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Las impactantes fotos de Moises Saman sobre el ser humano en zonas de conflicto

Moises Saman ha pasado los últimos años viviendo y trabajando en El Cairo para documentar los efectos de la revolución egipcia sobre los residentes de la capital.

Provincia de Kunar, Afganistán. Marzo de 2010. Soldados afganos trasladan a un camarada muerto a un helicóptero de evacuación tras sufrir una emboscada de los talibanes cerca del pueblo de Tsunek.

Magnum es, probablemente, la agencia de fotografía más famosa del mundo. Aunque no hayas oído hablar de ella, seguramente te sonarán sus imágenes, ya sea el reportaje de Robert Capa sobre la Guerra Civil Española o las fotos vacacionales del pueblo británico. A diferencia de la mayoría de agencias, en Magnum son los propios fotógrafos de la agencia los que seleccionan a sus miembros, por lo que entrar a formar parte de sus filas no es tarea fácil. Siguiendo nuestro acuerdo con Magnum, dedicamos un espacio a algunos de sus fotógrafos.

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El fotógrafo peruano Moises Saman ha pasado los últimos años viviendo y trabajando en El Cairo para documentar los efectos de la revolución egipcia sobre los residentes de la capital —aunque él probablemente diría que “documentar” no es la palabra adecuada—. En su trabajo evita premeditadamente mostrar una visión cronológica, ordenada o histórica del levantamiento para centrarse en captar la humanidad y las emociones de sus protagonistas. Lo entrevistamos para que nos hablara sobre cómo mantiene la fe en el ser humano después de haber pasado años trabajado en zonas de guerra y sobre lo banal que resulta la “objetividad” en su trabajo.

VICE: He oído que empezaste a interesarte por la fotografía a raíz de ver unas imágenes del conflicto de los Balcanes. ¿Es cierto?

Moises Saman: Sí, esa fue la primera vez que me interesé en el periodismo fotográfico. Fue muy inspirador ver esas fotos a mediados o finales de los 90.

Es extraño, incluso según el criterio de los reportajes de guerra. Siempre he pensado que el conflicto de los Balcanes fue una guerra especialmente salvaje y cruel. ¿Qué fue lo que te enganchó?

No estoy seguro de que fuera algo en concreto de esas fotos, aunque hicieron un trabajo increíble. Creo que tiene que ver más bien con el momento de mi vida en que lo vi. Era una época en la que estaba muy receptivo a todo lo que pasaba, en la que empecé a prestar atención a las noticias y al mundo. Cubrir la guerra todos los días fue el detonante. Empecé a interesarme por lo que había más allá de mi burbuja personal.

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El Cairo, Egipto. 2 de mayo de 2012. Manifestantes antimilitaristas golpean a un hombre durante los enfrentamientos en la céntrica plaza de Abbaseya, alegando que apoya los militares.

Fuiste a los Balcanes hacia el final del conflicto. ¿Cómo influyó ese viaje en tu reciente toma de conciencia con el mundo?

Fui allí en 1999, en verano. No estaba preparado y el viaje tampoco estaba bien planeado. El amigo que iba a venir conmigo se rajó, así que me fui solo. Amplié el crédito de mi tarjeta y no vendí ni una foto del viaje. Intenté leer algo sobre cómo estaba la situación allí, pero una vez llegué me di cuenta de que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo.

Pero tenía que hacerlo. Creo que hubo cosas positivas de esa experiencia que me hicieron madurar un poco. Fui allí y cometí errores, pero gracias a Dios volví a casa de una pieza. En cualquier caso, sirvió para darme cuenta de que quería seguir explorando en el mundo del periodismo fotográfico.

Gran parte de tu trabajo está realizado en zonas de guerra. ¿Qué opinas sobre la etiqueta “fotógrafo de guerra”? ¿Te molesta?

No sé si “molestar” es la palabra. En todo caso, no me gusta. Creo que está plagada de connotaciones que realmente no representan lo que soy como fotógrafo. Es cierto que trabajo mucho en zonas de conflicto. Supongo que espero que no se relacione mi trabajo solo con la guerra, con gente matando a gente, etc. Dentro de un contexto de violencia y represión, intento encontrar momentos que trasciendan todo eso.

