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Cómo hacer la ópera menos aburrida

¿Puede una nueva generación de ópera independiente salvar una forma de arte en vía de extinción?

La aburrida Metropolitan Opera House de Nueva York. Foto vía usuario de Flickr dandechiaro.

El año pasado, Peter Gelb, director general de la Metropolitan Opera de Nueva York, anunció que estaban en riesgo de quebrase en los próximos tres años.

"La gran ópera es en sí misma un arte en vía de extinción", explicó Gelb, de 62 años, en una entrevista con la BBC, en la que describió su ardua batalla contra lo que llamó "un rechazo cultural y social a la ópera".

Según Gelb, la ópera está muriendo lentamente gracias a las redes sociales y YouTube, distracciones digitales que están reduciendo nuestros periodos de atención y restringiendo nuestros horizontes culturales. Las ganancias en taquillas están disminuyendo ininterrumpidamente e incluso los intentos del Met para atraer a las audiencias con extravagancias —como el campo de amapolas de 169.000 dólares (casi 500 millones de pesos) en su producción Prince Igor en 2014— han sido en vano.

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Y tal vez Gelb está en lo cierto. Con Netflix a un clic de distancia, las audiencias modernas son probablemente menos propensas a gastar 165 dólares (480.000 pesos) para sentarse cuatro horas a ver una epopeya sobre un príncipe ruso medieval. Pero algunas nuevas compañías de ópera, lideradas por productores jóvenes, están tratando de darle una nueva vida a esta forma de arte con siglos de existencia.

"La gente tiene la idea de que la ópera es tonta o extravagante y yo quiero mostrar, en la mejor manera posible, que la ópera puede ser normal", dice Robin Norton-Hale, director artístico de 35 años de la OperaUpClose, una de las varias compañías que intentan darle al género de 400 años una renovación del siglo 21.

Estas producciones urbanas o suburbanas de ópera son más pequeñas, mucho más baratas y se presentan en inglés.

"La ópera convencional tiene un leve problema de imagen, pero el problema más grande es un problema de costos", dice Laura Bowler, quien creó la compañía Size Zero Opera en 2008 después de producir un show sobre las realidades de la anorexia adolescente. "Muchas personas sostienen que esto se está corrigiendo, y aunque hay algunos programas de ayuda, definitivamente no hay suficientes para hacerlo una opción factible para las familias". Si bien es posible encontrar algunos tiquetes en la Royal Opera House, en Londres, por tan solo 20 libras (90.000 pesos), Bowler señala que las sillas están en la parte de atrás.

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Al otro lado de Londres, lejos de las salas majestuosas de sillas de terciopelo, un grupo de directores jóvenes está cultivando una ópera nueva que está teniendo acogida. Montadas en sitios tan remotos como edificios de parqueaderos o criptas underground, estas producciones urbanas o suburbanas son más pequeñas, mucho más baratas y se presentan en inglés. Este otoño, Norton-Hale está debutando Ulla's Odyssey, una ópera basada en la historia de la adolescente holandesa Laura Dekker, quien navegó por el mundo a los 16 años.

Estas nuevas compañías de ópera no le tienen miedo a modernizar los clásicos. En la OperaUpClose se están preparando para una nueva producción de Carmen, y el mes pasado le dieron un cambio de imagen a La Traviata, la iracunda exposición de Verdi sobre la doble moral sexual dominante de la sociedad del siglo 19, 150 años después de que este compusiera su relato trágico de amor ilícito entre el glamour, la hipocresía y la jerarquía social del París de 1850.

La presentación de La Traviata en el Teatro Tricycle en el norte de Londres, que tiene una capacidad de apenas 235 personas, no es exactamente la obra magistral a la que los aficionados pueden estar acostumbrados. El reparto fue reducido a solo cinco y la música de orquesta adaptada a un trío. Pero en lugar de contemplar hacia abajo desde lejos, todos los asientos están a tan solo unos metros del escenario. La atmósfera es acogedora y le da a la audiencia la sensación de que está asistiendo a un ensayo. Y eso es parte del encanto.

