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El número de las estafas

Investigando a los malos

Hablamos con Francisco Marco, el director de Método 3.

Retrato de Alejandra Núñez

Cuando quedé con Francisco Marco, el jefe de la agencia de detectives Método 3, para hablar de su libro El Método (Esfera de los libros), había leído ya un montón de entre­vistas suyas en las que siempre le preguntaban por lo mismo: sus problemas a raíz de la grabación de una conversación que mantuvieron Alicia Sánchez Camacho, líder del PP catalán y Victoria Álvarez, exnovia de Jordi Pujol Ferrusola, el hijo mayor del histórico President de Catalunya, en La Camarga, un restaurante bastante elegantón especializado en arroces. Mientras cruzaba la Plaza de Catalunya camino del céntrico hotel en el que habíamos quedado, me propuse no hablar de Alicia y aprovechar que tenía quizá a uno de los mejores detectives de España de los últimos años sentado a mi lado para hacerle todas las preguntas que siempre le quise hacer a un investigador privado.

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Lo pillaba en un momento complicado, a principios de 2013 la vida de Francisco Marco sufrió una convulsión de proporciones bíblicas. Fue detenido acusado de descubrimiento y revelación de secretos por una supuesta trama de espionaje a políticos, empresarios y jueces. Él siempre lo ha negado todo y en su libro expone sus argumentos además de explicar algunos de los casos más sonados de su agencia.

El Método es un libro laberíntico en el que fechas, nombres, miles de datos, contactos, citas y encuentros casuales dan una idea del complejo mundo en el que Marco ha vivido en los últimos tiempos.

Parece increíble que todo lo que le ha pasado a Marco haya transcurrido solo en los 41 años que tiene. Siendo un niño, su madre fundó Método 3, una agencia de detectives que desde el principio fue diferente a todas las demás. Mientras el mundo de los detectives españoles de los 80 fundamentalmente se dedicaba a investigar sospechas de infidelidades conyugales, Método 3, que con el tiempo investigaría asuntos tan sonados como el Caso Malaya, las estafas de Ruiz-Mateos y Díaz Ferrán o la desaparición de Madeleine McCann, comenzó su actividad investigando a personas sospechosas de defraudar a los seguros reclamando indemnizaciones que no les correspondían. Los éxitos no tardaron en llegar, en parte gracias a la ayuda de Francisco, que en sus ratos libres ya formaba parte del equipo de investigación.

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Vice: Entonces, ¿a qué edad puede decirse que comienzas a ser detective?

Empiezo a participar en las investigaciones con unos 14 años. De hecho, participé en el primer gran éxito de la empresa al conseguir demostrar que una mujer ciega que había cobrado una elevada indemnización del seguro en realidad podía ver.

¿Cómo lo hiciste?

La seguí hasta una estación de metro en la que había una tienda de bisutería donde ella se paró. Me metí en un fotomatón y, escondido tras la cortina, capté una imagen en la que se apreciaba perfectamente cómo se probaba unos pendientes mirándose a un espejo. Fue el inicio del éxito de la empresa que, a partir de esos casos, fue expandiéndose poco a poco y con los años comenzó a investigar casos de fraudes más globales.

Eso tiene que marcar a un chaval. Es como hacer un juego realidad.

Desde entonces ya le dejé claro a mi madre que yo quería de­dicarme a esto, con lo que compaginé mis estudios de Derecho con los de investigación privada. Mi doctorado también estuvo enfocado en el tema, me focalicé completamente en mi futuro como detective y, de hecho, monté antes de terminar la carrera una pequeña agencia para investigar infidelidades, así no le hacía la competencia a mi madre.

¿Cómo era aquél primer proyecto?

Bastante sencillo, me compré uno de los primeros teléfonos móviles, que era como un enorme ladrillo y puse un anuncio en La Vanguardia que decía “Teléfono 24 horas”. Me llama­ban muchos graciosos a las tantas de la mañana, pero también conseguí mis primeros casos.

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¿Qué edad tenías?

Unos 18 años. Estaba estudiando quinto de Derecho y cargaba el teléfono siempre conmigo, aunque cuando entraba en clase lo tenía que dejar fuera, debajo del asiento de mi coche, e irlo consultando en los descansos. Así que mientras todos mis com­pañeros dedicaban su tiempo libre a pasárselo bien, yo trabajaba siguiendo a gente que se aburría en sus matrimonios. Ni siquiera tenía necesidad económica de hacerlo, pero era mi

¿Recomendarías a la gente que se meta en tu oficio?

