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¿adónde fueron todos los escoceses?

Adiós, Glasgow: la masacre de mánagers escoceses en la Premier League

A pesar de que ya no queden entrenadores escoceses en la primera división de Inglaterra, su recuerdo y su legado quedarán ligados para siempre al fútbol inglés.
Wikimedia Commons

Hace apenas unos años, parecía que la principal condición para ser entrenador en Inglaterra era tener acento de Glasgow. Al comienzo de la temporada 2011-12 había no menos de siete entrenadores escoceses en la Premier League, desde el campeón Sir Alex Ferguson en el Manchester United al pobre Steve Kean en el Blackburn Rovers. Por increíble que parezca, todos habían nacido en un radio de 13 kilómetros alrededor del centro de la ciudad escocesa.

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Menos de cuatro años más tarde ya no quedaba ninguno. Ferguson se retiró al final de la temporada 2013-13; cuando se fue, aún quedaban tres escoceses al frente de clubes de la Premier (Paul Lambert, Steve Clarke y el propio sucesor de Ferguson, David Moyes). Pero tras la marcha de Fergie, los demás resistieron poco tiempo: Clarke y Moyes perdieron su puesto la temporada pasada y Lambert fue fulminado tras arrastrar al Aston Villa a un caos tan tremendo que incluso Tim Sherwood pareció ser capaz de mejorar lo presente.

Desde entonces, los escoceses se han repartido por el globo. Ferguson no se marchó del Reino Unido: simplemente ha decidido dedicarse en cuerpo y alma a su principal 'hobby', esto es, criticar los líos que han provocado sus sucesores en el United. Moyes ha viajado a San Sebastián para reconstruir su dañada reputación; Kean, mientras tanto, dirige la selección de Brunei, sabedor seguramente de que para su reputación no existe arreglo posible. Alex McLeish está al mando del Genk belga. El futuro de Lambert, por su parte, también tiene cara de pasar por el extranjero… y no sería la primera vez: el escocés jugó una temporada en el Borussia Dortmund, la 1996/97, que coincidió con la victoria del equipo alemán en la Champions League.

"Pero a ver: ¿en serio que queréis cambiarnos por tipos como Pellegrini?". Foto de Darren Staples, Reuters.

El paso de multitud a ausencia de técnicos escoceses en los últimos años es ciertamente singular. El duro mánager glasgowiano se había convertido en un arquetipo popular del fútbol inglés en las últimas décadas. Solían hacer cameos en Casualty, la versión británica de Hospital Central, cabreados y soltando espuma por la boca tras haber sufrido un ataque al corazón mientras dirigían algún club londinense inventado. O si no aparecían en alguna 'sitcom' de medio pelo haciendo de cuñados irritables de cualquier actorzuelo engominado.

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Esta imagen permanecerá arraigada durante un tiempo, incluso si la ausencia actual termina convirtiéndose en una extinción en toda regla. El enorme éxito como entrenadores de personajes como el propio Ferguson, Matt Busby, Bill Shankly o Kenny Dalglish asegurará su pervivencia en la memoria colectiva. Y no sorprende: la gloria de los técnicos escoceses en Inglaterra se remonta a George Ramsay, el entrenador nacido en Glasgow que llevó al Aston Villa al título liguero ya en 1894. Desde entonces, nueve escoceses más han sumado campeonatos hasta acumular un total de 36. Su cénit llegó entre 1985 y 2001, cuando los equipos dirigidos por entrenadores procedentes de Escocia ganaron la liga en 13 temporadas de un total de 16.

Quizás no sea coincidencia que la caída se haya producido tras la retirada de Ferguson. Sir Alex fue el sol alrededor del cual orbitaron sus acólitos escoceses: cuando finalmente se quemó, los demás rápidamente fueron absorbidos por agujeros negros, se vaporizaron, se perdieron en el olvido. Kaputt.

Esencialmente, toda la moda de los mánagers escoceses estaba destinada a desaparecer tras Fergie. De hecho, estaba condenada ya desde el establecimiento del modelo actual de la Premier League en 1992, después del cual los dueños de los clubes empezaron a cambiar de forma radical. Los propietarios ya no son aficionados ricos que llevan siendo fans del equipo desde que tienen uso de razón; ahora son hombres de negocios americanos, oligarcas rusos o jeques árabes.

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Este cambio ha provocado la sustitución de la cultura del mánager por la del entrenador corriente, un tipo de personaje similar a André Villas-Boas que no se mete donde no le llaman. Los mánagers escoceses solían hacer precisamente esto: eran obsesos que buscaban controlar cada aspecto del club, hombres duros de clase obrera procedentes de ciudades industriales que no aceptaban la interferencia de "los trajeados".

"Fergie, ¿qué piensas de los entrenadores extranjeros de la Premier?" "Meh". Foto de Andrew Yates, Reuters.

Los propietarios de clubes del siglo XXI no buscan currantes que se tomen varios años y construyan entidades sólidas. Los dueños de hoy quieren resultados instantáneos, una característica con la que habitualmente no se relacionaba a los mánagers escoceses. Como consecuencia, los patronos de los clubes terminan decantándose por entrenadores seguros de sí mismos con acentos exóticos que prometen construir Roma en un día —y hacerlo, además, con un control limitado de los fichajes. En realidad, los escoceses llevaban ya bastante tiempo en la cuerda floja: solo la increíble habilidad de Ferguson a la hora de hacer campeón al Man United había logrado extender su vida útil más allá de lo esperado.

A pesar de su ausencia, sin embargo, los mánagers escoceses seguirán estrechamente ligados al fútbol inglés, como se demostró en recuerdos imborrables como el Mundial de 1966 o en las lágrimas de Gazza. Su legado forma parte de la cultura del país y será tan difícil de superar como las terribles actuaciones de la selección en los torneos internacionales o el 'hooliganismo'.

La esperanza, sin embargo, no está perdida. Hay cuatro escoceses al frente de clubes en The Championship, la segunda división inglesa; entre los mismos destacad Alex Neil, el joven entrenador del Norwich City. Neil, ex técnico del Hamilton Academical, ha colocado a los 'Canaries' en lo alto de la tabla desde que tomó el mando en enero y no sería raro que les devolviera a la Premier mediante los play-offs. Nacido en Bellshill, a apenas 16 kilómetros al sureste de Glasgow, Neil encaja perfectamente en el modelo que tantas alegrías había dado al fútbol inglés.

En la Premier, donde los grandes clubes se han convertido en algo difícil de distinguir de entidades como el Real Madrid o el Paris Saint-Germain, es difícil de asegurar que un prometedor entrenador escocés llegue nunca a tener una oportunidad en un banquillo de élite. Los propietarios actuales buscan preparadores de renombre con títulos europeos en su haber y capacidades reconocidas a la hora de gestionar grandes egos. La próxima vez que el Chelsea, el Man City o el Arsenal busquen a un nuevo entrenador difícilmente buscarán en los clubes de la parte de baja de la tabla; más bien girarán sus ojos hacia el continente e intentarán convencer a un Pep Guardiola o un Jürgen Klopp.

De por sí, esto no tiene nada de malo, porque ambos son genios de los banquillos. Pero también hay mucho que decir a favor de sus colegas escoceses, sacrificados, testarudos y muchas veces rojos de ira en la zona técnica. Seguramente les veamos volver a la Premier, pero tal vez su destino ya solo sean los banquillos más modestos. Para bien o para mal, los tiempos en los que sus vozarrones resonaban en Anfield, Old Trafford y Stamford Bridge pertenecen al pasado.