La mitad de un Mitsubishi en un rave de psytrance me hizo sentir invencible

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La mitad de un Mitsubishi en un rave de psytrance me hizo sentir invencible

"Suffolk es un vacío, desolado, desierto. Pero es una tierra realmente buena para ocultar raves ilegales."

_Mi Primera Pastilla es una serie donde los escritores cuentan la historia de la primera ocasión en que, bueno, tomaron una pastilla. En esta ocasión es turno del colaborador de THUMP y VICE, Tom Usher, de llevarnos a un viaje en lo profundo y obscuro de _Suffolk. Es una narración que involucra mochilas, bongs, insolación y la importancia de esas primeras experiencias en partes del mundo donde al parecer todo está atorado en el pasado.

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Mi décimo verano en la tierra comenzó así: mi mamá nos recogió a mi y mi hermano de la escuela y dijo que teníamos una casa para vacacionar en Suffolk. Con tan sólo diez años, y estando acostumbrado a cosas como Power Rangers, dulces de fresa y la heroicidad de Dave Seaman, puedes imaginar el desdén que sentí por un lugar que en su nombre no contenía ningún nivel de azúcar o cualquier otra actividad interesante.

Dado eso, seguro también te imaginas que tan perturbado me sentí cuando, dos horas después de haber llegado a una casa de vacaciones en ruinas, dos camionetas de mudanzas llegaron a la entrada con todas mis cosas dentro. Estas no eran unas vaciones, ¿cierto? Era mi nueva vida.

Suffolk nunca fue un condado impregnado de emoción. El peligro y misterio que se esconde en cada esquina de Londres no existía por acá. Para una persona joven que crece ahí, cada campo, cada aldea, cada calle está impregnada con una combinación de agorafobia y claustrofobia. De una forma, te impresionan esas calles, esas sinuosas carreteras, cercados por los enormes cielos color bronce. El pueblo más cercano está a una hora caminando y cuando llegas eres recibido por no otra cosa que un montón de miserables hombres bebiendo tragos silenciosamente en la taberna hasta que mueren.

Para cuando cumplí 16, la mayoria de mis amigos habían comenzado a conducir. Esto significaba que podría ver ese algo que este olvidado y tranquilo rincon del mundo podía ofrecer. Lo que ví cambió mi vida para siempre. Todos dicen eso sobre su primera pastilla. Todos dicen que fueron transformados, alterados, cambiados radicalmente. Para mi no fue diferente. En una noche pasé de ser un obscuro fan de Slipknot a un amante de Andy C en una gorra de New Era.

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Todas las fotos son del autor.

Mi transformación llegó un viernes por la noche. Uno de mis mejores amigos vino a recogerme a mi casa. Íbamos a ir a Stradbroke a pasar el rato con unos chicos. Como el resto de mis amigos, este amigo en particular conducía un hatchback y lo hacía alocadamente rápido, hasta un punto en el que sentías como si fueras lanzado a una extraña versión de Mario Kart. Pese a lo peligroso que estos autos suelen ser, y me refiero a que son la clase de vehículos que se aplastan como acordeón si los conduces directo a un fuerte viento a la velocidad correcta, eran baratos y funcionales y exactamente lo que necesitabas cuando todo lo que querías hacer era escapar. Rápido.

La noche pasó como cualquier otra noche: paseando por las recamaras de otras personas, fumando cualquier baratija, arqueando nuestros cuellos cada cinco minutos para exhalar el humo fuera de la ventana, para que los padres de la persona con la que estábamos no fueran alertados. Pensé que esto era lo más salvaje que me podía comportar.

Estos chicos tenían diferentes ideas. Eran unos años más grandes que yo y decidieron que esa noche era la noche que me presentarían las alegrías de ir a un rave en un bosque. Ahora, como ya hemos establecido, Suffolk es una tierra vacía y desolada. Pero es realmente buena para esconder raves masivos ilegales y casi cada fin de semana del año había una enorme fiesta en la clase de espacio donde nadie te puede escuchar gritar. O doce sólidas horas de intenso psytrance.

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Todo esto pasó en el 2004, antes de los GPS o de Google Maps. En esas noches, tomábamos cerveza y fumábamos hierba, como era usual y alrededor de la medianoche, uno de nuestros Nokia 3310 sonaba y nos mostraba la locación para la fiesta de esa noche. A esas alturas, nos metíamos al hatchback y cruzábamos el condado armados hasta los dientes con cassettes de drum and bass y un mapa de los caminos. Sí, usábamos un mapa real. No existía la magia de Google Maps para ayudarnos.