A la gente sí que se lo recomendaría pero, como digo en el prólogo del libro, espero que mi hijo no se dedique a esto. Mi profesión, como el periodismo, facilita tener conocimientos muy alejados de lo que estudias. Por ejemplo, haciendo investigaciones a mí me ha tocado conocer el fraude en corchos de vino o los fraudes que se realizan con los esquejes de las tomateras, casos que me obligaron a conocer todo el proceso de fabricación del vino o a empollarme volúmenes inmensos de ingeniería agrónoma. Te aporta una enorme apertura de miras.

Desde el punto de vista familiar es diferente. En algunas épocas yo he llegado a dormir fuera de casa 200 noches al año y eso condiciona mucho una vida. No me arrepiento de haberlo hecho, pero no hay duda de que tu vida personal se resiente.

Pero es que a mí esta profesión me ha dado muchísimas cosas, me ha permitido sentarme con los empresarios más importantes de este país y con personas que me han enriquecido mucho tanto cultural como empresarialmente y a las que quizá no habría tenido la oportunidad de conocer si no hubiera sido detective, quizá hubiera sido un abogado de tantos que hay.

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Me gusta mucho el paralelismo que haces en el libro entre la profesión de periodista y la de detective. Dices que el detective es como un periodista pero solo para una persona.

Es que es así. El detective es un híbrido entre abogado y periodis­ta. El detective da su información a una persona, el periodista a un gran público. Y luego le toca defender esa información en un juzgado. Además creo que en mí se ve reflejado. Yo visto como un abogado, pero pienso como un periodista en muchas cosas.

¿Por qué decides publicar este libro?

La idea surge unos 3 meses después de la detención. Una tem­poradaen la que prácticamente no salía de casa, mi empresa ya no existía y mi nombre estaba todos los días en los medios de comunicación. Me encerré mucho en mí mismo y comencé a escribir mis reflexiones sobre todo lo que me ha pasado como una especie de terapia. Posteriormente las reflexiones se van convirtiendo en una investigación sobre lo que me había pasado, quiénes estaban detrás y cómo había acabado siendo detenido. Esas reflexiones y el resultado de mis investigaciones son el germen de lo que después aparecerá en el libro. Es una época muy mala en la que me planteo que quizá esa será mi última investigación.

Posteriormente la editorial contactó conmigo y me plantearon hacer el libro, pero yo tenía muchas dudas, ya que seguía me­tido en una tormenta mediática, recibiendo muchísima presión externa mediante mensajes que me recomendaban que estuviera tranquilo y callado. Finalmente y gracias al apoyo de dos figuras que para mí son fundamentales, mi mujer y mi madre, decidí rebelarme contra las presiones y publicar el libro.

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¿Qué comentarios has recibido en relación a El Método?Supongo que alguna de las personas que salen retratadas se habrá puesto en contacto contigo.

El comentario que más me ha gustado es que es un libro que se lee comiendo palomitas de maíz, como si fuera una película de espías. El resto de comentarios son de un cariz más político, ya que el libro levanta muchas ampollas en la clase política, espe­cialmente en Cataluña. Por lo que me han dicho, es un libro que han comprado muchos chóferes de políticos, no sé si me explico.

Pero yo no hice este libro para hacer amigos, no me interesa demasiado la opinión de las personas que salen retratadas en el libro sino la de los lectores que no salen y esos comentarios han sido muy buenos.

¿Alguien te ha demandado por las cosas que cuentas? Supongo que la ausencia de demandas es un buen síntoma de veracidad.

En absoluto, ni una demanda.

Quizá la parte más impactante del libro, en especial en el inci­dentede La Camarga, es ver la gran inseguridad del ciudadano frente al Estado, que parece funcionar en muchos casos por intereses particulares de quien tiene el poder. ¿Es eso lo que te ha enseñado tu experiencia?

Si algo ha demostrado este caso (y algunos otros) es que si tú le das poder a determinadas personas, éstas pueden hacer contigo lo que quieran. Hay un pasaje en el libro en el que estoy hablando con mi mujer y ella me dice: “Nunca te olvides de que aprietan un botón verde y tienes a 16 tíos en casa deteniéndote”. Eso es mucho poder.

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¿Opinas que tu caso es una especie de aviso a navegantes?

