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'Te como el coño y te mueres': analizamos el mensaje de este murciano contra las feministas

Cuando la España negra resurge de las profundidades y tiene algo que decir.
Te como el coño y te mueres
Imagen vía Twitter

Siempre resulta cómico y a la vez aterrador cuando un espécimen de la España negra y caducada surge de las profundidades de los desiertos áridos o de los frondosos y húmedos bosques que pueblan violentamente nuestra península, rincones tenebrosos de este país que actúan como un portal temporal hacia un pasado y unas ideas duras y (ahora) extravagantes.

Resulta cómico por la incongruencia y la absurdidad de su discurso en un espacio y en un momento en el que todo parece navegar en sentido contrario. Y resulta aterrador porque se evidencia que estos especímenes existen.

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Twitter —esa fuente inagotable de maná viral espectacular— se ha despertado hoy con un vídeo grabado en formato selfie —¿videoselfie? de un camionero, autobusero o transportista de largas distancias de algún otro tipo de presumible origen murciano (el análisis de su acento, confirmado por otros murcianos, nos hace pensar que sin duda lo es) que expresa su punto de vista sobre todo esto del feminismo. El tópico está servido: macho ibérico español, de profesión conductor y camisa planchadita sutilmente abierta para dejar entrever cierto bello corporal, opinando sobre feminismo.

Si os parece, os dejo la transcripción íntegra del texto —al menos lo que he podido llegar a entender— para que podáis entender el contexto de las afirmaciones que ahí se vierten. Más tarde analizaré frase por frase esta maravillosa misiva dedicada a las feministas.

“Entonces, en vez de salir a la calle a protestar, tú lo que tienes que hacer… hazlo en tu casa, cochina. A decir que los tíos no… no sabemos follaros. Pero eso lo dices tú, porque no te pesco, marrana. Te como el coño y te mueres. Y te echo un par de polvos después de haber hecho 800 kilómetros, tonta del capullo. Que habrá tíos más flojos, no te lo digo. Pero que nos metas a todos en el mismo tiesto… ¿Pero tú quién mierda eres para, para coger una banda de estas de tontas del capullo, feas, más feas que una tormenta de mierda y salir a la calle a decir que no sabemos follar? ¿Que no os duele la cabeza? Preguntadles a las de la edad de mi madre (silencio dramático) si trataban bien a sus maridos y los llevaban hechos príncipe. ¿Ahora qué es lo que queréis?”.

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Musicada de forma adecuada, esta pieza podría parecer la letra de un tema de Los Suaves, pues la cadencia de la letra y los silencios intervienen de forma impecable, con esas frases cortas, esas paradas, esas repeticiones (eso de “a decir que los tíos no… no sabemos follaros”, es tremendamente musical) y esos apuntes finales en la frases que invocan a la destinataria (“cochina”, “marrana”, “tonta del capullo”, “no te lo digo”, “feas”…). Incluso intuyo un estribillo por ahí, ese “te como el coño y te mueres”, que bien podría repetirse varias veces en el texto. De hecho este podría ser el título de la canción, séptima pista del disco Cállate, pava, del grupo murciano “Los Príncipes”.

Pero alejándonos de esta analogía musical, podríamos decir que el formato del texto asume una naturaleza epistolar, pues va dirigido a un destinatario concreto y explícito (las feministas) pero en él también se mezclan tanto las cualidades del madrigal, aunque invertidas —poema breve en el que se describen las cualidades de la amada— como las del apólogo clásico —un cuento que transmite normas y conductas morales mediante una enseñanza o moraleja—. En definitiva, se trata de un tío rajando y dando lecciones a otras personas.

“Entonces en vez de salir a la calle a protestar, tú lo que tienes que hacer… hazlo en tu casa, cochina. A decir que los tíos no… no sabemos follaros”.

La frase inicial responde a cierto nerviosismo, es la presentación de antes de una charla y el ponente aún no ha cogido carrerilla, le falta confianza. Es por esto que no se entiende una puta mierda de lo que dice el colega, un conjunto de frases incongruentes, sin ningún tipo de sensibilidad gramatical y con ese “cochina” lanzado de forma inconexa, un intento de comunicar cierta integridad y autoridad, esa rama débil a la que se coge una persona que está cayendo inevitablemente por un precipicio. Al final de la frase llegamos al quid de la cuestión, este es el tema que realmente preocupa, el detonante de todo el discurso: se dice por ahí que los tíos no saben follar.

