¿Por qué los prisioneros que han sido puestos en libertad aún continúan en Guantánamo?

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Tras los barrotes: Guantánamo

¿Por qué los prisioneros que han sido puestos en libertad aún continúan en Guantánamo?

Para los no iniciados en el tema, puede parecer incomprensible que la mayoría de los 148 prisioneros que quedan en la Bahía de Guantánamo hayan sido puestos en libertad por el Gobierno estadounidense hace años, sin embargo continúan languideciendo en...

Ramzi Kassem es profesor de derecho de la Universidad de Nueva York. Dirige la ​Clínica de Derechos de Inmigrantes y No Ciudadanos, que representa a los prisioneros de la Bahía de Guantánamo, el Centro de Internamiento de Bagram y otros lugares. Uno de sus clientes es Shaker Aamer, quien ha contribuido a escribir esta serie de VICE, Tras los Barrotes.

Para los no iniciados, puede parecer incomprensible que la mayoría de los 148 prisioneros que quedan en la Bahía de Guantánamo han sido puestos en libertad por el Gobierno estadounidense hace años, sin embargo, continúan languideciendo en detención indefinida sin cargos o debidos procesos.

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Sin embargo, para aquellos que han seguido el desarrollo de los hechos en Guantánamo, con un interés distante pero juicioso, y para aquellos que conocen el asunto profundamente, como mis estudiantes y colegas, o las decenas de abogados que han representado a los prisioneros voluntariamente por años, la paradoja aparente simplemente se ha convertido en costumbre.

Rara vez lo que acontece en Guantánamo se trata de este hecho, en cambio, es mucho sobre percepción y política. La existencia de la prisión es posiblemente la más poderosa ilustración de ese principio. El presidente Obama no quiso gastar su capital político cerrando Guantánamo, ni quiso exponer su flanco a las críticas de los adversarios políticos. Para el Congreso, Guantánamo es muy lucrativo como símbolo político como para renunciar al él. Así que el Congreso lanzó bloqueos mientras la Casa Blanca vacilaba.

La difícil situación de los presos puestos en libertad de Guantánamo, no escapa a esa regla cardinal del universo de Guantánamo que pone las políticas sobre las regulaciones razonables, dejando que la percepción triunfe sobre la sustancia. Y, bajo esa luz, la aparente contradicción planteada por el destino de la mayoría de los prisioneros de Guantánamo comienza a desvanecerse.

Para apreciar plenamente esta realidad, es necesario algo de trasfondo histórico. Para empezar, la revisión de procesos no es nueva en Guantánamo. Desde la creación de la prisión en 2002, ha habido una especie de sopa de letras en los mecanismos diseñados para evaluar los "archivos" de los prisioneros.

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Bush, por ejemplo, tuvo sus Juntas Administrativas de Revisión (ARB por sus siglas en inglés). Las ARB eran juntas militares encargadas de revisar la mayoría del material clasificado para determinar si los prisioneros podían ser liberados. Las juntas también interrogaban a cualquier prisionero que estuviera dispuesto. Muchos no lo estaban, porque rápidamente corrió la voz de que las ARB eran una farsa. De hecho, antes de las ARB a los prisioneros no se les permitía conocer plenamente las acusaciones contra ellos, y mucho menos la evidencia clasificada que supuestamente justificaba su detención, y no tenían el apoyo de un abogado.

Sin embargo, muchos prisioneros fueron puestos en libertad por las ARB. Entre ellos está Shaker Aamer, quien ha colaborado con esta serie y a quien mis estudiantes y yo representamos. Fue puesto en libertad por la ARB en 2007 y es el último residente británico que permanece en Guantánamo.

Con Obama llegaron los Grupos de Trabajo para la Revisión de Guantánamo (GRTF). A las GRTF les fue encargada una revisión exhaustiva de todos los presos, y la mayor parte del trabajo se llevó a cabo en 2009. Una vez más Aamer fue puesto en libertad, como otro de mis clientes, el sirio Abdelhadi Faraj, junto a otros dos detenidos que han contribuido a esta serie, Amad Hassan y Younous Chekkouri. Al final, una gran mayoría del total de prisioneros de Guantánamo fue puesta en libertad.