Si esto hubiese ocurrido en Latinoamérica, una zona a la que he viajado mucho por trabajo y conozco bien, te diría, “es un país bananero, pasan estas cosas”. Pero yo quiero pensar que este no es un país bananero. Me parece deleznable que algunos políticos puedan hacer cosas así en mi país, pero yo creo que somos un país democrático y que esto acabará teniendo consecuencias judiciales contra esos políticos. Estoy completamente seguro de ello.

¿Vas a intentar que se haga justicia emprendiendo alguna ac­ción legal?

Esperaré a que se cierre definitivamente el tema judicial, que ya está terminando, y entonces sí que tengo previsto emprender acciones legales contra todas las personas que me han llevado a esta situación.

Portada de El Método, el libro de Francisco Marco

Me había prometido hablar muy poco del caso La Camarga así que mejor podríamos hablar sobre otras investigaciones de tu agencia. ¿Cuáles son las que más recuerdas?

La verdad es que las que más recuerdo son muy poco mediáti­cas. Relacionadas sobre todo con niños y familias. Es curioso porque nosotros prácticamente no hacíamos temas particulares, la mayoría de nuestros clientes simplemente se jugaba dinero, pero cuando lo que había en juego era la familia, el caso me afectaba y provocaba que me implicase quizá demasiado en la investigación, aunque luego te sientes mucho más orgullo­so de los resultados. Recuerdo a un chaval de unos 14 años que llevaba muy mal camino y cuyos padres consiguieron, gracias a nuestras investigaciones, volver a centrar su vida. Es increíble encontrarte con él años después y ver que todas aquellas historias que amenazaban con destrozarle la vida han quedado definitivamente atrás y el chico ha continuado con su vida, ha estudiado una carrera, etc. Ésta en concreto es una historia real.

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Las grandes operaciones económicas en las que gracias a nosotros una de las partes consigue mucho dinero en un juicio pues están muy bien y te dan prestigio y dinero, pero no es lo mismo. Al final lo importante es lo que afecta al ser humano.

Como digo en el libro, si Método 3 solo hubiera conseguido en toda su historia provocar la detención de un grupo de pede­rastas, pues ya habría valido la pena.

¿Y de hecho lo conseguisteis no?

Sí, dentro del caso Madeleine McCann para el que Método 3 fue contratada, conseguimos descubrir una banda de pederastas que fueron detenidos y encarcelados.

¿Cuáles son tus investigaciones más curiosas?

Bueno, este mundo está lleno de historias rarísimas, desde gente que te viene con una toalla para que averigües quién la ha usado a gente que quiere que localices el lugar donde fue enterrado un perro que se les había muerto a sus abuelos. El anecdotario es interminable…

Me encanta tu historia con la masonería, ¿me la puedes explicar?

Es la más cinematográfica. Una organización española necesitaba demostrar que uno de sus miembros era masón, necesitaban un documento interno de la organización que lo identificara como tal. La única forma posible de hacerlo fue infiltrándome en la organización. Conseguí pasar todos los filtros, pero durante el rito de iniciación me taparon los ojos y todo era tan extraño que llegué a pensar que me habían descubierto y a temer por mi seguridad.

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Estoy orgulloso de esa parte del libro porque creo que es de las pocas veces en las que se ha explicado el proceso para entrar en esa organización tan secreta. Además creo que el libro expresa muy bien las sensaciones que sentí pensando en que me habían pillado.

De hecho, al verme con una soga al cuello y temiendo por mi vida, me dio por reflexionar y plantearme qué narices estaba haciendo con mi vida.

Pasemos a casos más sonados. Tengo entendido que Método 3 investigó a dos de los empresarios protagonistas de los mayores fraudes de los últimos años, Ruiz-Mateos y Díaz Ferrán.

Son dos ejemplos de la realidad de nuestro país, pero sin duda una excepción. No podemos pensar que en España todos los empresarios son corruptos. La mayor parte de los empresarios de este país tienen pequeñas empresas y trabajan 15 horas cada día.

En política pasa lo mismo, la mayoría de los políticos son concejales de pueblo que ni siquiera tiene sueldo.

Conforme hablo contigo estoy reflexionado, me lo digo a mí mismo, porque yo, que normalmente acabo viendo la parte más asquerosa de la vida, tiendo a pensar que todo el mundo es malo. Que toda la gente defrauda a los seguros porque de todos los casos que investigas en tu trabajo, un 95% son unos chorizos. Pero se investiga al 3% de todos los clientes de las aseguradoras, la gran mayoría es gente normal que realmente ha sufrido accidentes.

