“Una visitante me jaló de los pelos”: historias de guardias de museos
Fotos: Paulina Munive.

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“Una visitante me jaló de los pelos”: historias de guardias de museos

Fantasmas de la noche, gente agresiva y niños alborotados, los halcones de las salas de arte han visto de todo.

Artículo publicado por VICE México.

Cuando era niño no entendía —y aborrecía— las reglas de los museos: no correr, no gritar, no tocar, no jugar, “no divertirse”, pensaba. Siendo una persona que goza particularmente de las texturas, lo que más me costó trabajo fue no tocar, pero más de una vez logré burlar a varios guardias para tocar en secreto alguna antigüedad. La más antigua, recuerdo bien, fue durante un recorrido nocturno en el Museo Nacional de Antropología de CDMX. Entre un grupo de adultos maravillados con la recién apertura de una exhibición de objetos y artefactos traídos de Antiguo Egipto, estaba yo: aburrido, niño e idiota. Cuando todos voltearon, al inicio de la exhibición, decidí acariciar una piedra que databa, aproximadamente, del año 1300 a. C. Poco sabía que semejante caricia podría costarme un par de años en la cárcel si se rompía. Lo siento INAH y Museo Nacional de Antropología.

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Desde picarse la nariz y comerse el resultado de la excavación, hasta una que otra rascadita de nalga, ellos lo ven todo. Guardianes de las salas, el arte e historia, los elementos de seguridad son una parte básica de toda experiencia museística y, como tal, es necesario reconocer su importancia y el tipo de cosas con las que tienen que lidiar cotidianamente.

Platicando con guardias de diferentes museos me pude dar cuenta de una cosa que ya sospechaba, mas no comprobaba aún: la gente, seguido, apesta. Comentarios despectivos, insultos, intentos de humillación y hasta espectros rumeando por las salas, son cosas con las que seguido tienen que tratar las personas que aseguran el bienestar de lo expuesto y de las personas que lo visitan.

Lee sus historias, abajo.


Rosa, seguridad del MUCA, foto por Paulina Munive.

Rosa Martínez
Museo Universitario de Ciencias y Arte (MUCA)

A veces las personas son muy prepotentes, se rehúsan a seguir las indicaciones o dejar sus mochilas en recepción, que es regla del museo. Fuera de eso, por lo general, la gente se porta bien, lo que sí sucedió una vez fue que se robaron siete extintores. En un día normal llegaron unos hombres que decían haber sido mandados por Cuidad Universitaria a revisar algo. En fin, lograron entrar sin supervisión y antes de que se pudiera dar cuenta mi compañera ya se habían ido con los extintores del edificio, luego fue claro que esos señores no tenían nada que ver con la universidad.

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Agustín, seguridad del MUNAL, foto por Paulina Munive.

Agustín Montes de Oca
Museo Nacional de Arte (MUNAL)

Mis compañeros que están de noche, seguido me cuentan cosas de otra dimensión. Yo casi siempre estoy de día, pero me han enseñado y dicho sobre una sombra, que se aparece en las salas, y que cuando la sigues con la cámara desaparece. También en ciertas salas donde hay muchas pinturas de niños han visto aparecerse a una niña caminando y se escuchan sonidos extraños.

Un día una señora le dio una cachetada a una de mis compañeras. Lo que pasó fue que en una de las salas estaba esta señora con su hijo, quien no dejaba de alborotarse, y justo cuando se iba a caer frente a un lienzo mi compañera lo detuvo. Lo tomó de los hombros para evitar que se cayera y la señora se puso histérica. Reclamando que había tocado a su hijo y demás, mi compañera respondió con propiedad sobre su asignación de trabajo, pero la señora ya estaba muy enojada y la agredió físicamente con un bofetón.


Carlos, seguridad del MODO, foto por Paulina Munive.

Carlos González
Museo del Objeto (MODO)

Llevo 6 años trabajando en el museo. Algo muy bonito que pasó una vez fue cuando teníamos una exhibición en honor a las relaciones rotas. Un chavo nos pidió permiso para usar la sala de videos cuando llegara con su novia y cuando llegó, frente a los videos y muestras de relaciones que se terminaron, se le declaró. Se hincó y todo el rollo diciendo que la amaba. Lo bueno fue que la chava reaccionó bien y todos andaban muy contentos.

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Por otro lado, generalmente la gente se porta bien, pero los niños son normalmente los que causan problemas. Los papás no se quieren hacer cargo y es uno el que tiene que andar cuidando que no toquen o tiren nada.


Maria, seguridad del MUNAL, foto por Paulina Munive.

María Juana Hernández
Museo Nacional de Arte (MUNAL)

Es difícil tratar con la gente. Todos los años que llevo trabajando aquí han sido un arduo intento por aprender a tratar con gente que llega a ser muy conflictiva. Siempre intentamos ser amables, saludar y decir buenas tardes, pero hay quien se ofende nada más por decir eso. Una vez estaba en la sala del segundo nivel y había un chico, no tan niño, que estaba apuntando en un cuaderno y cada vez que levantaba la mirada se acercaba más al cuadro, poniendo su lápiz alarmantemente cerca de un lienzo. Le pedí que se hiciera un poco atrás para evitar cualquier fiasco, cosa que hizo, y fue su mamá la que se puso verdaderamente agresiva.

Me empezó a gritar e insultar porque no había una línea pintada en el piso para decirle a la gente qué tan cerca pueden estar de las obras. Intentaba explicarle que para eso estábamos nosotros, pero nada lograba calmarla. De la nada me agarró del pelo y me jaloneó, realmente fue una experiencia terrible. Aún después de que hizo eso, bajó a “denunciarme” en comentarios y tuve que explicarle a mi jefe cómo se pusieron las cosas.

Normalmente la gente se porta bien, pero en todos los años que llevo aquí he notado que la gente más prepotente es la rica, es la que peor te trata. “Que yo fui a Londres”, “Que en Barcelona es así”, “Que en Nueva York no me dijeron nada”, y muchas cosas por el estilo que he escuchado solamente por decirles que tengan cuidado con la colección. Además de insultos e humillaciones por simplemente llevar a cabo nuestro trabajo.

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Alfredo, seguridad del MUCA, foto por Paulina Munive.

Alfredo Rodríguez
Museo Universitario de Ciencias y Arte (MUCA)

Una señora me gritó una vez “¡No es tu pinche museo!”, por simplemente decirle que su hijo no podía estar tocando las cosas y haciendo mucho ruido. Como que luego no les gusta la exhibición y la critican como si uno la hubiera hecho, también. No sé si es que no le entienden o no les gusta lo que ven, pero hasta me ha tocado escuchar que digan que este lugar no debería ser llamado un museo.


Como podemos ver, el archienemigo más constante y nefasto de los guardias de seguridad de museos son los hijos incontrolables. Seamos este día del museo más conscientes con nuestras crías y con los guardias.