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Diario Vice

Las seis paradojas de la gentrificación

Hablamos con David Bravo (el arquitecto, no el diputado de Podemos) sobre barrios de moda y lo que no hemos entendido de la expulsión de los vecinos.

Esta entrevista forma parte de 'Barricidio en Barcelona', el reportaje de DIARIO VICE que se emite hoy a las 00:05h en #0, el canal exclusivo de Movistar+.

Es la primera vez que me siento en una terraza de Las Ramblas. Han tenido que pasar 35 años y que me encargaran una entrevista sobre gentrificación para conseguirlo. A mi lado, unos turistas empeñados en cumplir con el tópico han pedido una jarra de sangría. Cuando llega el entrevistado, el arquitecto David Bravo, me dice con una risita que para él también es la primera vez. A él le ha costado 42 años. Nos sentimos gigantes, casi héroes. Y nos pedimos una agua y una agua con gas, por lo que pueda pasar cuando llegue la cuenta.

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Pero vayamos con otras paradojas. (Si no tienes claro qué es la gentrificación, pásate por aquí y, cuando vuelvas, David te tumbará algunas premisas.)

El término gentrificación lo carga el diablo

Es un concepto impreciso, aunque útil. Impreciso porque se suele entender que, por sí solo, explica la expulsión de vecindario y comerciantes tradicionales ante la llegada de nuevos vecinos ricos. Pero la culpa también es de la llamada terciarización (pisos de uso residencial que pasan a tener un uso terciario: notarías, despachos de abogados, hoteles, pisos turísticos…) y los fondos de inversión que compran edificios enteros a modo de caja fuerte. Al mismo tiempo, es un concepto útil porque está de moda entre los medios periodísticos y los movimientos sociales. Y eso sitúa la problemática en la agenda pública.

La gentrificación no lleva a la parálisis urbanística

Cuando se anunció que la cárcel Modelo de Barcelona cerraría definitivamente las puertas, los inversores empezaron a llegar al barrio a la búsqueda de caramelos inmobiliarios. Porque el barrio, sin cárcel, mola más. Pero ¿eso quiere decir que hay que detener cualquier mejora para evitar la gentrificación? No. En ningún caso hay que dejar de mejorar el espacio público, las infraestructuras o los equipamientos. Sí hay que acompañar esas mejoras con políticas que beneficien a todos, como un buen parque de vivienda pública y de pequeños comercios de protección oficial.

La gentrificación no afecta sólo a los que viven de alquiler

Se suele pensar que los propietarios se benefician de la gentrificación porque el barrio entero se revaloriza. Pero se puede dar el caso de que la señora María, propietaria del piso donde vive en El Gótico, en Barcelona (o en Sol, en Madrid), se encuentre sola, lejos de sus hijos y rodeada de tiendas de souvenirs en las que venden gorros mexicanos. Puede terminar rodeada de silencio (pisos vacíos) o de ruido (alojamientos turísticos con población flotante e indiferente). Como un pez que se muerde la cola, la situación empuja a María a dejar el barrio y desertar hacia otro barrio o municipio, dejando que su piso entre en la oferta turística o inmobiliaria.

La gentrificación no afecta sólo a los pobres

El esquema clásico de gentrificación nos dice que las clases populares ceden su sitio a las clases más acomodadas. Pero el turismo masivo y low cost ha cambiado esto. Pongamos que John, Peter y Alistair, tres currantes con sueldos precarios de Liverpool, se pasan todo el año ahorrando para pasar una semana en Barcelona. Aunque solo sea por unos días se pueden permitir pagar mucho más dinero por un piso que un habitante permanente de clase media-alta. Y ahí está: pobres expulsando a "ricos".

La gentrificación no es un problema identitario

A menudo se percibe la gentrificación como un conflicto entre los de aquí y los de fuera, entre la población arraigada y la recién llegada (o la flotante). Y esto puede llevar a posturas populistas o xenófobas. Se trata de defender a los más desfavorecidos para que puedan tener igualdad de acceso a las oportunidades, sin que eso quiera decir recortar derechos básicos a nadie.

La gentrificación es "glocal"

Es un fenómeno de escala global y que crece, pero se manifiesta en el ámbito local. El mejor frente desde donde combatirla es la política municipal. Hay una red de ciudades —que también es una dimensión creciente en comparación con la debilidad del estado nación—, para reclamar competencias y más medios.