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VICE Loves Magnum

Zonas de desastre inmortalizadas por Dominic Nahr

KENYA. La puerta del infierno, 2013. Un trabajador descansando en el nuevo estanque de la planta geotérmica cercana a Nairobi. Magnum es, probablemente, la agencia de fotografía más famosa del mundo. Aunque no hayas o...

KENYA. La puerta del infierno, 2013. Un trabajador descansando en el nuevo estanque de la planta geotérmica cercana a Nairobi.

Magnum es, probablemente, la agencia de fotografía más famosa del mundo. Aunque no hayas oído hablar de ella, seguramente te sonarán sus imágenes, ya sea el reportaje de Robert Capa sobre la Guerra Civil Española o las fotos vacacionales del pueblo británico. A diferencia de la mayoría de agencias, en Magnum son los propios fotógrafos de la agencia los que seleccionan a sus miembros, por lo que entrar a formar parte de sus filas no es tarea fácil. Siguiendo nuestro acuerdo con Magnum, dedicamos un espacio a algunos de sus fotógrafos.

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En esta ocasión, en VICE Loves Magnum hemos hablado con Dominic Nahr, quien todavía se encuentra en pleno proceso de selección para ser miembro de pleno derecho de la agencia. Hablamos sobre el potencial infinito de África para generar historias, el desolador panorama del Japón después del tsunami y de cómo el sentimiento de desamparo puede servir de inspiración para hacer fotos increíbles.

VICE: Ya que eres uno de los fotógrafos más jóvenes con los que hemos hablado para hacer esta serie, ¿podrías resumirme cómo has llegado adonde estás, cómo empezaste en la fotografía y qué relación tienes con Magnum hasta ahora?

Dominic Nahr: Me inicié en la fotografía cuando mi madre me regaló una cámara. Tengo tan mala memoria que no recuerdo ningunas vacaciones con mis padres, y eso no es bueno. Así que me dijo que hiciera fotos de las cosas para no olvidarme. Fui a la universidad y empecé a estudiar cine, pero entonces no me apetecía trabajar con un grupo de gente. Quería encontrar mi visión y estilo propios, por lo que lo dejé y me pasé a la fotografía.

Mi primer encargo fue para la revista francesa GQ. Me llamaron mientras iba en bicicleta en Toronto, donde estudiaba, y casi me caigo. Arnaud, el editor fotográfico, me dijo “¿quieres hacer un trabajo en Nueva York?”. Yo le contesté “No lo entiendo. ¿Qué queréis que haga?”, y me contestó “Haz lo que sueles hacer”. Ese fue mi primer encargo y un momento clave. Yo pensé “Vale, guay, así que ese trabajo existe de verdad”.

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Así que empecé a hacer fotos y, justo después de acabar la universidad, en 2008, me cogieron de una agencia llamada L’Oeil Public. Fue genial. La agencia cerró en 2009; yo me incorporé en su último año de existencia. Me apoyaron mucho y me sugirieron que fuera al Congo oriental. Nunca había estado en África. Fui allí a cubrir la guerra. Mis fotos conmovieron a la gente y muchas revistas las utilizaron. Incluso las expusieron en Visa pour l’image, en Perpiñán, lo que fue de mucha ayuda. Supongo que eso abrió los ojos de la gente a mi trabajo y me condujo hasta Magnum. Ya va a ser mi cuarto año con ellos.

REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO. Norte de Kivu, Kibumba, octubre de 2008. Más de 25.000 personas se llevan sus pertenencias, huyendo de uno de los principales campos de refugiados a causa de los conflictos cerca de Kibumba. El ejército del Gobierno se vio obligado a retirarse, presionados por los rebeldes del general renegado Laurent Nkunda.

¡Vaya! Supongo que eso es lo que hace de Magnum lo que es: el hecho de que sea tan difícil entrar y que tengas que convencer a muchos otros fotógrafos para ello.

Seguramente esta es la relación más larga que he tenido en mi vida.

Me gustaría saber tu opinión sobre los proyectos en formato libro, como el que tienes entre manos de África, en comparación con otros proyectos que has hecho, que parecen más independientes, como reportajes puntuales. Me da la sensación de que prefieres trabajar en proyectos abiertos, aunque quizá me equivoco.

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No, creo que es un poco de todo. Los proyectos en libro surgen de proyectos más pequeños. No pienso en ello como “soy fotógrafo, tengo este concepto y voy a fotografiarlo seis meses al año”. África no es un sitio para eso. Trabajo en pequeñas historias, de las que saco fotos para mi proyecto en libro. Todas son para mi libro, pero mi lista de cosas que quiero fotografiar es superlarga, no tiene fin. Vivo en Nairobi, Kenya, y no me quiero ir porque, en serio, no es bueno caer en la autocomplacencia o el aburrimiento. Hay mucho que hacer. Aunque no te paguen, al final todo vuelve de alguna forma.

