Wes Kremer habla de ganar el premio al skater del año y de perder la conciencia en Roma
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Wes Kremer habla de ganar el premio al skater del año y de perder la conciencia en Roma

Fuma porros, se niega a patinar en tablas que lleven su nombre, acepta bebidas sospechosas de desconocidos y, sobretodo, patina como dios. Bienvenidos al planeta Kremer.

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El skateboard y la cultura mainstream no pasan por su mejor momento. La elección del deporte como disciplina olímpica ha desatado una fuerte oleada de criticismo. La sublimada edición yanqui de la revista Vogue publicó a principios de este año una serie de artículos dedicados al mundo del skate en su "skateboarding week". Entonces se pudieron leer piezas tituladas "Sobre cómo la camiseta Thrasher se convirtió en el atuendo esencial de todos los molones en sus ratos libres" o "Black Lively, Kate Middleton y más famosas con su tabla".

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Cabe decir que a la comunidad skater le dio grima la campaña, pero lo cierto es que la interacción entre el skate y la moda no había sido nunca tan grande. Y se ha convertido en una suerte de regalo caído del cielo para los adolescentes más pijos que buscan una forma de rebelión con la que asustar a sus padres. Claro que para todos los patinadores de barrio que han levantado las bases de esta subcultura, la conversión mainstream está provocando depresiones y arcadas a partes iguales.

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Y eso es lo que explica que todavía existan patinadores como Wes Kremer.

Kremer es todo lo que un skater debería de ser: fuma demasiada hierba; no tiene interés en la moda; parece un tipo normal; y, lo más importante, patina que flipas. Es, además, uno de los patinadores profesionales más modestos y afables con el que te puedes cruzar. Habla como un colega fumado al que te encuentras bajo el half-pipe del skatepark de tu barrio. Jamás se te pasaría por la cabeza que en 2014 fue coronado como skater del año.

Quedamos en la calle de la tienda de skate Parlour en East London, donde nos apalancamos en la fachada y compartimos una cerveza.

VICE Sports: ¿Cuéntanos cómo fue lo de ganar el título al skater del año?

Wes Kremer: No sé tío, la verdad es que no me lo esperaba. Fue como estar en una película, ¿sabes? Que pronuncien tu nombre, subir al escenario, agarrar el trofeo. Y luego me vino un colega y me dijo: "Vente un momento que tus padres están aquí". Yo no tenía ni idea. DC, la marca organizadora, les había pagado el vuelo de San Diego a San Francisco para que se sumaran a la fiesta. Me quedé a cuadros entre los flashes, luchando literalmente por contener las lágrimas. Antes de la ceremonia estaba en el aparcamiento fumando porros con mis colegas y lanzando fuegos artificiales. No me lo esperaba para nada.

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Imagino que los ganadores de las ediciones anteriores habrán sido grandes influencias para ti…

Sí, totalmente, algunos de los tipos que han ganado en el pasado son algunos de mis patinadores favoritos. Por no hablar de todos los que no han ganado.

¿Te cambió la vida el premio?

Más o menos, sí. De repente me hacían mucho más caso. Mucha gente increíble me felicitó. Lo agradecí. Mola tener a gente felicitándote y no a gente diciéndote que te vayas a tomar por culo.

¿Cómo empezaste a patinar?

Gracias a mis vecinos, que tenían una tabla. Y luego, en el verano del 96 mi madre me preguntó si me apetecía irme a un campamento para skaters. Y yo le respondí en plan "sí, fijo", porque mis padres, los dos, eran skaters. El primer día que llegué al campamento vi a un montón de niños en una minirampa y me dije que tenía que probarlo. Y pum, lo hice y me la pegué instantáneamente. Luego decidí concentrarme en las barandillas y me llevó un tiempo completar la transición.

Entonces, ¿cuando te decidiste a probarlo en serio?

No en aquel campamento. Uno de mis referentes es mi mejor amigo, Marius Syvanen. Los dos crecimos patinando. Y en el primer año de escuela estaba sentado a su lado y empezamos a hablar de ir al skatepark juntos. Y a partir de entonces ya no paramos. Entre los dos. Desafiándonos y avanzando juntos.

¿Cuál es el mejor lugar que has visitado ahora que no paras de viajar?

Me encanta Europa, tío. Una de mis ciudades favoritas es Copenhague. Más allá del clima es posiblemente la mejor ciudad del continente. Y también España, y ahora en Inglaterra, donde me lo estoy pasando en grande. China también tiene grandes lugares. Te sorprendería lo fácil que es patinar allí.

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Vaya, parece que todo te va genial. ¿Algún mal momento que declarar?

He tenido un montón de problemas con las muñecas y tengo varias lesiones de las que tendría que haberme hecho cargo antes. Tengo un desgarro en el menisco y el año pasado me aplasté el tobillo y no lo he vuelto a sentir igual. Me lo tendría que haber hecho mirar. Hay muchos skaters que se preocupan mucho por su físico, pero no es mi caso. Con tal de poderme levantar sobre la tabla y moverme ya estoy contento.

¿Cómo llevas lo de haberte convertido en profesional y ver tu nombre por ahí?