No puedo mentir, esa primera vez estaba muy nervioso. Mientras nos sumergimos en la obscuridad, apaciguada por los dulces tonos de MC Det y Skibbadee, le preguntaba a los chicos muchas cosas. Sobre pastillas. ¿Cómo son? ¿Son seguras? ¿Cuánto dura? ¿Se siente similar a tomar vodka o fumar hierba? Me gusta tomar vodka y fumar hierba y esperaba que se sintiera como tomar vodka y fumar hierba. Ellos sonrieron sabiamente, versiones estáticas de Mr Miyagi. "No te preocupes," dijeron. "Te encantará."

Tras algunas paradas y varias sesiones consultando el mapa, escuchamos un retumbar a la distancia. Bajamos el volumen del estereo del auto. Ahí estaba. El glorioso "DOOF DOOF DOOF" de los parlantes, ¡más allá de los árboles!.

Esto era todo. Nos estacionamos. Lo que encontré fuera del auto, en los árboles, era fantástico, salvaje y como nada que hubiera visto o experimentado antes. Terminamos en el bosque Thetford y oculto entre los árboles estaba mi extasis de viernes por la noche, una fiesta llamada Brains-Kan. Mi mejor amigo había sido nombrado el conductor designado, pero su hermano mayor me llevó a un lado, partió una Mitsubishi rosa en dos y puso una parte en mi mano.

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Decidí pasear por el sitio, absorbiendo todo lo que podía ver y escuchar mientras la pastilla hacía efecto. Parecía que el dress code de las chicas era "botas de peluche, pantalones neón y rastas multicolor," mientras la mayoría de los hombres optaron por un par de cómodos zapatos, una playera de Technics y algo estilo camuflaje. Mientras caminabas por el bosque, te topabas con pequeñas chispas de luz, con caras sonrientes que aparecían en la oscuridad. Para algunos parecía una forma de vida, vi caravanas, familias, campamentos.

La pista de baile consistía de un espacio lodoso frente a un enorme muro de bocinas. La única música que sonó desde el momento en que llegué hasta el punto en que me fui fue un intenso psytrance. El muro de bocinas era un furioso altar y la fuerte masa frente a él lo alababa con un baile infinito. Además, no se si ya estaba viajando realmente duro por la pastilla que acababa de golpear, pero juro que vi un pequeño niño salvaje balanceándose en la parte delantera de los altavoces. No se si era la pastilla o no pero me miraba fijo con una extraña sonrisa, y un largo cabello hasta las rodillas. Nunca supe si era hombre o mujer.

Al pasar la noche continúe con otras cinco mitades de estas Mitsis rosas y dejame decirte, me estaba volviendo loco. Y hablo de quedarme sólo con una playera blanca en pleno invierno. Estoy hablando de hacer unos extraños bailes que sólo podrían describirse como una mezcla de lentos ondulados de manos y un clásico agitar de puño. Hablo de acercarme a una mujer bailando y preguntarle si podía darme un trago de su agua y tomarme media botella, sólo antes de que me dijeran que era vodka puro, sin que eso me preocupara e incluso lo viera con gracia. Básicamente era invencible.

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No hace falta decir que son las mejores pastillas que he consumido. He tenido UPS amarillas y Harley Davidson negras desde entonces, que fueron tan fuertes que literalmente termine escuchando techno ambiental y emocional en contra de mi voluntad, pero esos Mitsubishi rosas siempre tendrán un lugar en mi corazón por su fuerza natural que tuvieron en mí. Quizá era la combinación de una juventud salvaje, las hormonas adolescentes y los nervios o quizá sólo el poder del amor.

Antes de saberlo, el grisáceo del cielo aparecía entre los árboles y la realidad comenzaba a llamarnos por encima del hombro. Quizá fue la gran cantidad de gente que vi viajando dentro de sus autos o quizá el éxtasis estaba empezando a dar su bajón. Además, la policía había aparecido y no estaba muy feliz de que hubiera 400 locos fans del psytrance bailando ilegalmente en un sitio de interés científico.

Así que era momento de dejar este bosque mágico. Nuestros conductores designados estaban listos, nos metimos en nuestros hatchbacks, dirijiendonos a las casas de nuestros padres, una vez más fumando y escuchando más cintas de drum and bass pero ahora a un volumen muy bajo para no despertar a nadie en nuestras casas.

A lo largo de mi adolescencia logré ir a estas locas locaciones, cada ocasión reuniendo historias aún más bizarras. Muy pronto la magia se fue, sentí que las superé y que comencé a odiar el psytrance. Pero nunca olvidaré el asombro y la maravilla de la primera vez.

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