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‘GoldenEye 007’, mi amor

Este juego es imperfecto, pero sus imperfecciones son únicas y divertidas. Lo amas por y a pesar de sus deficiencias. Y es por eso que lo sientes como un amigo.

Captura de pantalla de 'GoldenEye 007' (de una versión modificada para computadora) vía YouTube.

En lugar de seguir siendo el orgulloso dueño de un N64, y como de por sí ya estaba endeudado por comprar Battlefield Hardline, hace poco me compré GoldenEye 007: Reloaded, el remake del clásico first-person shooter de Rare de 1997. Me siento desalentado por el homogéneo tipo de first person shooters post-Modern Warfare que predomina hoy en día, y mi esperanza al comprar GoldenEye era volver a experimentar un poco de la vieja magia: el color, la vitalidad y esa sensación de experimentar algo nuevo que definió a los juegos de pistolas de los noventa. Pero la verdad es que fue super aburrido: tan sólo era el título de GoldenEye colocado encima de un diseño sin vida, alegría ni humor; ese tipo de diseños a los que nos hemos acostumbrado en esta última década.

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Cuando pienso en el GoldenEye original, se me vienen a la mente los verdes y brillantes corredores en "Facility". La chistosa música de elevador en "Control" y "Caverns". La comedia absurda del DK Mode. Sus contribuciones a la estructura de los videojuegos single y multiplayer han sido bien apreciadas: seguramente has escuchado que fue GoldenEye el que creó las misiones basadas en objetivos y el modo de pantalla dividida. Pero para mí lo que es más relevante, sobre todo ahora, tras varios juegos de pistolas y con casi 20 años de experiencia, es el personaje de GoldenEye. Puedes reconocerlo al instante. Y sus varios efectos de sonido, mejor mostrados en esta compilación, son lo único que escucho en mi cabeza siempre que hablo de videojuegos viejos. Me resisto a llamarle "nostalgia" porque ése es un concepto ostentoso y sin sentido. Sin embargo, GoldenEye le da voz a una parte de mi vida que terminó hace ya mucho. Creo que esto es tan tangible como la nostalgia.

No es que la nostalgia deba usarse sólo para recuerdos limpios, como música y gráficas de videojuegos, que son cosas demasiado cursis. GoldenEye es un hito en mi propia historia de gamer no sólo por ser uno de los pocos juegos de pistolas —en especial según los estándares de hoy en día— que posee una personalidad tan única y evocadora. Además es muy violento. No me acuerdo bien, pero ya que era 1997 y los únicos juegos que recuerdo haber jugado antes de eso eran Rayman, Tekken y Destruction Derby, GoldenEye bien pudo haber sido el primer videojuego en el que le disparara a alguien. Ese horrible sonido a explosión mojada que hacen las balas al impactar, las imprecisas manchas de sangre en la ropa del enemigo. Éstas fueron las cosas que me atrajeron al mundo de los videojuegos. Estos eran los sonidos y las visiones que marcaron un cambio dentro de mí, desde disfrutar juegos para niños hasta convencer a mi mamá de que me comprara el primer Grand Theft Auto.

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Desde entonces he jugado y amado los juegos violentos: juegos llenos de armas exclusivos para mayores de 15 años. GoldenEye era un juego de N64, pero me alejó de los títulos más memorables Nintendo: los de plataformas, de aventuras y juegos de rol. De GoldenEye en adelante, mi interés en los videojuegos se enfocó en first-person shooters. Y por más que haya sufrido éste género en cuanto a sopor y malestar, para mí sigue siendo el mejor.

No hay nada tan interesante o tan feo, tan emocionante o tan grotesco como los first-person shooters. Ya sea que los desarrolladores lo planeen así o no, matar a alguien con una pistola cargada es la interacción más política de todos los videojuegos: con ese simple botoncito generas incontables preguntas. ¿Por qué lo hice? ¿Cómo me siento? ¿Qué dice eso sobre mí y mi personaje y sobre su mundo y el mío? No hay otra cosa de la cultura popular que encuentre tan seductora y repulsiva como un first-person shooter. Fue GoldenEye el que provocó mi fascinación.

GoldenEye es más grande que yo. Es mucho más que parte de mi propia experiencia, así que no me animo a describirlo con lenguaje personal y masturbatorio. Al mismo tiempo, creo que tampoco es correcto hablar de él sólo dentro de los límites de la crítica desapegada: ese juego tiene su belleza, es una obra viviente que no puede ser descrita usando lenguaje periodístico. Lo que GoldenEye era, y sigue siendo, creo que puede ser mejor descrito usando un solo ejemplo de su último nivel: "Egyptian".

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Nivel "Egyptian" de 'Golden Eye 007'.

Uno de tus objetivos es recuperar el arma más preciada: la Golden Gun. Ésta se encuentra dentro de una vitrina al centro de lo que parece ser un cuarto vacío. No obstante, los azulejos del piso son sensibles: para desbloquear la vitrina debes caminar en un patrón específico. Un solo paso en falso y saldrán cuatro pistolas de la pared y te matarán.

Ésta es una tarea que el jugador debe llevar a cabo, y por tanto es emblemática de la revolución que empezó GoldenEye en cuanto a la estructura de los videojuegos. Hoy en día, ya sea que el jugador esté enojado o emocionado por el diseño de este tipo de juegos, es a GoldenEye a quien deben agradecérselo. Ése es el legado básico del videojuego.

El cuarto de la Golden Gun es además muy colorido. Es el ejemplo cristalino del sabor tan extraño y distintivo de GoldenEye, de su capacidad para innovar y dar un toque estético. Como el truco de paintball o el chistosísimo y rígido ataque karateca, la secuencia de la Golden Gun es parte de la identidad no siempre lograda a propósito. La personalidad de este juego emerge de sus fallas.

Natalya y Bond, captura de pantalla vía YouTube.

Tiene problemas técnicos, errores y momentos raros, pero con el tiempo todo esto se ha convertido en el centro de por qué yo (y muchos otros) recordamos a GoldenEye con tanto cariño. Este juego es imperfecto, pero sus imperfecciones son únicas y divertidas. Lo amas por y a pesar de sus deficiencias. Y es por eso que lo sientes como un amigo.

Pero al final, el cuarto de la Golden Gun muestra qué tanto hemos envejecido los videojuegos y yo. Ni siquiera te dan pistas del patrón. De hecho, el patrón ni siquiera está telegrafiado: es pura prueba y error. Los juegos modernos no toleran este tipo de oscuridad. Hoy en día todo es inteligible, comunicado y justo, mientras que el patrón de la Golden Gun viene de una era de diseño de juegos que para bien o para mal —probablemente para bien— ha sido abandonada. Cuando lo veo siempre me pregunto en qué estábamos pensando, tanto los jugadores como los desarrolladores. Me pregunto si el legado de GoldenEye sobrevivirá una sola generación más de consolas nuevas. Y me pregunto a dónde diablos se fueron mis últimos 18 años.

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