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Puteaderos

El colorido mundo de los volantes de prostíbulos bogotanos

Una pequeña muestra del micro arte erótico que inunda los andenes de la capital.
Fotos por VICE Colombia.

Hasta el 28 de diciembre del año pasado, según los datos de la Secretaría Distrital de la Mujer, se contabilizaron 456 casas de lenocinio en Bogotá. De estas, solo 71 (15,6%) quedan en la zona de tolerancia, o mejor dicho el mítico barrio Santa Fe de la localidad de Mártires, y están integradas, en un 73%, por mujeres jefes de hogar. Las demás están por ahí, escondidas tras puertas diminutas bañadas de neón rosa, que pasan casi desapercibidas en las oscuras y mugrosas calles de la capital, o que se esconden en silencio detrás de los senderos de barrios ostentosos. Lugares caletos y refundidos como tratándose de una especie de tesoro escondido que solo se encuentra si uno tiene el mapa en las manos. El mapa muchas veces llega a través de algún desconocido que da a los incautos transeúntes: el mapa son unos papelitos boca abajo que ocultan un mundo de colores exorbitantes, mujeres voluminosas y mensajes jocosos como: "sexo en vivo", "show lesbian" y "chicas complacientes".

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Estos pequeños volantes son el medio de publicidad que tienen muchos de estos locales en los que más de tres mil personas ejercen la prostitución. Además son una interesante muestra de creatividad artística, erótica y criolla, que de forma magistral logra que un compacto papelito grite placer y fiesta en cada centímetro.

Los volantes de prostíbulos son el triunfo del kitsch, una mezcla entre la estética de Delfín Quishpe y Brazzers, que en verdad no tiene mucha ciencia detrás. Basta con escribir chicas sexys en Google, bajar cualquier imagen, ponerle una letra bonita en Photoshop o algún programa similar, y listo. Una pequeña obra de arte erótica lista para inundar los andenes de Bogotá y guiar a los acalorados a una noche de desenfreno y excesos.

Uno de los compañeros de la redacción ha pasado años recolectando y guardando estos volantes en una cajita en su cuarto, junto a su bola de chicles viejos (nadie sabe por qué carajos tiene esas cosas). Muy atrevidamente escarbamos en su peculiar colección y aquí tenemos algunas de las mejores muestras.