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Operación Triunfo

María de OT y los ofendidos: dejemos de hacer de idioteces cuestiones de Estado

Hemos conseguido que hasta La Falange se queje y esto es lo que María, Mecano y la "mariconez" dice sobre nuestra generación.
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Imagen vía canal Youtube Operación Triunfo

"Si en La Movida se llegan a enterar de que en 2018 iba a haber una polémica por la homofobia de una canción de Mecano, aún se estarían escuchando las risas en el Rock-Ola". Lo dice Carlos García Miranda y seguramente sea cierto. Pero también es cierto que a la edad dorada del pop español le ha ocurrido lo que al PSOE, que ha envejecido mal. Que de ellos ya solo queda la carcasa, la flor y el puño, canciones para bodas, bautizos y comuniones. Lo demás se ha esfumado. O quizá nunca hubo un demás. Quizá los del Rock-Ola, el PSOE y los chavales de Operación Triunfo tengan más en común de lo que pensamos.

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De las tres emes, María, mariconez y Mecano ha opinado hasta Girauta, que dice que los millennials somos chavales sin anticuerpos que no podríamos leer a Quevedo. Todo porque María, una de las concursantes de OT, sugirió cambiar la palabra mariconez de Quédate en Madrid, la canción de Mecano que canta hoy, por gilipollez. Porque la primera "le parecía un término homófobo y la segunda solo podía ofender a los gilipollas", dijo cargada de razón. Y al final ha pasado que ofendidos y gilipollas, gilipollas y ofendidos han -hemos- sido una y la misma cosa.

La dirección de la Academia le dio permiso a María para cambiar la palabreja, que además no aparece en la RAE -¿dónde está Pérez Reverte cuando se le necesita?- hasta que Ana Torroja y la ofensa de la ofensa hicieron su aparición: ¿qué era eso de cambiar una letra sin el permiso del autor?

Y se armó el Belén. O se hubo un follón, depende de la generación a la que cada cual pertenezca porque al final se redujo todo un poco a una cuestión generacional, a la revisión en términos éticos de los millennials y la generación Z personificados en la figura de los concursantes de OT.

Por un lado estaban los que nos tachaban de ofendiditos, de dueños de la nueva corrección política. Por el otro, los que nos halagaban como puntas de lanza del cambio y la justicia social, como las generaciones que habían llegado al mundo para cambiarlo al fin. Nosotros, por nuestra parte, nos limitamos mayoritariamente a inflar el pecho como palomos -palomxs, perdón- y a criticar a esos pollasviejas que no entienden que vayamos un paso por delante. Que seguramente lo vayamos, pero ¿en qué?.

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A los millennials, a la Generación Z, a los ofendiditos, a los que crecimos desayunando galletas de Dinosaurio y fuimos adolescentes con series que ahora nos darían para tesis doctorales sobre género -Compañeros, Física o Química, Los protegidos- nos ha pasado que hemos caído sin poder evitarlo en La trampa de la diversidad de la que habla Daniel Bernabé: nuestras preocupaciones se han trasladado por completo a lo simbólico, dejando a un lado todo lo demás.

Hemos caído sin poder evitarlo en la trampa de la diversidad y nuestras preocupaciones se han trasladado por completo a lo simbólico

Somos una generación preocupada por el todos, por el todas y por el todes, por representar en nuestras series, videoclips y artículos una diversidad en ocasiones magnificada que hace que nuestras creaciones se asemejen a veces más a un anuncio de Benetton que a la realidad. Una generación con muchas certezas y muchos canales para expresarlas. Una generación que, justo después de subir el story, de poner el tuit, de vomitar su propuesta para mejorar el mundo pide un Glovo. O pilla un Caby o el patinete eléctrico de Lime sin pensar en las consecuencias de pedir un Glovo o un Caby o de pillar el patinete eléctrico de Lime. Nos adherimos al activismo como quien se pilla unos calcetines de Off White o una camiseta de Fila, como instrumento para construir un yo, una identidad con la que presentarnos ante el mundo más que como herramienta para transformarlo.

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Imagen vía Instagram OT

No dudo que a María le pareciera ofensivo el término mariconez porque el término mariconez es una basura. Pero en la biografía de su Instagram oficial se puede leer que sus referentes musicales son Yung Beef y la Zowi. En las canciones del primero se escuchan más "putas" que en un prostíbulo y la segunda, preguntada por Madjody en la última edición de El Bloque sobre si no tenía la sensación de que "sobre la música, y en concreto sobre ciertos géneros musicales, sobre todo los que van más relacionados con la calle, se ejerce un foco de presión sobre el mensaje que no se ejerce en otro tipo de artes, el cine, en el teatro" respondió lo siguiente.

"(…)La gente se cree que estamos aquí para dar un mensaje. Es como cuando yo digo que yo no hago trap feminista, es que no es mi trabajo. Si quieres saber si yo soy feminista lo podemos hablar, pero no hay que mezclar las cosas. Yo no hago música pretendiendo dar un mensaje. Que claro que lo acabo dando sin querer y espero que la gente coja lo mejor de eso, pero no me quiero sentir responsable ni me siento responsable de cómo le pueda afectar lo que yo diga a cada uno, me da igual".

¿Es compatible, entonces, rechazar el término mariconez y admirar a Yung Beef y a la Zowi?

¿Es compatible, entonces, rechazar el término mariconez y admirar a Yung Beef y a la Zowi? No se puede uno indignar porque a Kaydy le cancelen las actuaciones por machista y bailar hasta abajo con los temas de Yung Beef sin un ápice de crítica a la par que se indigna porque Jose María Cano incluya la palabra mariconez en una canción. No podemos pensarnos, nadie puede pensarnos la punta de lanza del cambio cuando somos incapaces de ver más allá de la representación, de lo simbólico, de la carcasa. Y hasta con eso nos hacemos la picha un lío.

El paro, la corrupción y el fraude y los problemas de índole económica son las tres mayores preocupaciones de los españoles según el último CIS. Y para los chavales de Operación Triunfo, que personifican bastante bien nuestra generación, parecen no existir. Por eso no seremos nunca puntas de lanza de nada, digan lo que digan los que halagan que marizonez nos parezca, claro que nos lo parece, un término homófobo además de ridículo.

Nuestras reivindicaciones no dejan de ser mayoritariamente funcionales aunque no por ello menos justas. Pero le son útiles al sistema, por eso tienen cabida en el prime time, en la televisión pública. Y tenemos que ser conscientes de ello, para que no se nos hinche tanto el pecho como a un palomo -como a un palomx- cada vez que alguien nos tira un piropo o para saber que mientras hacemos de Rosalía y de si decir "tra tra" es o no apropiación cultural una cuestión de Estado o nos ponemos del lado de María o de Nacho Cano el poder se descojona de nosotros. Eso sí: hemos conseguido por fin la transversalidad, chavales. Hemos conseguido que hasta La Falange tenga derecho a ofenderse.

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