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La pesadilla inmobiliaria

Vive dentro del cuarto de baño por 470 euros al mes

Míralo por el lado bueno: puedes meter los pies bajo el agua mientras lees tumbado en la cama.
Pesadilla inmobiliaria
Imagen vía Idealista

'La pesadilla inmobiliaria del mes' es una sección en la que denunciamos los abusos más flagrantes y los pisos más sorprendentes del mercado inmobiliario en España. Si te has topado con algún palacio similar, escríbenos a esredaccion@vice.com.

¿Qué es?: Una "gran habitación en un apartamento con 5 personas más", en el que todos trabajan y/o estudian. Incluye armario, una cama, una mesa de trabajo, calefacción y también y según el texto con el que se anuncia y la foto ilustrativa "una ducha y lavabo propios", además de un balcón. Los propietarios buscan a alguien que sea "fácil de manejar, organizado y buena persona". Para informarse y contactar, reza el anuncio, "póngase en contacto con usted por correo electrónico, por favor". Osea, contigo mismo. "Maldita sea, valora y sopesa bien si estás dispuesto a pagar casi 500 pavos por esta mierda", parecen decir entre líneas.

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¿Dónde está?: En la calle Palma, una de las arterias de Malasaña, lo cual tiene algunas ventajas, como que puedes llegar reptando a casa cuando sales de fiesta o salirte a echar unas cervezas al Dos de Mayo en cualquier momento, pero también muchos inconvenientes. Algunos de ellos son: olor a meado constante entre el viernes a mediodía y el domingo por la noche, dificultad extrema para encontrar bares en los que sirvan birras a un precio razonable, imposibilidad casi total de sentarte en una terraza sin esperar cola a partir de marzo, imperativo de ir esquivando guiris y adolescentes tardíos haciéndose fotos a las puertas de los cientos de las decenas de locales cuquis que tendrás a tu alrededor y la sensación constante de vivir en un decorado transitado por extras fichados por los directores de casting de Frances Ha.

¿Qué se puede hacer ahí?: Depende de si te refieres al cuarto o al barrio. En el cuarto puedes, por ejemplo, reutilizar el agua que salpique de tu ducha para tener el suelo siempre limpio o bromear con que vives en un burdel del año 60 y por eso tienes una ducha al lado de la cama, para tener siempre los bajos limpitos. Si te colocas estratégicamente, también puedes permanecer tumbado mientras te lavas los pies o simplemente dejar caer el agua sobre ellos mientras lees a Walt Whitman y recuerdas aquella vez que fuiste a Albacete con el colegio, al nacimiento del Río Mundo y te sientes en comunión con la naturaleza. También puedes mearte en la ducha como Mercedes Milá si no te apetece ir al retrete por las noches.

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En el barrio puedes hacer todo lo mencionado anteriormente —pagar cantidades abusivas por tercios de cerveza en terrazas en las que tendrás que hacer cola para sentarte, esquivar guiris y postadolescentes haciéndose fotos a la entrada del Lolo Polos, pasear los domingos por la mañana y que siga oliendo a orín aunque hayan pasado los de la limpieza…—, pero, sobre todo, puedes ver a y ser visto por la clase media aspiracional del centro de Madrid. Una amalgama de jóvenes creativos multidisciplinares que votan a Manuela Carmena y compran las frutas y verduras en cooperativas pero que con la cocaína no tienen reparo en que no sea ecovegana. Esa gente que pasó de frecuentar garitos de indie a fliparlo con Anuel y Bad Bunny en cuestión de unos meses y que podría protagonizar cualquiera de los vídeos cortos de Rocío Quillahuaman.

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Cuando te dijeron "habitación con baño" por 500 euros seguramente no te imaginabas esta chusta, pero tampoco acertabas a adivinar la realidad cuando aquel vendedor en Wallapop te dijo "sillón en buen estado" ni cuando ese espontáneo te aseguró "no, si no te va a doler" aquella noche. Porque la vida a veces es eso, darse cuenta de que todo es marketing, de que C. Tangana tenía razón y en última instancia de que las expectativas generadas —por terceros, pero también por uno mismo— son el motor pero también la mayor fuente de decepciones de la sociedad en general y del individuo en particular.

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Pero, en fin, aunque cuando te dijeron "habitación con baño" no te esperabas un cuartucho con lavabo y una ducha en la esquina pegada a la cama en una casa de 65 metros con 6 habitaciones, vas y lo alquilas. Por casi 500 euros. 470 para ser exactos, poco más de la mitad del Salario Mínimo Interprofesional en nuestro país. Porque nos han acostumbrado a que la precariedad sea el leitmotiv de nuestras tristes existencias y porque está en Malasaña.

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Ves las fotos del inquilino anterior, las que colgaron con una calidad cuestionable en el portal de búsqueda de vivienda con el logo amarillo y adivinas un pequeño chivato que quizá contenga hierba que se han olvidado de retirar, el vaso de plástico que descansa desde hace días sobre la mesa, quizá desde el último after que se organizó en ese cuarto, la sudadera y la chaqueta sobre la silla y la esquinita del Mac. Y piensas, joder, seguramente fue feliz entre esas cuatro paredes, tampoco es tan precario. Tenía un jodido Mac.

Te reconoces en ese antiguo inquilino e imaginas su vida y después empiezas a conjeturar sobre la tuya y ese zulo te empieza a no parecer tan zulo. Porque ese es el problema, que la escasez en su peor acepción y la estafa nos empiezan a parecer normales porque al menos tenemos nuestras cosas de Apple y pasta para pillar hierba y un montón de garitos cuquis en nuestra calle y la envidia de los viandantes justo al salir del portal e inferir que eres local, no como ellos. Y que si eres local es porque te va medio bien, y encima llevas pintas de arquitecto noruego y joder, nadie se imagina que pagas 470 euros, más del doble del SMI en nuestro país, por un cuarto en el que cuando te duchas se te moja la almohada en una casa de menos de 70 metros que compartes con otras cinco personas.

Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.

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