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Cultură

Mamás grifas

Muy pronto mi tía será tolerante a la mota y su inocencia se borrará, pero por el momento disfrutaré sus pendejadas.
T. Kid
por T. Kid

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Me encanta pasar tiempo con mi mamá. Es quizá la única persona que no fuma mota y que, a pesar de eso, me divierte. Aunque mi mamá no fuma, puede entender mi obsesión con la mota por su obsesión con el alcohol. A diferencia de otras mamás, la mía descubrió el alcohol muy tarde. Cuando yo era un niño, acepté el hecho que nadie en mi familia bebía alcohol. Y nunca se sintió prohibido, todo lo contrario era un estilo de vida. Mi familia no tenía los recursos para emborracharse por eso mi mamá, mi tía, y tíos tomaban cantidades exorbitantes de té y algunas veces fumaban cigarros cuando se enfiestaban. Teníamos una vida muy normal. Era cuestión de tiempo para que las mamás dijeran algo como: “¿Por qué no nos ponemos hasta el culo?” De cierta manera, nuestras madres se mantenían sobrias por nuestros padres, quienes les recordaban de la abstinencia de alcohol y drogas a pesar de que ellos estaban obsesionados con el futbol y Pink Floyd. Pero como debe de ser, los hombres no tienen poder sobre la mujer a la hora de agarrar la fiesta. Eventualmente, las botellas de vino estuvieron presentes en cenas familiares. Mi hermano traía su propia cerveza artesanal para que las mamás pudieran degustar, y en fiestas de cumpleaños, mi tía traía una botella de tequila. Los papás no se metían, sólo veían incrédulamente a sus esposas, hermanas e hijas ponerse hasta el culo. Fue durante estos años que le hice daño a mi tía. Una noche, mientras mi primo y yo fumábamos un gallo, ella se unió. Fumó demasiado y tuvo sus consecuencias; juró que nunca más fumaría. Supe que mentía, y hace un par de semanas me di cuenta de que yo tenía razón, y a estas alturas ella ya amaba la mota.

Yo me estaba quedando en casa de mi mamá mientras mi tía y su amiga (la nombraré Lulú) estaban de visita. Cuando me di cuenta de que nos habíamos terminado mitad de las botellas de vino, saqué mi mota y empecé armar un gallo. Mi tía estaba no perdía detalle del porro, noté que estaba en una encrucijada con su deseo por fumar. Mi mamá vio e inmediatamente le dijo a mi tía que no lo hiciera. Esto hizo que mi tía quisiera fumar más. “Fumé demasiado la última vez, pero esta vez él supervisará que no suceda eso, ¿verdad?” La vi pero yo no tenía nada que decir. Después de eso, accedí a que mi tía se uniera, y mi mamá dijo, “Bueno, yo también”. En el garaje, rodeados de mis viejos discos, fumé junto a mi madre y mi tía. Las limité a dos fumadas por gallo. Cuando regresamos a la casa, mi tía estaba carcajeándose. Mi mamá corrió a la cocina por unos chocolates. Mi tía se sentó y empezó a platicar con Lulú, pero era muy obvio que el vino y la soledad momentánea habían sacado lo peor de su amiga, quien empezó hablar del asesinato de su hermano.

Yo estaba muy grifo, pero escuché atentamente la trágica historia. Su hermano era un artista de veintitantos que fue asesinado por un grupo de matones en un bar. A mitad de la historia, Lulú empezó a llorar, esta fue una señal clara para que mi tía la consolara, pero cuando volteé a ver a mi tía, ella estaba grifa. De a repente mi tía suelta una carcajada y la callan rápidamente. Miró directo a los ojos de Lulú. Hubo un silencio y luego de nuevo mi tía se soltó carcajeando, sin poder decirnos lo que le ocurría. Con la boca llena de chocolates, mi mamá dijo, “Lulú, eso es tan terrible. Me alegra que hayan detenido a esos hombres”. La cara de Lulú se llenó de tristeza. Ella dijo: “Ese es el punto. Nunca los atraparon, pero yo sé quien lo hizo y hace varios años regresó para asesinar a mi padre”. Me quedé boquiabierto, mi mamá dejó de comer su chocolate y mi tía dejó de reír. Para mi sorpresa, ni mi mamá ni mi tía hacían algo para remediar la situación. Mi mamá sólo dijo: “¿Alguien quiere té?” y comenzó a calentar agua. Mi tía se recostó y dobló su rodilla y dijo: “¡Wow! Me dolía mi rodilla pero ya no. Mijo, ¿crees que sea la mariguana? Mira nada más, sí funciona”. Estaba buscando la manera de alejarnos de temas tan dramáticos para hablar de los beneficios del cannabis, pero no sabía cómo. A Lulú no parecía importarle la risa de mi tía y se enfocó en un copa de vino.

Hasta hoy, la experiencia de fumar con mi tía siempre ha sido rara. Hemos descubierto la dosis perfecta para su consumo, y me hice una nota mental de traer una película para distraerla y evitar que haga el ridículo. Ver cómo mi tía redescubrió la mota, me pone muy celoso porque se pone hasta el culo con sólo dos fumadas. Yo fumo diario y cuando estoy grifo no me desconecto de la realidad. Muy pronto mi tía será tolerante a la mota y su inocencia se borrará, pero por el momento disfrutaré sus pendejadas.