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Cultură

Lascivo: Cómo lastimar a tus seres amados

Mi amiga Victoria está en un predicamento: su novia quiere que la golpeen, la abofeteen y la estrangulen mientras coge, pero Victoria no puede hacerlo. Ya lo ha hecho en otras relaciones, pero esta vez es diferente, esta vez está enamorada.

Mi amiga Victoria está en un predicamento: su novia quiere que la golpeen, la abofeteen y la estrangulen mientras coge, pero Victoria no puede hacerlo. Ya lo ha hecho en otras relaciones, pero esta vez es diferente, esta vez está enamorada.

Ah, l’amour, que rápido arruina el sexo. Un día estás cogiendo con un extraño con una pelota en la boca, y al día siguiente lo único que puedes hacer es cucharear. El amor trae consigo inseguridades. El amor produce necesidad. El amor te vuelve autoritario y protector.

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Cuando amas a alguien hay tantas cosas en juego, así que entiendo por qué Victoria tiene sus dudas. Entiendo ese “bloque mental en donde veo su linda cara, y mi mano se detiene a medio golpe”.

Infligir dolor sobre las personas que amamos va contra nuestro instinto natural de protegerlas de todo daño. Además, la violencia contra las mujeres es un problema tan grave en nuestra cultura que, como mujer, entiendo porque Victoria se siente aún más susceptible a las consecuencias de dañar físicamente a la otra parte de su relación.

Entiendo por qué es difícil para Victoria y otras personas (han sido más de 20), quienes acuden a mí con el mismo problema. Lo entiendo. Pegarle a alguien que quieres es difícil. Pero estoy aquí para decirte que, incluso como una feminista radical, está bien golpear a tu novia.

Es aceptable estrangularla hasta que se venga.

No tiene nada de malo pegarle hasta que se ponga roja o le salgan moretones, incluso sangre.

Puedes hacer todo esto porque ella te lo pidió; porque es con su consentimiento. Deja ir esa culpa y ese prejuicio sobre el deseo sexual y acepta la oportunidad de explorar. Jugar con el dolor y el poder de forma alegre y saludable puede acercarlos más como pareja.

Pégale porque la quieres, no a pesar de eso.

Antes de seguir adelante, quiero decir una cosa: nunca golpeen a nadie sin su absoluto consentimiento, y sin antes establecer los términos de la dinámica. Una comunicación detallada es clave. Consentimiento informado es vital. Respeta los límites del otro, no seas una perra abusiva, y (si estás en Estados Unidos) llama a la línea nacional de violencia doméstica si tienes dudas sobre el abuso. Yo los contacté, y no tienen ningún problema con hablar de sadomasoquismo.

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Hay maneras seguras de empujar los límites de la gente y formas consensuadas de explorar, crecer y aprender. Superar el miedo es vital para vivir una vida plena, y las prácticas sadomasoquistas (incluyendo los golpes, las cachetadas y la estrangulación) pueden ayudar a la gente a superar sus inclinaciones naturales a entrar en pánico cuando confrontan una situación agitada.

Más allá de superar el miedo, hay millones de razones por las que alguien querría que le pegaran durante el sexo, así como hay millones de razones por las que alguien prefiero hacerlo de misionero que de perrito, anal que vaginal, perritos que gatitos.

Yo soy una mujer vaginal a la que le gusta montar, y me encanta golpear a la otra mientras cojo con ella.

Empezó como algo pequeño, una palmadita en la cara de mi ex novia Barb; vi un rastro de excitación en su rostro y la escuché suplicarme que lo hiciera de nuevo, esta vez más fuerte. Pronto se convirtió en una rutina, y la intensidad se acumulaba dentro de mí conforme mi orgasmo se preparaba para explotar, igualando su dolor con mi placer. Después empecé a golpearla mientras se venía, a pellizcarla, morderla y coger al mismo tiempo, hasta que todo su cuerpo lo sintiera, me sintiera a mí.

Fue una experiencia intensa e íntima como ninguna otra que hubiera experimentado, y nos encantaba. Me volví adicta, y ahora no hay nada que disfrute más que amarrar a alguien, amarrarle un dildo, y golpearla mientras la monto.

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En nuestra sociedad machista, ser penetrada suele venir con una connotación de pérdida de poder, degradación, sucumbir a la penetración del otro. Aunque mi lógica no encaja con esta idea de degradación a través de la penetración, hay una parte no tan subconsciente de mí que disfruta tomar ese poder que perdí en esta cultura por tener una vagina e igualarlo a la idea de meter cosas en ella.

Para mí, tomar el control mientras me penetran me hace gritar: “Sí, estás dentro de mí, y sí, estoy en un estado tradicionalmente vulnerable, pero no olvidemos quién manda”. ¡Bam! Mi mano en tu cara. “Te estoy usando. No tú a mí. Yo estoy en control de mi placer y tu dolor. No estoy haciendo esto por ti, lo hago todo por mí. No me estás tomando. Yo te estoy tomando a ti”. ¡Bam! Mi mano en tu cara.

