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Copa America

Futbol sin empates: recordando los shootouts en la MLS

Una extraña manera de evitar los empates llegó a su fin en 1999.

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¿Terminar en empate? Aunque en cualquier partido de fútbol alrededor del mundo es uno de los tres resultados posibles al final de los 90 minutos, en Estados Unidos la idea de empatar en una competencia deportiva ha sido considerada históricamente como una abominación. Basta repasar la historia de sus ligas más populares para comprobar el desprecio gringo por la igualdad, al menos en los marcadores de los deportes que practican.

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Como ejemplo, la NBA. Para nadie es un secreto que los partidos de la principal liga de baloncesto del planeta llegan con cierta frecuencia a tiempo extra. Sin embargo, se han necesitado 3, 4, 5 o hasta 6 de esos tiempos para evadir el empate, como sucedió en 1951 en el partido más largo de la historia entre los Olympians de Indianapolis y los Royals de Rochester.

La MLB y la NFL no son muy distintas. Los extra innings pueden llevar un partido hasta el infinito, o a comenzar un día y terminar al siguiente, como le sucedió a los Brewers y los White Sox en 1984, cuando jugaron durante 25 innings y poco más de ocho horas. La NFL ha modificado sus reglas en varias ocasiones para romper los empates en los playoffs, mientras que en la temporada regular son posibles aún siendo una auténtica rareza.

Por lo tanto, cuando la Major League Soccer tuvo su temporada inaugural hace 20 años, los empates eran un problema. La igualdad como veredicto final resultaba demasiado displicente para una sociedad obsesionada con la dicotomía entre ganar y perder, entre el éxito y el fracaso, entre la exaltación del vencedor y la redención del derrotado. El público norteamericano no lo entendería, y sobretodo, no se enamoraría de un juego con semejante falta de resolución.

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Estaban los penales, cierto. Pero definir un partido de fútbol por esa vía resultaba semejante a definir un partido de futbol americano con una tanda de goles de campo, un partido de basquetbol con lanzamientos desde la línea de tiro libre o un juego de beisbol en un Home Run Derby. Hacia falta algo más norteamericano, y en su afán de "americanizar" lo que el narrador chileno Luis Omar Tapia bautizó como el deporte más hermoso del mundo, los gringos eligieron lo que para muchos resultó más abominable que el empate mismo: los shootouts.

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Herencia del hockey, los shootouts habían sido establecidos como sistema de desempate por la International Ice Hockey Federation (IIHF) para el Campeonato Mundial de 1992, pero aún no habían sido adoptados por la NHL cuando la MLS comenzó a utilizarlos en su primera temporada, la de 1996.

El procedimiento era simple. Cuando el reloj llegaba al final de su segunda cuenta regresiva, que comenzaba en el minuto 45 y descendía hasta el minuto 0 en cada tiempo, el árbitro anunciaban el inexorable final del partido. No había tiempo añadido, no había tiempo extra, no había penales, y por supuesto, no había empates. La igualdad que no pudieron romper 11 contra 11 quedaba entonces a merced de una serie de enfrentamientos 1 contra 1, entre el guardameta de cada equipo y los 5 futbolistas más habilidosos del rival.

Los duelos comenzaban a 35 yardas de la línea de meta, en las inmediaciones de la media cancha. Allí, junto al cobrador, se ubicaba uno de los jueces de línea con su bandera en alto, listo para darle la partida al atacante, que tenía exactamente 5 segundos en el mismo reloj que corría en reversa para enfrentar al guardameta y batirlo en un mano a mano.

El resultado, en realidad, se parecía más una sesión de entrenamiento que a la definición de un partido, y en la mayoría de los casos, dejaba en evidencia la ingenuidad y el talento torpe del futbolista estadounidense. Amagues inocuos, balones a las tribunas, fracasos de vaselinas, definiciones sin sorpresa, y en general, un repertorio de ejecuciones fallidas y poco emocionantes eran la regla.

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Los arqueros triunfaban más que los atacantes. A mediados de la temporada de 1999, la última en la que se utilizaron los shootouts, Joe Cannon, el portero del Clash de San José recordado por llevar el número 0 en la espalda, había sido vencido solo ocho veces en 26 intentos, incluyendo una definición paradigmática contra Mutiny de Tampa Bay en la que detuvo cada una de las cinco arremetidas del rival, mientras que sólo uno de sus cinco compañeros logró anotar.

De cualquier modo, aunque fallaran constantemente, ninguno de los futbolistas de la joven liga odiaba tanto los shootouts como una de sus estrellas: Eric Wynalda. Dueño del primer gol en la historia de la MLS y autor de una joya de tiro libre ante Suiza en el Mundial de 1994, el problema de Wynalda con los shootouts tenía que ver con la reputación del fútbol gringo en el exterior, pero sobre todo, con las lesiones.

"Esa fue la lesión que realmente descarriló mi carrera", le dijo Wynalda a Sports Illustrated el año pasado, recordando la noche de abril de 1998 en la que colisionó durante los shootouts con Garth Lagerwey, guardameta del Dallas Burn. El resultado fue una distensión de ligamentos de la cual Wynalda apenas pudo recuperarse para llegar al Mundial de Francia 1998, en donde no pudo mostrar su mejor forma para volver a Alemania donde había sido figura con el Saarbrücken en la segunda división.

La escena no era del todo extraña. El contacto entre atacantes y arqueros era posible en cada lance, por lo que un shootout podía transformarse fácilmente en un penal y una tarjeta. Ejemplo de ello es el duelo entre el defensor del Miami Fusion Leo Cullen y el guardameta del Mutiny de Tampa Bay, la leyenda sueca Thomas Ravelli, quien luego de cometer una falta grosera se salvaba de la amarilla, pero no de ser ajusticiado de inmediato desde los doce pasos.

La era de los shootouts llegó a su fin en 1999. Para la temporada del 2000, la primera del siglo XXI, la MLS aceptó los empates como resultado final e implementó los penales para romper esas igualdades en playoffs y finales. El experimento, que se dice tuvo a la FIFA intrigada y prestando mucha atención, fracasó y los shootouts no generaron la tensión ni la expectativa producida por los penales. La probabilidad se impuso sobre el talento y la "lotería" predominó sobre la habilidad. Ahora solo queda preguntarse qué hubiera pasado con el balón en los pies de futbolistas como Kaká, David Villa o Sebastian Giovinco. De pronto, la magia hubiera aparecido. De pronto, los shootouts seguirían existiendo, incluso fuera de la MLS.