Dices que la primera vez que estuviste en África fue por tu viaje al Congo y que esta experiencia te abrió los ojos. Desde entonces has pasado muchísimo tiempo trabajando ahí. ¿Es solo por la cantidad de historias que puedes contar o porque te gusta trabajar allí desde el punto de vista práctico?

No, es más que eso. He crecido en Hong Kong; no soy suizo ni canadiense ni alemán, ni siquiera chino —eso es bastante obvio—. Soy un expatriado, por lo que no me afecta ese problema de “volver a casa”. Estoy buscando mi hogar continuamente, pero no existe. Cuando llegué a África por primera vez en 2008, salí del avión, pisé el suelo y sentí algo. Una voz en mi cabeza me dijo “esta es tu casa”. Naturalmente, ya me había pasado antes —en Timor Oriental, por todas partes— porque siempre estoy buscando mi hogar, pero nunca lo había sentido tan claramente como cuando llegué a Kigali por primera vez.

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La otra cosa que me decía la vocecita en mi cabeza era, “sea lo que sea lo que ocurra, no te lo tomes muy en serio”, un consejo que me vino muy bien cuando llegué al Congo.

PALESTINA: La Franja de Gaza, 2007. El funeral de un miembro de Fatah tras el estallido de los enfrentamientos entre los combatientes de Hamás y Fatah en el campo de refugiados de Jabalia.

Háblame de las diferencias entre ese viaje y tus anteriores trabajos en Oriente Medio, Gaza, etcétera. Has cubierto muchas zonas de conflicto en países muy distintos.

Antes de Gaza había estado en Timor Oriental, que fue muy tranquilo. Después fui a Gaza y al Congo. No sé… he estado en Egipto, fotografiando los alzamientos y todo eso, pero en general, en comparación con Oriente Medio, trabajar en África me ha llegado más. Muchas veces estaba en medio de la nada, solo o con unos pocos compañeros periodistas cubriendo una noticia. Pasaba lo contrario en Egipto, donde parecía que hubiera cientos de periodistas. Sin embargo, no quiero ceñirme solo a trabajar en zonas de conflicto. También me gusta trabajar en ambientes normales, sin la presión de una situación de enfrentamientos.

Mientras trabajabas en Sudán, ¿estabas acreditado o más bien trabajabas por libre?

No estábamos acreditados, pero la única forma de desplazarnos era yendo con el ejército. Por eso, mis fotos de Sudán eran de cuando entré en el país de forma ilegal. La única forma de hacerlo era avanzando con el ejército o con los rebeldes. La foto con la que conseguí el premio de World Press Photo. Para hacerla tuvimos que ir con los soldados sudaneses hacia el norte. No podíamos ir en nuestro coche, nos habrían disparado. Tenía que parecer que teníamos autorización de los altos mandos.

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Me has contado que una vez te hiciste pasar por un trabajador de una central nuclear o algo así para poder entrar en Japón tras el tsunami. ¿Cómo llevas lo de correr ese tipo de riesgos? ¿Te paras a pensar en ello o eres más frío a la hora de valorar tus acciones?

Pues estoy siempre preocupado. Todo me pone paranoico. Pero creo que eso me ayuda a identificar el problema y a ver la situación con total claridad. No es que me deje indiferente. Valoro los riesgos y la posibilidad de que me detengan o de sufrir daños físicos, así como el resultado que obtendría en las fotografías y a partir de ahí, tomo una decisión.

JAPÓN. Namie, 2012. Vacas muertas en la zona de exclusión en torno a la central nuclear de Fukushima, pertenecientes a un ganadero que decidió quedarse tras la evacuación para proteger a sus vacas.

Lo que me extraña de tu trabajo en Japón es la falta de presencia humana. Todo está vacío y resulta algo inquietante. Eso contrasta con el resto de tu obra, en la que se ve gente y mucha actividad humana. ¿Fue un trabajo insólito, en ese aspecto?

Sí, esas fotos son únicas en ese aspecto. Llegué a conectar con el espíritu japonés durante el tiempo que pasé allí. Fue justo después de la muerte de mi padre. Solo llevaba unas semanas en casa, en Hong Kong cuando el tsunami arrasó la costa de Japón. Como siempre, al poco de ver las primeras olas llevarse casas enteras ya estaba de camino al aeropuerto. Fui con mi amigo japonés para cubrir la noticia para la revista Time. Encontramos un templo en medio de una zona devastada.