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"La Traviata puede ser montada con un reparto de cien, pero finalmente es solo sobre tres personas que se manipulan entre sí, que son horribles entre ellos y se aman", dice Norton-Hale, quien pasó meses reescribiendo el guión y la música. "En muchas óperas del siglo 19 a menudo se pierden las historias profundamente humanas que están en el centro de la pieza básicamente porque hay muchas fuerzas involucradas. Compositores como Puccini y Verdi de hecho crean personajes que son muy realistas psicológicamente y tramas complejas, pero esto queda olvidado en medio de los coros y las orquestas masivas".

El etos de la OperaUpClose es que la ópera debería ser vista como teatro cantado, en vez de ser percibida como una forma de arte separada. Norton-Hale ve la música como una capa adicional para manipular las emociones de la audiencia, más que como un elemento central de una producción.

La gente ha estado cambiando a Shakespeare por años, poniéndolo en la luna o lo que sea, y nadie se molesta. La ópera es igual de elástica. —Robin Norton-Hale

"Estamos apuntando a una narración visual y psicológica", le dijo Norton-Hale a VICE. "En el pasado la gente decía: 'la ópera es todo sobre la voz', y pienso que eso es en parte lo que ha hecho que la ópera decaiga. La música es tan importante como el drama, pero no es más importante".

La idea de Norton-Hale empezó hace seis años con una producción de La Boheme en el cuarto de arriba de un pub en el norte de Londres. Puede haber parecido un escenario raro para una representación de Puccini, pero para Norton-Hale tenía todo el sentido.

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"La Boheme es esencialmente una historia sobre la llegada a la adultez de cuatro estudiantes", explica. "Es una tragedia porque una de las mujeres con la que se relacionan muere, pero la mayoría de la ópera es sobre gente que no tiene mucho dinero, que simplemente se la pasa por ahí. En un teatro de ópera, con la orquesta y el coro, pierdes ese realismo. Pensamos que definitivamente podríamos rescatar lo contemporáneo con este pub en el que hay gente vomitando en los inodoros, tratando de vender los pollos congelados que se robó de Islandia. Fue realmente satisfactorio, porque al final la gente se acercaba y decía: 'Eso es típico cuento de mi hermano y sus amigos', que es lo que queríamos lograr".

La Boheme en un pub de Londres. Foto cortesía de OperaUpClose.

El show ganó un prestigioso premio Olivier e impulsó la tendencia a presentar óperas en lugares alejados de lo tradicional, incluso cuando esto implique pesadillas logísticas. "Uno encuentra lugares increíbles pero a veces es muy difícil que funcionen. Hay, por ejemplo, una cripta con mucho ambiente que queríamos usar pero que no servía. Donde sea que situáramos a la audiencia, esta solo podía ver 1/5 del escenario", dice William Marsey, director de la compañía de ópera Listenpony, quien rechazó la oportunidad de montar un show en el Rotherhithe Shaft, un espacio de 150 años que hace parte de los túneles de Londres, porque era imposible hacer caber un arpa por las escaleras de metal por las que se accede al lugar.

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"Mucha gente se escandaliza por las extrañas tradiciones de la ópera", dice Marsey. "Las rígidas estructuras de la música, no saber exactamente qué se supone que debes hacer, cuándo aplaudir, todas esas pequeñas cosas… yo pienso que estos nuevos lugares ayudan".

Además de actuar en sitios inusuales, Listenpony le apunta a atraer a audiencias más jóvenes a través del tipo de temas que se escogen y que se pueden encontrar más comúnmente en un documental de Louis Theroux. Recientemente Marsey montó un show de Kate Whitley llamado Unknown Position, sobre una mujer enamorada de una silla de su comedor.

