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Hicimos una lista de las mejores películas sobre músicos

Nuestras películas favoritas sobre músicos, desde Control hasta Walk the Line y La Escuela del Rock.

El cine y el rock están ahí; son como dos amigos que pueden pasar mucho tiempo sin verse y que cuando vuelven a coincidir lo primero que hacen es pedir una cerveza y retomarlo donde lo dejaron la última vez. A las estrellas del rock siempre les ha gustado salir en pantalla, como en esa mítica escena en donde Flea (Red Hot Chilli Peppers) reta a Michael J. Fox en una carrera de coches en ​Regreso al Futuro III.

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Pero también los rockeros (porque el rock es el género del cine por excelencia) han servido de inspiración para historias. Cuando no hay de dónde rascar, un buen biopic asegura taquilla, al menos en EU, premios, prestigio y también morbo. Pero a nosotros lo que nos interesa ahora es ese género híbrido en el que se puede hablar de buenas películas que están protagonizadas por músicos.

Como fans de este cruce de caminos, hemos hecho una pequeña encuesta en la que han salido títulos clásicos, bizarradas notables y algunas perlas ocultas que no nos da vergüenza reconocer que forman parte de nuestra videoteca.

Loco por Mary: Es cierto que esta no es una película sobre música, ni un biopic, ni la manera más ortodoxa de comenzar una lista… Pero Loco por Mary es, sin duda, una película musical. Es así. Jonathan Richmann afila su colmillo de vampiro de las letras y subido a un árbol, o donde haga falta, nos va contando como un trovador de la Edad Media por qué Ben Stiller tiene tantos problemas sentimentales con Cameron Diaz. Si le quitas las canciones a la película, se queda sin nada. Los Farrelly nunca volvieron a llamar al que fuera líder de The Modern Lovers y hace mucho que nadie se ríe (ni siquiera hace una mueca de alegría) con sus películas.

Control: Ian Curtis estaba triste todo el tiempo, y se veía venir que su final sería el que fue ("un cuerpo girando en la cocina, el final de una cuerda atada a una viga"). Y por eso Anton Corjbin hizo una película oscura, intensa, triste e industrial. No podía ser de otra manera. El director holandés conoció bien a Joy Division, trabajó con ellos, y se nota. Sabes cómo acabará la historia, pero en algún momento tienes la esperanza de que cambie el destino de ese genio de bailes epilépticos y voz de ultratumba. Más que cine, parece un bonito poema de esos que se leen en los funerales a la gente que ha hecho cosas grandes en la vida.

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Walk the Line: Johnny Cash era ese señor de voz profunda que reinterpretaba temas de NIN, Glenn Danzig o Depeche Mode en los discos que grabó junto a Rick Rubin y que nos siguen poniendo los pelos de punta. También es un icono del country, y también el primer punk. ¿Cómo? Pues sí, su vida no tiene nada que envidiar a la de los héroes del 'no future', con la diferencia de que supo parar el carro. La película sobre su vida, y su historia de amor con June Carter, es un auténtico videoclip, pero está tan bien interpretada (y cantada) por Joaquin Phoenix que se puede ver una y otra vez.

Last Days: Gus Van Sant es un director que planta la cámara y espera. A veces pasan por delante los estudiantes de Elephant, otras veces patinadores o Matt Damon y Ben Affleck. En esta película dejó la cámara plantada para que viéramos a un rubio grunge que se parecía a ​Kurt Cobain golpeando su guitarra, corriendo por el campo desnudo, viendo la tele y esperando algo. Lo visitaban Kim Gordon y vendedores a domicilio, pero no le importaba. Cómo hablar de Kurt Cobain sin hablar de Kurt Cobain. Pura rabia grunge pero al ritmo de Van Sant. O sea, pausadito.

BirdClint Eastwood ya había hecho una película sobre un cantante de country, aunque también hizo una de peleas en la que le acompañaba un mono. Lo que queremos decir es que Clint puede hacer lo que le dé la gana, y que además tiene muy buen gusto musical. Por eso se puso manos a la obra con la vida de Charlie Parker. El resultado fue una película que explica muy bien el jazz a todos aquellos que cada vez que arranca una canción se duermen al segundo solo de trompeta.

Escuela de Rock: Una joya. La prueba de que el cine 'familiar' no tiene por qué ser una mierda (aunque lo es en el 90 por ciento de los casos) nos la aporta Richard Linklater. Bueno y Jack 'Fat' Black, que sabe cómo menear su redondo cuerpo en pantalla como nadie: desde los vídeos de su grupo a las locuras que hace con Dave Grohl en ese mítico vídeo de ​Foo Fighters. Aquí es un profesor sustituto, una estrella en horas bajas, que enseña a sus muchachos a rockear. Al principio da la más absoluta de las perezas. Pero en algún momento, no se sabe bien cómo, surge la magia en las aulas.

24 Hour Party People: Ay, el sonido Manchester. Ay, el paso del post-punk a la primavera del amor (obrero) en la Inglaterra de Thatcher. Ay, The Factory… Happy Mondays, New Orden, A Certain Ratio, el pelirrojo de Simply Red en un concierto de Sex Pistols, Tony Wilson… Maldito Michael Winterbottom, vimos caer palomas desplomándose desde el cielo y supimos que ese tiempo había pasado. Ni siquiera nos consuela escuchar una y otra vez el primer disco de The Stone Roses.

El fantasma del paraíso: No confundir esta película con una grabación de un musical de Broadway de título parecido realizada con 100 cámaras y 3 directores durante una función en Nueva York. La película de Brian DePalma es (¿cómo no?) un verdadero delirio psicotrónico. Junto a The Wall y Quadrophenia es la mejor demostración de lo que se cocía en cuanto a cine y música en los setenta. Un hombre que vende su alma por el rock and roll (no es una exageración, así es cómo la vendían en aquellos días) y que se venga de los que le robaron su talento a golpe de canciones y aporrenado un órgano. Un delirio psicodélico.

Symphaty for the Devil/One plus One: Jean Luc Godard hace películas profundas, otras libertinas y rupturistas, también se suelta manifiestos, y con 80 años vuela mentes con el 3D. Así que no es nada raro que en los setenta se encerrara con los Rolling Stones y los grabara componiendo su mítica canción, y además descargara su avalancha de mensajes políticos y contestatarios. En aquella época a Godard le daba por ahí. La película es una joya para 'stonianos' que permitan que alguien desmitifique a la banda, pero lo realmente bueno es pensar qué pudo pasar entre las cuatro paredes de aquel estudio durante el rodaje.