Supongo que moverse en el mundo de los paraísos fiscales, bancos suizos y demás no es nada sencillo. ¿Cómo se logra esa información? Tiene que ser complicadísimo hacerlo de forma legal. ¿Cómo se le sigue la pista al dinero?

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Desentrañar las tramas económicas y encontrar el dinero en los paraísos fiscales de un caso de fraude o corrupción es una tarea muy complicada y hacerlo con éxito fue lo que nos hizo grandes a Método 3. Es el tipo de cosas en las que he estado trabajando durante los últimos 10 años de mi vida.

Como con casi todas las investigaciones hay que abrir el abanico de posibilidades al máximo, considerar todas las po­sibilidades. La mayoría no nos llevará a nada pero finalmente siempre habrá un pequeño error que ha cometido el defraudador, que es el que te da la clave de todo. Es casi un método científico de prueba y error. Puede ser cualquier cosa, una factura, un coche, un teléfono, una cuenta bancaria, una tarjeta de crédito.

Cuando se pone en marcha una de estas estructuras para defraudar o sacar dinero negro de España todo está diseñado muy bien, entran en juego abogados y asesores expertos en estos temas, se establecen muchas cautelas y barreras de seguridad, no hay documentación, todo funciona perfectamente, el pro­blemaes que con el tiempo esta estructura se relaja. Entonces es cuando se suelen cometer errores. Por ejemplo, resulta que el defraudador se va de vacaciones a no sé dónde y decide solicitar al banco del paraíso fiscal una tarjeta de crédito y comenzar a utilizarla. Ahí está su error. Y precisamente nuestro trabajo es descubrir ese error, todo lo demás saldrá tras él.

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Pero si un dinero se saca de España y se deposita en un paraíso fiscal, se queda allí y nadie lo toca, es complicado que se encuentre.

¿Y cómo puede saberse que una persona tiene una tarjeta de un determinado banco?

Es tan sencillo como hacer un seguimiento a un tío que va a un restaurante, ponerse en la mesa de al lado y observar que paga con una tarjeta que tiene un logotipo de un banco inglés, de las Seychelles o de un banco privado español. Información a partir de la cual puedes investigar. Obviamente hay otras fuentes de información que puedes conseguir, pero al final son las cosas más tontas.

Recuerdo casos tan absurdos como localizar sociedades en Panamá utilizando los nombres de los hijos del defraudador. Por ejemplo, digamos que el tío tenía dos hijos que se llama­ban Paco y Lola, pues buscas sociedades que se llamen “Mis hijos Paco y Lola”… ¡Y las encuentras! Y entonces ves que el administrador es un testaferro de las Islas Caimán, sigues investigando y encuentras una compra en internet que te lleva a conseguir más datos, etc.

Los rastros que dejamos en internet son una excelente fuente de información. Recuerdo que en relación con la evasión de divisas del caso Malaya yo conocía 3 sociedades offshore(en paraísos fiscales) y descubrí que el grupo empresarial constaba de 15 sociedades gracias a una tontería como que el gestor que tenían en República Dominicana ponía en su web un listado de sus clientes. Entre ellas había un grupo empresarial de 15 empresas entre las que se incluían las 3 sociedades que yo conocía, ¡bingo!

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En el libro hablas mucho de tus libretas Moleskine. Tengo entendido que tu empresa también se dedicaba a la seguridad informática y eso me da que pensar. ¿Guardas la información más importante en cuadernos? La seguridad informática está ahora en el ojo del huracán tras las escuchas de la NSA y de SITEL.

Mira, a mí me encanta la tecnología, pero mis cosas personales siempre las llevo en papel. Este libro lo he escrito en el ordena­dor, pero las correcciones las he hecho en papel, porque trabajo mucho mejor en el papel, mi cerebro funciona mejor. Pero la verdad es que también he guardado siempre copias por escrito de mi información importante.

Estoy convencido de que actualmente las informaciones más delicadas han dejado de pasar por sistemas informáticos.

¿Desde cuándo? ¿O es que nunca llegaron a estar en la red?