"Había muchas cosas en las noticias sobre gente enamorándose de cosas extrañas en ese momento", explica. "Recuerdo escuchar sobre una mujer que se casó con el Muro de Berlín".

Pero aunque parte del atractivo de la ópera suburbana es la intimidad de estar a unos pocos metros del escenario, actuar en esas circunstancias ha agregado desafíos, especialmente dada la falta de entrenamiento en actuación que los cantantes de ópera reciben típicamente.

"En un teatro pequeño, la gente realmente puede ver tu cara y lenguaje corporal", dice Maud Millar, quien interpretó al amante en Unknown Position. "En un gran teatro de ópera tienes que hacer mucha más actuación física para parecer involucrado, pero en lugares suburbanos, la gente te puede leer con un alcance mucho mayor y tienes que pensar en eso al mismo tiempo que produces un sonido decente mientras estás llorando o enroscado alrededor de una silla. Nunca puedes dejar que tu cara se vuelva tu propia cara, tienes que quedarte en tu personaje, incluso durante los interludios de la orquesta".

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Foto cortesía de Listenpony

Millar se ha dado cuenta de que estos shows alternativos despiertan el interés de gente que de otra forma considera la ópera arcaica. "Hasta la universidad, no pensaba que la ópera siguiera existiendo afuera de Italia. Pero shows como Unknown Position —que hacen preguntas como, '¿Qué es el amor?' y '¿Qué debería ser considerado socialmente aceptable?'— ponen a pensar a la gente 'Ok, eso es interesante'. Y entonces olvida sus antiguas percepciones de la ópera".

Para los mismos intérpretes, estas osadas ideas le han dado vida a una industria donde las oportunidades han estado menguando drásticamente. Hace 100 años, la mayoría de los aspirantes a cantantes de ópera aprendían su oficio en una compañía de ópera viajante, antes de firmar un contrato para el resto de sus días laborales. Pero semejante seguridad ha desaparecido, obligando a los jóvenes directores y cantantes a intentar tomar control de su propio destino.

"Es muy difícil para los jóvenes cantantes conseguir un punto de apoyo en algún lugar porque no hay formaciones y todo el mundo hace freelance", dice Millar. "Estás tratando de venderte constantemente a diferentes directores y puedes sentir que estás sometido a los caprichos de la marea".

Pero mientras muchas compañías de ópera suburbana han encontrado un éxito retumbante, se está volviendo cada vez más difícil encontrar los fondos para apoyar sus producciones. "La venta de tiquetes repone menos del 10% de lo que cuesta montar una nueva ópera", le dijo Bowler a VICE. La mayoría de los fondos de una ópera viene de cuerpos de financiación externos, incluso los grandes teatros de ópera dependen de fundaciones y donaciones.

"La nueva ópera no vende tan bien", dice Norton-Hale. "Y aunque estamos comprometidos a conservar nuestros tiquetes tan asequibles como sea posible, tenemos que llegar a un equilibrio entre mantener las funciones baratas y cubrir los costos".

Algunos directores han atraído financiación de fuentes inusuales siendo creativos con los temas de sus óperas. El Wellcome Trust (una organización de beneficiencia de investigación biomédica) recientemente financió una ópera suburbana llamada The Anatomy of Melancholy, que exploraba la necesidad humana milenaria de expresar emociones a través de canciones. La misma Bowler exploró un nuevo mercado con su show Women Box, una ópera que según ella reunió una audiencia raramente vista de "boxeadores, fanáticos de gimnasio, entusiastas de la nueva música, y amantes de la ópera contemporánea".

"En última instancia, lo que importa es hacer buena ópera pero también estar dispuesto a tomar libertades artísticas y hacer cosas nuevas", concluye Norton-Hale. "Algunas personas ven la ópera como una pieza de museo intocable y la gente se vuelve muy irreverente con el tema. Pero la gente ha estado picando y cambiando a Shakespeare por años, poniéndolo en la luna o lo que sea, y nadie se molesta. La ópera es igual de elástica".