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La pesadilla inmobiliaria

La pesadilla inmobiliaria del mes: alquila una habitación de hospital

Para aquellas personas que siempre han querido vivir en un ambiente clínico.
Pesadilla inmobiliaria

'La pesadilla inmobiliaria del mes' es una sección en la que denunciamos los abusos más flagrantes y los pisos más sorprendentes del mercado inmobiliario en España. Si te has topado con algún palacio similar, escríbenos a esredaccion@vice.com.

Obviamente no es un hospital, aún no hemos llegado al punto en el que Sanidad ofrezca habitaciones de alquiler en FotoCasa, posiblemente lo veamos algún día, pero esto dice ser una vivienda. La Pesadilla Inmobiliaria de hoy es posiblemente el piso amueblado menos y peor amueblado de la historia. Hablamos de un casero cuya última inversión en el inmueble seguramente date de antes del Mundial de España en 1982. Pasen y vean.

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¿Qué es? Es un amplio trastero decorado con la austeridad propia de época. Le han metido una cama y dicen que es un estudio.
¿Dónde está? Está en plena plaza de Alonso Martínez, una de las mejores zonas del centro de Madrid, y con un metro justo delante que tiene varias líneas. Una bicoca.
¿Qué se puede hacer por ahí? Para la vida de un joven de hoy en día, de todo. Multitud de restaurantes de comida rápida, bares vintage para Instagram, la sede del PP bien cerquita… Y a pocos metros de buenas discotecas también. Ah, y hay una comisaría al lado, para cuando pierdes el DNI o te pillan formateando el ordenador del tesorero 35 veces.
¿Cuánto cuesta? 650 euros al mes y “menos de dos meses de fianza”, la verdad es que se agradecería un poco más de exactitud, por aquello de ir haciendo cuentas y tal.

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Irte a vivir solo en Madrid está entre las tres o cuatro cosas más difíciles que hay en la vida. Es una epopeya que sin duda está a la altura de salir a la primera de Ikea o de encontrar un pijama que no sea de superhéroes en Primark. Una cosa es que seamos jóvenes, pero en algún momento hay que dejar de dormir como si estuviéramos en la granja escuela.

Venga, vamos a centrarnos en el piso. 650 euros, 650 euros, 650 euros… si lo repites muchas veces y miras la foto de ese “único ambiente” como reza el anuncio, acabas partiéndote de risa. Según los estándares sociales más aceptables, el coste de la vivienda no debe pasar de un 30-35% de los ingresos del inquilino, así que haciendo cuentas este lugar podría ser recomendable para alguien que cobrase unos 2.000 euros al mes. ¿Creéis que alguien con semejante sueldo puede terminar aquí?

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¿Igual se puede compartir en pareja? Pues 35 metros cuadrados tampoco parece la mejor medida para meter a dos personas. Yendo al detalle, cuando uno ve la almohada de la cama, entiende rápidamente que es un piso para una persona, ni siquiera en eso han tenido la delicadeza de guardar las apariencias. Es más, apuesto a que debajo de la colcha hay un cojín.

El piso no hay por donde cogerlo. Llama mucho la atención la cama levantada sobre la tarima, es como si el piso fuera un aula de colegio de los años 90 que ha terminado siendo reconvertida en sanatorio y después en ‘coqueto estudio’. Al lado hay una mesita blanca de anticuario y un teléfono por si necesitas llamar a la enfermera o no te gusta la pechuga de pollo que te han puesto de cenar. Vivir ahí a diario requiere de un trabajo enorme de concienciación de que no estás enfermo.

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El resto del infame mobiliario que nos ofrecen por los 650 euros está compuesto por dos sillones sacados de la primera oficina de Antonio Alcántara y una mesita diminuta para niños. Junto a la mesita hay un taburete aún de menor altura, de hecho es gracioso imaginarse a alguien ahí sentado, porque las rodillas quedarían muy por encima de la mesa. Es una casa que te permite sentirte como Gulliver, por lo que si eres bajito no te irá mal para subir tu autoestima.

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Para acabar la visita guiada llegamos a la cocina. ¿Un armario? No, no, la cocina. Tiras de las puertas correderas y allí aparece en tonos azules y alicatado estampado. No estaría mal ver a Arguiñano picar cebollas en ese lugar mientras cuenta chistes, dos fuegos eléctricos, una pila pequeña y las tuberías vistas, que siempre aportan glamur. Es un lugar donde ni siquiera podrás hacerte una pizza. Ojo, la cocina está en pleno pasillo, fantástico para el escape de humos.

Conclusión: Otro atraco a mano armada. Por estar en el centro de Madrid los propietarios creen que todo vale. Y no, no vale todo, la gente que se emancipa tiene derecho a vivir en viviendas normales, sin camas en tarimas ni cocinas que son armarios empotrados. Ya basta.