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A veces no funciona, por supuesto, pero es lo que intento lograr. Busco momentos con los que todos podamos identificarnos. No se trata solo de mostrar situaciones e imágenes que dejen a todos con la boca abierta, fotos de muertos y de violencia. Por eso procuro huir de la etiqueta de “fotógrafo de guerra”.

El Cairo, Egipto. 28 de enero de 2013. Un manifestante se cubre la cabeza con una bolsa de plástico a modo de máscara antigás improvisada durante los enfrentamientos cerca de la plaza Tahrir.

Has dicho que te “interesa buscar los elementos positivos que comparte el espíritu humano, exponer esos momentos íntimos entre personas que nos recuerdan la dignidad y el valor en medio del conflicto”. ¿Es algo en lo que todavía crees y que persigues después de todos estos años viendo guerra, odio y muerte?

La búsqueda continúa. Si no fuera así, dejaría de hacer esto. Creo que no tiene sentido continuar si has perdido la esperanza. Pero no te voy a engañar, después de tanto tiempo trabajando en esto en tantos sitios distintos, empiezas a darte cuenta de la frecuencia con que se suceden estas horribles escenas. No tienen fin, ocurren una y otra vez.

Pero todavía estoy motivado. Es importante seguir adelante. Todos queremos salvar el mundo y cambiar nuestras vidas, pero en seguida te das cuenta de que no siempre es posible. La idea es más bien contribuir al diálogo. Eso sigue siendo importante.

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¿Ha habido algún proyecto con el que estuvieras a punto de perder por completo la esperanza y la motivación, en ese sentido?

Probablemente, Afganistán. Es el lugar donde he pasado más tiempo a lo largo de mi carrera profesional. Estuve allí al principio, cuando la Alianza del Norte ocupó Kabul [en 2001], y la última vez fue en 2010. Inicialmente tenía un sentimiento de esperanza porque estaba mostrando un nuevo mundo al público occidental; por entonces Afganistán no era muy conocido, lo que resultaba emocionante. Pero como ya sabemos, las cosas no han ido muy bien.

En retrospectiva, era bastante optimista. Pero sobretodo era joven —estaba empezando mi carrera, ilusionado, y me sentía como en una especie de escenario de El Señor de los Anillos. Fue una aventura increíble. Además, me pagaban por ello y la gente veía mis fotos. ¿Qué más se podía pedir? Pero viéndolo ahora —y después de haber vuelto allí tantas veces—, empiezas a pensar en otras cosas. ¿Qué sentido tenía mi trabajo? ¿Qué tiene que ver con lo que está ocurriendo allí? Y empiezas a pensar que quizá no haya esperanza.

Bagdad, Irak. Abril de 2003. Iraquíes buscan un piloto estadounidense del que se había informado que cayó en el Tigris durante los primeros días de la guerra.

¿Qué tal llevas lo del peligro? Una de tus fotos que me ha impactado es la de los iraquíes buscando a un piloto estadounidense caído entre los juncos del Tigris. Debió de ser muy raro eso de estar en medio de un linchamiento en toda regla.

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En esa foto en concreto no fue tan malo. En aquella época, Irak era un estado policial, y en sitios así las cosas no suelen descontrolarse. Todo el mundo tiene demasiado miedo de hacer algo malo. El peligro real está en Egipto, ahora mismo. Cuando estás en medio de la multitud, nadie controla. No hay ninguna estructura y esa multitud se te puede echar encima en cualquier momento. Eso sí que es peligroso. Sí, en esa foto de Irak, puede que acabaran dando una paliza o matando al piloto, pero no creo que yo estuviera en peligro. Los periodistas están más expuestos al peligro en situaciones descontroladas.

Has vivido en El Cairo hasta hace poco este año, y todavía trabajas mucho allí, ¿verdad?

Sí, acabo de mudarme a España.

Siendo alguien que ha estado informando sobre Egipto y que ha vivido allí tanto tiempo, debe de ser difícil ver el conflicto actual de forma objetiva. ¿Te preocupa mucho la objetividad?

