FYI.

This story is over 5 years old.

Música

Cuando, de repente, incluso tu madre escucha trap

No es solo que todos tus amigos ya llevan una riñonera en el pecho, el tema es que tu madre se lo esté planteando.
Foto de José Porroche vía VICE

Primero vinieron a buscar a los raperos, y yo no hablé porque no era rapero. Después vinieron a por los modernos y los influencers de Instagram, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron a por los poperos y punks, y yo no hablé porque no era ni popero ni punk. Después vinieron a por mí y a por mis colegas y sucumbimos. Finalmente vinieron a por mi cuñado y en ese momento ya no quedaba nadie que pudiera escaparse del trap.

Publicidad

Es lamentable utilizar esta cita de Martin Niemöller para abrir este artículo pero, qué diablos, siempre está bien empezar con este tipo de discursos grandilocuentes, sobre todo si se habla de —me resulta incluso incómodo utilizar esta palabra— trap.

Es inevitable pensar que el trap ya está absolutamente en todas partes. Se puede pensar, equivocadamente, que este ya lo estaba hace tiempo, puesto que todos los medios y redes sociales que consultamos —centrados en un círculo de gente afín a nosotros— vienen repletos de referencias al trap, incluso lo han sobrepasado y lo interpretan con discursos metalingüísticos o lo tratan con cierta distanciación irónica. No me estoy refiriendo a que el trap esté de moda, me refiero a que el trap, simplemente, está.

Lo que antaño fue un gueto reservado para los que ya estaban metidos en este asunto y los connoisseurs musicales, la prensa y su irreductible afán por conseguir visitas y clics a base de intentar comprender y despedazar las culturas más ensombrecidas y minoritarias, se encargó de diseminar el género de forma distorsionada (esto es algo que deduzco —no entiendo de trap—, puesto que es lo que la prensa generalista normalmente hace) por todas las capas de la sociedad.

Cecilio G, el tipo del que habla tu cuñado. Foto de Xavi Olmos vía VICE

Ahora mismo su presencia ya alcanza más allá de los circuitos de la modernidad en los que, en su momento, fueron una novedad destacable y una obligación casi impuesta por los propios cánones del sector. El género ya está en ese punto en el que incluso "ya está pasado", nos encontramos en esa esfera existencial en la que la palabra "trap" puede ser espetada tanto por un crítico musical como por un portero de un edifico de la calle Sepúlveda: un tipo que viste con camisas de color beis y que a nivel musical solamente tiene en su propiedad una carpeta en el ordenador llamada "CANCIONES" en la que tiene temas sueltos de Pau Casals y conciertos sacados de los recopilatorios "MAESTROS de la MUSICA" (sic).

Publicidad

El género está en ese punto en el que incluso "ya está pasado", nos encontramos en esa esfera existencial en la que la palabra "trap" puede ser espetada tanto por un crítico musical como por el portero de un edifico

Quizás el "está pasado" es un poco exagerado porque la fiesta sigue en la cresta de la ola pero es innegable que cuando tu cuñado te espeta en mitad de una comida familiar que el último Instagram Stories de Cecilio G es "épico", es que las cosas no están yendo del todo bien. Es como cuando hacen ropa de niños con estampados de los Ramones.

La jurisdicción del fenómeno ha traspasado límites racionales. Que un artista trapero (o cómo se llame) aparezca en las portadas de los dominicales ya no impresiona, el tema es que ya no son solo tus amigos exfans de Pavement los que comparten temas de Richard Mangosta, ahora tus cuñados y tíos están ya hablando de trap, en contextos totalmente ajenos a tu realidad. Estudiantes de ingeniería están proponiendo traperos para la siguiente Telecogresca o la fiesta de la UAB. Es el paso lógico para terminar ocupando espacio en los hilos musicales del Lidl. A ese nivel hemos llegado, tenemos al trap totalmente descontextualizado.

Concierto de Yung Beef en Madrid en 2015. Foto de Davit Ruiz para VICE

Supongo que en breve, como hicieron tus amigos en su momento hace más o menos un par de años —eso de cambiarse la camiseta de The Deep freeze Mice por un polo Ralph Lauren—, tu madre empezará a tatuarse cosas raras en la piel —me imagino un Ferrero Rocher haciendo skate— y a los pocos meses cambiará su falda lila por unos pantaloncitos de deporte, sus Crocs por unas Nike con sus correspondientes calcetines y gorra e irá al Mercadona con una riñonera cruzando su pecho.

Publicidad

En fin, no conozco casi nada de trap, no sé de dónde surgió ni sé exactamente qué coño es pero es innegable que —fuese ese su objetivo principal o no— ahora, más que nunca, impregna todos los estratos de la sociedad, con todo lo bueno y todo lo malo que esto pueda conllevar.

El género podría desvirtuarse, convertirse en un producto descafeinado alejado de la esencia original y quizás necesita volverse terco y desagradable

Su estética está asimilada y ahora saltará al minado campo de "la gente corriente". Del garaje de The Oh Sees al trap de Somadamantina; de Elliott a Smith a Yung Beef; de Bisbal a Pimp Flaco.

El problema que le veo a esto es que el género podría desvirtuarse, convertirse en un producto descafeinado alejado de la esencia original, un material base modificado e higienizado para un consumo agradable y en cadena.

Quizás necesitaría volverse terco y desagradable, sus anfitriones deberían empezar a exacerbar la forma y el contenido de sus propuestas y volver a convertirlo en algo incómodo, aspirar a rebajar visitas en los vídeos de YouTube y buscar ese mundo minoritario que generaron en sus primeras andadas. Toda popularización de géneros necesita su propia dinamitación, una apuesta por la autodestrucción.