Es una locura. Todavía no lo acepto, ni siquiera cuando lo veo. No me reconozco, es como si fuera otro. He tenido la suerte de que DC haya diseñado ropa especial para mí. Así que tengo zapatillas, pantalones y camisas. Hay tablas que llevan mi nombre, pero todavía no soy capaz de patinar sobre ellas. Se deben pensar que soy un capullo: me fabrican tablas que llevan mi nombre y yo les pido que me den las antiguas.

¿Siempre quisiste ser un profesional?

No tenía ni idea de lo que significaba eso. Cuando era pequeño pensaba que era una manera de referirse a un skater que era muy bueno, no tenía ni idea de la industria que había detrás. Solo quería patinar y encajar con ese grupo de gente, porque eran los más guays para mí. Cuando iba al skatepark era como mi segunda casa.

Cuéntanos alguna aventura loca que hayas vivido en la carretera…

Bua. La primera que me viene a la cabeza es larga, pero es buena. Mi amigo Jospeh Scott y yo íbamos en avión de Oporto a Burdeos. Era un viaje organizado por DC e íbamos en un grupo grande junto a otros 12 patinadores. Hacíamos escala en Roma. Joseph y yo decidimos aprovechar la escala para pillarnos unas cervezas y una pizza y perdimos el vuelo. Así que nos quedamos en plan: "Hostias, parece que tendremos un día para pasar en Roma". Así que nada, fuimos al hotel, dejamos nuestras bolsas y nos fuimos a visitar la ciudad. Fuimos a ver la ruinas, al Coliseo, los monumentos. Tuvimos un día entero de turismo en mitad de una gira de skate. Fue perfecto.

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Y nada, al caer al noche, estábamos pasando el rato en una plaza bebiendo cerveza y perdimos el tren para regresar al hotel, así que decidimos salir a pillar algo de hierba antes de regresar. Y de repente nos viene un tipo y nos dice algo en italiano. Básicamente quería un papel de fumar y nosotros le dijimos que sí, que claro. Y le preguntamos: "¿tienes algo de hierba para pasar?" Y nos dice que sí y le acompañamos a un rincón a fumarnos unos porros y a hablar de cualquier cosa. De repente el tipo saca una botella de vino de su mochila. Y vemos que la botella no lleva etiqueta. Muy sospechoso. Y me la pasa a mí y le digo: "No, tu primero". Y él va y dice que no tiene sed, así que voy y me digo, qué demonios, el tipo se ha portado bien hasta ahora. Y agarro la botella y le doy un trago — y no sabía a nada parecido a vino, sabía como a algún refresco guarro.

Y nada, yo que me convenzo de que debe tratarse de algún extraño vino italiano. Se la paso a Joseph y le da un trago. Y entonces el tipo nos propone salir de fiesta a una discoteca y le decimos que de acuerdo. Nos ponemos a caminar y terminamos en una suerte de bloque de apartamentos. No era un lugar que tuviera muy buena pinta. Y pum, lo siguiente que recuerdo es despertarme, mirar el reloj y que sean las seis de la mañana y pensar: ¿Qué coño ha pasado? Y entonces caigo en la cuenta que tenemos que pillar un vuelo en dos horas.

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Entonces…. ¿Te quedaste completamente inconsciente?

¡Sí! Y entonces voy y me registro los bolsillos y no hay nada: ni cartera, ni cámara… Ni mi tabla…. ¡Ni Joseph!

¿Así que os drogó y os lo robó todo?

¡Hostia que sí! Pero tío, en el momento, ni siquiera se me pasó por la cabeza. Yo solo quería pillar ese vuelo y pensé: bueno, me habré quedado frito después del club. Así que nada, salgo en busca del tren y me tengo que colar porque no tengo dinero. Y nada, me las arreglo para llegar al hotel y me pongo a buscar a Joseph y Joseph tampoco está allí. Y el avión despega en una hora. Veinte minutos después Joseph aparece en la habitación y me dice: "¡Nos drogaron!". Y yo me quedo en plan: "Hostias, claro, eso tiene todo el sentido". A él también se lo robaron todo. Así que perdimos el vuelo otra vez y estábamos sin blanca, pero conseguimos rascar y sacar lo suficiente para el siguiente vuelo.

Tuvo que haber sido jodidamente espantoso. Tuvisteis surte de no perder los riñones o algo…

¡Exacto! En esas situaciones tienes que agradecer que solo has perdido cosas materiales. Pero es muy fuerte que haya gente que hace eso.

Me han contado que no te gustan las redes sociales

No, es demasiadas cosas de las que preocuparme. Tuve cuentas en Facebook y Myspace, pero no es para mí. Me gusta ser social en persona. En el mundo del skate, las redes sociales están súper integradas, es una locura. Te encuentras con patinadores haciendo un montón de autobombo, suplicándole a la gente que compre sus mierdas y que les pongan likes. De dónde yo vengo hacer eso es de pringado.

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¿Y nunca vas a utilizarlas?

Aunque perdiera los patrocinadores por ello, no lo haría.

¿Y que harías entonces?

Encontraría otra manera de vivir.

Sigue al autor en Twitter: @nathancopelin