hizo policía federal, el dueño del bar del que hablaba se murió hace unas semanas y arrepentidas de su vida loca varias chicas con las que nos juntábamos se hicieron cristianas, ¿yo? No voy a Huatulco casi nunca, me metí a estudiar Historia y sigo siendo un apóstata maldito, quizá eso me salvó la vida.