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El templo era lo único que quedaba en pie. Era el único sitio donde se podía dormir, por lo que nos quedamos allí, junto con muchos refugiados. El templo era de madera y era invierno. Hacía muchísimo frío y había gente que había perdido a sus seres queridos. Fue una experiencia muy espiritual en la que aprendí a respetar el silencioso y desafiante proceso de luto de los japoneses. Por eso creo que me sorprendió tanto cuando llegué a la zona nuclear. De repente llegas a un sitio en el que no existe vida humana y te choca. Era una sensación muy poderosa.

¿Puedes volver a contarme cómo entraste en la zona de exclusión? Porque se suponía que no se podía entrar, ¿verdad? O podíais entrar con acompañantes.

Sí. Al principio podías entrar con el coche. No había obstáculos ni nada, porque aún no sabían bien qué estaba ocurriendo. Podías entrar, hacer tu trabajo y salir. Eso estaba genial pero era —por supuesto— una locura absoluta. Luego empezaron a bloquear las carreteras y para entrar debías tener pases, que eran muy difíciles de conseguir, o colarte. Podías colarte por la verja de entrada, vestido como un trabajador de la central o escondido en un camión. Yo me escondí debajo de la lona de un camión. Tenías que hacer lo que podías para entrar.

JAPÓN. MInami Sanriku, 2011. Supervivientes durmiendo en una cámara frigorífica antes de la celebración de un funeral colectivo en el templo de Daiou.

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Entonces, ¿tu proyecto en África es el principal trabajo que tienes entre manos? O ¿hay otros a la vista?

Creo que este año me centraré mucho en África. No voy a cubrir noticias fuera del continente, a no ser que haya algo que realmente me llame la atención. No he tenido oportunidad de visitar lugares de interés porque ahora estoy más pendiente de la familia, lo cual está bien porque te obliga a centrarte en el sitio que ya conoces. Para mí, ahora mismo, ese sitio es África oriental. Me encantaría que fuera el oeste, porque la música es genial y la comida, fantástica, pero de momento es el este.

Quiero pasar más tiempo en Somalia y trabajar más en Kenia, donde vivo. Me gustaría trabajar con el tema de la energía y ver la situación de la “nueva África”, que está cambiando rápidamente. Es muy interesante, superinteresante. Luego está Zimbabue y Mugabe; Somalia, que tiene un nuevo gobierno; la aparición de Sudán Meridional; la crisis de identidad de la generación más joven de Kenia… Todo está pasando a gran velocidad.

Parece un proyecto muy intimidante, ¿no?
Sí, es como que querría irme, pero si hay un lugar en constante movimiento, ese es África. Incluso todo lo relacionado con la energía es interesante. El mayor parque eólico del mundo está en Marruecos, y Kenia ha anunciado que va a construir uno aún más grande. Eso traerá problemas. Ya hicieron una explotación petrolera en esa región y hubo grandes conflictos. Imagínate lo que pasará cuando intenten construir 350 turbinas eólicas.

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Haz clic en los números para ver más fotos de Dominic Nahr.

PALESTINA. La Franja de Gaza, Beit Lahia, 2007. Un palestino escapa nadando de la Franja de Gaza y de la violencia entre facciones, a menos de dos kilómetros de la frontera norte de Israel y bajo la vigilante mirada de un destructor en Beit Lahia.

SUDÁN, 2012. Un trabajador petrolero y soldados del SPLA cerca de un cráter después de un bombardeo de las Fuerzas Armadas de Sudán en la batalla entre el Sur y Norte de Sudán.

JAPAN. Misawa, 2011. Una mujer camina por el barro durante una limpieza comunitaria en los alrededores del puerto de Misawa después del tsunami que azotó la zona este de Japón.

SUDÁN. Heglig, 2012. Un soldado fallecido de las Fuerzas Armadas de Sudán.

JAPÓN. Namie, 2011. Una televisión encendida en una casa abandonada dentro de la zona de exclusión a menos de seis millas de la planta nuclear. Los residentes se marcharon corriendo cuando la radiación alcanzó niveles extremadamente elevados.

EGIPTO. Cairo, 29 de enero de 2011. Un manifestante con botellas de vidrio se refugia tras una pared durante las protestas en contra del gobierno de Hosni Mubarak.

REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO. North Kivu, Kibati, 2008. Cuatro soldados del gobierno congoleño se refugian de la lluvia en la línea de batalla, a unas tres millas de Kibati.