Es un área oscura. En ese punto las cosas se complican. Para mí, no obstante, el tema de la objetividad es irrelevante. No creo que la objetividad sea un verdadero indicativo del trabajo de alguien. Para mí, la franqueza es más importante. ¿Estoy siendo sincero con lo que quiero expresar con mi trabajo? Es una pregunta que me hago a mí mismo. Pero en esas situaciones en las que estás tan involucrado con lo que ocurre, tu opinión y tus vivencias importan. Y, claro, al final coges apego a un sitio en el que estás trabajando durante meses o incluso años —si no, serías un robot—. Los sentimientos y las emociones son reales. Intentaré ser objetivo para encargos de un periódico, en periodismo, pero para mis proyectos a largo plazo —como el de Egipto—, busco la siceridad.

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El Cairo, Egipto. 29 de octubre de 2011. Agentes de policía egipcios en un furgón bajo un paso elevado en las calles de la capital.

¿Puedes contarme algo más sobre tu libro?

Trata sobre la revolución en Egipto y de la Primavera Árabe. De esa nueva búsqueda de una identidad en algunas zonas de Oriente medio. Eso es lo que trato de reflejar, pero haciéndolo de una forma… digamos, “lírica”. No es un libro periodístico. No es una crónica, es simplemente una narración personal.

Has trabajado anteriormente con Human Rights Watch. ¿Estás de acuerdo con la idea de que un fotógrafo debe intentar intervenir para mejorar las situaciones que retrata?

Ese es el objetivo, ¿no? Pero también creo que no podemos engañarnos ni ser muy idealistas. De lo contrario, acabas convirtiéndote en una caricatura de ti mismo. En estos problemas, intento contribuir al diálogo. Obviamente, si una de mis fotos o historias tiene un impacto real o puede cambiar vidas, entonces es maravilloso; ojalá todas mis fotos lograran eso. La verdad es que no ocurre a menudo. Aun así, es posible aportar algo, concienciar y dar a conocer el problema. Es una buena razón.

El Cairo, Egipto. 22 de noviembre de 2011. Un manifestante con una herida en la cabeza es evacuado en motocicleta desde la primera línea de los enfrentamientos cerca de la plaza Tahrir.

El Cairo, Egipto. 2 de mayo de 2012. Enfrentamientos en el distrito de Abbaseya entre los manifestantes solicitando un régimen civil y los partidarios del poder militar.

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El Cairo, Egipto. 16 de agosto de 2013. Unos médicos intentar reanimar a un manifestante partidario de los Hermanos Musulmanes herido de muerte durante los enfrentamientos contra las fuerzas de seguridad egipcias en el distrito de Ramses.

Ismailia, Egipto. 20 de abril de 2011. Fotografía de Mohamad Mashour en prisión, entre platos de pastel en su apartamento.

El Cairo, Egipto. 28 de octubre de 2011. Procesión por el funeral de Essam Ali Atta, de 23 años, un delincuente menor asesinado por unos guardias de prisión mientras cumplía condena de dos años en la cárcel de máxima seguridad de Tora.

El Cairo, Egipto. 25 de enero de 2013. Enfrentamientos entre jóvenes protestantes y la policía cerca de la plaza Tahrir, en el segundo aniversario de la revolución.

El Cairo, Egipto. 16 de enero de 2011. La enfermera Sharifa Ibrahim en el Comité Islámico de Sharif, un centro comunitario regido por los Hermanos Musulmanes en el distrito de Shobra.

El Cairo, Egipto. Octubre de 2011. Un paso elevado en el distrito de Zmalek.

El Cairo, Egipto. Noviembre de 2011. Personas en la calle, cerca de la plaza Tahrir.

Bagdad, Irak. 1 de mayo de 2003. Un soldado estadounidense grita a la multitud reunida ante el lugar de una explosión en una gasolinera ilegal.

Golbahar, Afganistán. Noviembre de 2001. Tropas de la Alianza del Norte llegando al pueblo de Golbahar para iniciar los preparativos del último ataque a Kabul y retomar la capital afgana de manos de los talibanes.

Qalat, provincia de Zabul, Afganistán. Un soldado afgano arrodillado junto a un traductor de afgano que trabaja para el ejército de los EUA y que murió al volcar el vehículo en el que viajaba durante una patrulla nocturna.

El Cairo, Egipto. Enero de 2013. Un manifestante en medio de una nube de gas lacrimógeno en el barrio de Corniche.

El Cairo, Egipto. Diciembre de 2013. Un mendigo en las afueras de El Cairo.