 Cuando llegaron los ordenadores todo comenzó a tratarse me­diantemedios informáticos, pero desde hace unos tres o cuatro años, tras conocerse las vulnerabilidades de muchos sistemas, la información más importante ha vuelto al papel, o más bien a ordenadores fuera de redes informáticas en los que no se guarda ningún tipo de información. Esta se introduce, se utiliza y se destruye. Los envíos se hacen por correo postal o mensajero y sin registros informáticos.

¿Qué opinas sobre la actual sensación de inseguridad respecto a nuestra información en internet y el espionaje de los gobiernos?

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La informática ha sido quizá la mayor revolución tecnológica de la historia, que nos ha dado mucho pero que también ha tenido sus contrapartidas, como por ejemplo la poca seguridad de la información. Y creo que las escuchas de los gobiernos son la punta del iceberg y que tienen un foco más mediático que real. Sorprendernos de que Estados Unidos controle nuestras comunicaciones me parece un tanto absurdo.

¿Crees que es algo masivo o no? ¿Escuchan a los ciudadanos de a pie?

No, a la gente normal no nos escuchan. Y lo que se ha dicho sobre los 60 millones de registros, no hay que confundirlo con 60 millones de llamadas, son datos sobre las llamadas y unasola llamada puede tener hasta 50 datos, con lo que ya son menos. Además, parece ser que no se registró el contenido de las llamadas, solo sus datos (origen, duración, etc.).

Independientemente de eso, este es un caso más de un debate que ya se ha producido otras veces: seguridad contra privacidad.Por ejemplo, para que nuestra tarjeta de crédito funcione y nos cobren en unos segundos, el ordenador central del emisor tiene muchísimos datos sobre nosotros: saldo, compras del día, lugar de uso y mil cosas más. Si alguien accede a ese ordenador lo sabrá todo sobre nosotros, porque si no lo supiera perderíamos la comodidad de utilizar tarjetas de crédito.

Actualmente, aunque quizá de una forma implícita, le pe­dimos a Estados Unidos que evite que ocurra otro 11-S y para que eso no se produzca tiene que haber un control real de allí donde se produce un mayor anonimato, los teléfonos prepago e internet. Es materialmente imposible que consigan controlar que no haya atentados sin invadir la privacidad de algunos ciudadanos.

En un artículo que publicamos hace unas semanas, citábamos un texto de Gonzalo Boyé en el que explicaba cómo es muy sencillo “colar” escuchas telefónicas en procedimientos judiciales como “sospechosos” y vigilarles bajo autorización judicial, aunque quizá no tengan nada que ver con el caso.

Eso es real. Hace un tiempo, Jordi Évole entrevistó a Antonio Rubio, uno de los grandes periodistas de investigación de este país en los 90. Y le preguntaba que si el CNI o la policía realizaban escuchas ilegales. Él afirmaba que sí, que él lo tiene probado, yo no lo sé, pero es obvio que en todos los sistemas hay maneras fáciles de colar una escucha.

En un párrafo dices que este libro es tu última investigación. ¿Es así? ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Volverás a montar tu empresa o vas a cambiar de vida?

Es la última que había hecho en el momento de escribirlo, pero ya he vuelto a trabajar. Nunca podré volverlo a hacer bajo la marca Método 3, pero yo como detective sigo trabajando.

Es verdad que en los momentos más duros de todo este pro­cesome llegué a plantear dejarlo, pero entonces lo veía todo muy negro. Esta entrevista habría sido muy diferente si me la hubieras hecho entonces.

El libro transmite muy bien lo mal que lo pasaste durante todo ese periodo.

Sí, pero mirándolo positivamente creo que esos momentos me han permitido ser mejor persona, porque estoy seguro de que en el futuro seré mucho más respetuoso en mis investigaciones.

Si muchos periodistas que tienen una pluma tan afilada contra algunas personas acusadas de delitos sufrieran en sí mismos el poder brutal de las palabras, quizá no se ensañarían tanto.

La famosa “pena del telediario”. Tiene que ser muy duro pasar por algo así.

Sí, ver la tele era complicado. Si no quieres saber nada de política por la mañana olvídate, todo son tertulias políticas. Por la tarde te pones a ver Sálvame y resulta que también hablan de ti. Por la noche pones el programa de José Mota y la vieja del visillo dice: “pones más micros que Método 3”, entonces ya no sabes qué hacer. Vas al cine o al teatro y la gente comenta el caso o hace bromas en un bar, en un restaurante. ¡Y encima vivo enfrente de La Camarga!

@juanjovillalba