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Esas autorizaciones llevan el peso de todo el aparato de seguridad nacional de Estados Unidos. Decir que fueron absueltos significa que cada estancia del Gobierno de Estados Unidos con participación en asuntos de seguridad nacional, ha firmado su liberación. Esto incluye al Departamento de Justicia (que supervisa al FBI), el de Estado, el de Defensa y Seguridad Nacional, junto a la Oficina del Director de Inteligencia Nacional (que cubre la CIA) y los jefes del Estado Mayor Conjunto.

Pero muchos de estos hombres liberados permanecen en Guantánamo hasta hoy.

Conciliar estos dos hechos requiere una mirada sin pestañear a la política que llevó a la creación –y a establecer límites– de estos mecanismos de revisión.

Tanto las ARB de la era Bush como las GRTF de Obama se establecieron para proyectar la apariencia de un proceso en medio de acusaciones por parte de los guardianes de los derechos y la comunidad internacional de que Estados Unidos estaba reteniendo hombres en alta mar durante años sin juicios ni procesos justos. Además de la cortina de humo que ambos entes querían crear, los Grupos de Trabajo de Obama también tenían el objetivo de encubrir la liberación de prisioneros. Un prisionero liberado por una GRTF acarreaba un imprimátur de todo el establecimiento de seguridad. Por lo tanto, no debería prestarse para una segunda revisión partidista.

Pero el defecto fatal del esquema era que ni las ARB ni las GRTF tenían el poder de liberar prisioneros. Fueron diseñadas, en principio, para aliviar o desviar la presión política, para aplacar a varios opositores y críticos, y no para implementar concretamente la política.

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El vacío de poder resultante –creado por órganos de revisión sin dientes– era algo fácil de encontrar. Aunque las GRTF tenían la autoridad de liberar prisioneros, su inhabilidad para efectuar sus propias conclusiones cedió el control de los resultados a los imperativos políticos del momento.

Por ejemplo, Aamer es un prisionero doblemente liberado que no enfrenta cargos por ningún crimen. El Gobierno de Reino Unido, en boca de sus sucesivos primeros ministros y ministros de Relaciones Exteriores, ha exigido su regreso oficial y la reunificación con su familia en Londres. Este no es cualquier país, es el aliado más antiguo, cercano y confiable de los Estados Unidos. Seguramente, Estados Unidos puede confiar en Reino Unido para mitigar cualquier preocupación que tenga con la liberación de Aamer.

Pero debido a que la decisión de la GRTF de liberarlo es básicamente una aspiración y no obligatoria, fuerzas políticas ocultas tienen rienda suelta para sabotearla, a pesar de las políticas estatales de ambos países. Esas fuerzas pueden incluir funcionarios del aparato de seguridad del Reino Unido que no tienen interés en el regreso de Aamer a casa, donde estará en mayor libertad para revelar lo que conoce de primera mano sobre la participación británica en los interrogatorios abusivos en Afganistán.

Emad Hassan y otro yemeníes liberados son víctimas de otra especie de política perniciosa. Las preocupaciones sobre las fallas de seguridad en Yemen, destacadas por el caso de ​Umar Farouk Abdulmutallab en 2009, rápidamente se transformaron en una suspensión de las transferencias de prisioneros a Yemen debido a la retórica alarmista de elementos en las esferas políticas y de seguridad. Incluso, desde que la moratoria ha sido levantada, la percepción de que ningún prisionero de Guantánamo debería regresar a Yemen bajo ninguna circunstancia permanece viva.

No parece importar que dos prisioneros yemeníes –incluyendo a uno de mis clientes, Amin al-Bakri– fueran repatriados a mitad de año del hermano menos conocido de Guantánamo, la prisión militar de Estados Unidos en Bagram, Afganistán. Al momento de escribir esto, ninguna repercusión ha recaído sobre Yemen o Estados Unidos.

Con las elecciones de mitad de periodo de 2014 que dan el control a los republicanos de ambas cámaras, puede sellarse el destino de los esfuerzos por reducir la población de prisioneros en 2015.

Los próximos dos años serán la última prueba para la determinación de Obama de cerrar Guantánamo. Ante la probable oposición, tendría que hacer lo que su predecesor hizo cuando abrió la prisión y cuando más tarde puso en libertad a la mayoría de los 800 prisioneros. Obama tendría que actuar –audaz y unilateralmente– vetando la legislación obstruccionista y tomar acciones directivas legítimas de acuerdo a sus objetivos políticos de vieja data. Es decir, si Obama se preocupa por el cierre de Guantánamo, tendrá que levantar la cabeza.