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“Pero eso lo dices tú, porque no te pesco, marrana. Te como el coño y te mueres. Y te echo un par de polvos después de haber hecho 800 kilómetros, tonta del capullo”.

En esta segunda parte tenemos la contestación a esa presuposición —lo de que los tíos no saben follar—. ¿Cómo defiende su discurso? Pues bien, si alguien dice que los hombres no saben follar es porque esa persona no ha follado con este camionero, que “si te pesca” vas a flipar porque te comerá el coño y te morirás de placer.

Esta burbuja de testosterona culmina con al cantar de gesta del héroe que después de viajar 800 kilómetros se folla dos (2) veces a una mujer. Un acto heroico en toda regla, sobre todo teniendo en cuenta que ese viaje lo ha realizado sentado y comiendo Risquetos y Snickers. Follar una vez no tiene nada de especial, por eso ese segundo acto sexual es el que define al superhombre. Porque el follar bien es una cuestión de cantidad, no de calidad, ¿cierto? Y bueno, el tipo se contenta con el mínimo de polvos que hacen que esos polvos se conviertan en un plural (2). Un intento de hipérbole fallido.

“Que habrá tíos más flojos, no te lo digo. Pero que nos metas a todos en el mismo tiesto…”.

En esta parte el camionero acepta sus propias cualidades heroicas, pues entiende que hay gente normal y corriente que, sí, efectivamente no tendrá ni idea de follar. Pero que quede bien claro que nuestro amigo no es uno de ellos, porque te come el coño y te mueres, ¿sabes?

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“¿Pero tú quién mierda eres para, para coger una banda de estas de tontas del capullo, feas, más feas que una tormenta de mierda y salir a la calle a decir que no sabemos follar? ¿Que no os duele la cabeza?”.

Aquí regurgita el odio de nuevo y entramos en otra espiral de ensañamiento sin control, característico del que se escucha a sí mismo decir las cosas y está tan de acuerdo con lo que dice que se viene arriba. Los nervios vuelven y la incongruencia sintáctica regresa. En este fragmento la musicalidad es incuestionable, con esa pausa y esa repetición tan lírica (“¿Pero tú quién mierda eres para, para coger una banda…”).

La comparación del feísmo del destinatario con una “tormenta de mierda” es bastante explícita y uno de los momentos más brillantes del texto, no por el símil fecal y meteorológico sino porque evidencia el laberinto mental en el que está metido el pobre remitente, quien para defenderse ante una ofensa solo puede blandir la espada de la fealdad ajena. Le dicen “te has equivocado” y él contesta “pues tú eres fea”. Gran estrategia, colega.

“Preguntadles a las de la edad de mi madre (silencio dramático) si trataban bien a sus maridos y los llevaban hechos príncipe. ¿Ahora qué es lo que queréis?”.

El cierre busca la complicidad de otras mujeres cuya conducta debería ser un ejemplo para todas esas feministas. El camionero insiste y remarca (mediante un silencio dramático muy bien colocado, que casi bordea el llanto pese a que un hombre español nunca llora en su camión) que esas mujeres de antes sí que sabían tratar a los hombres, que “los llevaban hechos príncipe”, que no iban por ahí diciendo que “no saben follar”. A pesar de todo, busca esta complicidad deduciendo la opinión de esas mujeres, sin buscar testimonios ni darles voz propia.

Finalmente lanza la gran pregunta, “¿Ahora qué es lo que queréis?”. ¿Es que acaso no disfrutan las mujeres de ahora cuidando de sus hombres? ¿A qué coño más aspiran? Bueno, esa pregunta es exactamente lo que hace que las mujeres estén intentando cambiar las cosas, colega.

Y después de lanzar este discurso el camión se alejó para regresar al sitio del que nunca tendría que haber salido, hundiéndose poco a poco en la tierra estéril y seca de esa España decimonónica y dejando a su paso un rastro perpetuo de vinagre, ceniza y muerte.

Sigue a Pol Rodellar en @rodellaroficial.

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