Es visceral y poderoso y me encanta, pero hay mucho más en juego que simple poder. Puede obtener poder de muchas maneras, pero nada me excita más que golpear a alguien.

En las relaciones, siempre he sido yo la que pega. Cada que alguien me pregunta si me puede pegar en la cara, les digo que no. Pégame en el culo, muérdeme los pezones, azótame la espalda, pero deja mi cara en paz. Todavía no estoy ahí.

Para ayudarme a explicar la bofetadas desde el punto de vista de quien recibe, contacté a mi ex, Barb. Acabamos de empezar a mensajearnos de nuevo, así que fue un poco extraño preguntarle esto, pero necesitaba saber, tanto para el artículo como, para ser honesta, por mí.

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Yo: La novia de mi amiga quiere que le pegue, pero mi amiga se siente incómoda con eso. Estoy intentando aconsejarla y necesito más información. ¿Por qué te gustaba que te pegara durante el sexo?

Barb: Porque te di permiso. Porque quería que lo hicieras.

Yo: ¿El consentimiento y el deseo son la razón por la que lo disfrutabas?

Barb: Sí. Pero creo que el consentimiento es igual de importante para la persona que lo hace como para la que recibe. El sexo no es una tarea ni una obligación. A veces hay barreras que evitan que una parte obtenga lo que quiere. El objetivo es placer para todos, no sólo para uno.

Mierda, aquí estoy empujando a Victoria para que golpee a su novia por su bien, y olvidé por completo los derechos de Victoria. A veces hago eso. Asumo que la única persona que necesita dar su consentimiento es la parte de abajo, la que siente el dolor, la que es penetrada, golpeada, etcétera. Olvido la importancia de cuidar de la parte de arriba. Quizá porque suelo ser la parte de arriba, y yo me encargo de mi persona. Como sea, Barb dijo algo muy importante: no es divertido a menos que ambas personas lo quieran.

Por definición, la violencia doméstica es “un patrón de comportamiento que involucra el abuso de una parte sobre la otra en una relación íntima”, lo que fácilmente describe una relación masoquista. La diferencia entre una perversión saludable y un abuso no saludable está en el consentimiento y la comunicación.

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Para dar cachetadas, estrangular y golpear de forma divertida, tanto Victoria como su novia necesitan quererlo. Ya que Victoria lo ha hecho antes, imagino que hay una duda mental que va más allá de estar en contra del acto mismo, pero incluso con experiencia, el conocimiento es clave para dar consentimiento.

Dejo que personas específicas en calabozos sadomasoquistas me golpeen porque lo hacen todo el tiempo y saben muy bien dónde y cómo tener ese impacto físico y emocional que les pido. Ninguna de mis parejas románticas tiene ese conocimiento, así que, como la parte informada, yo tengo que tomar el control del sadomasoquismo en mi cuarto.

Lo mejor que alguien puede hacer para empezar a involucrarse en el sadomasoquismo es educarse y empezar poco a poco, trabajando son su conocimiento base y su nivel de confort. Prueben con una mano cóncava, arqueada para que duela menos, pero se sienta el impacto, sobre los glúteos, las piernas, los brazos. Enfóquense en un lugar primero y pasen a los demás en distintas sesiones. Empiecen con partes más grandes y avancen hacia zonas pequeñas, hasta terminar con la cara, donde tienen que tener cuidado de no dejar moretones o romper las partes delicadas.

Conoce los límites físicos y mentales de tu pareja, y mantén una comunicación antes, durante y después, para garantizar seguridad y comodidad para todos los involucrados.

El consejo anterior viene de una conversación que tuve con Bikkja Amy, una amiga que vive el sadomasoquismo las 24 horas del día y educa a otros sobre cuestiones de seguridad y comunicación. Mientras la tenía en el teléfono, decidí preguntarle porqué le gustaba que le pegaran.

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Yo: ¿Qué sientes cuando alguien te golpea o te da una cachetada?

Bikkja Amy: Se me endurecen los pezones. Lo siento en mis partes.

Yo: ¿Pero por qué? ¿Qué hace que te guste?

Bikkja Amy: Tengo lupus, así que me duele cuando me acarician físicamente. Necesito un contacto más fuerte, y los golpes son lo más fuerte que hay. Me gustan lo moretones, recordar al día siguiente cómo obtuve ese doloroso souvenir. El dolor extiende el momento.

Otra amiga, Lady Leaux, desarrolló aún más sobre el aspecto psicológico del asunto.

Yo: ¿Qué piensas cuando alguien te pega?

Lady Leaux: Me imagino que es algo psicológico, pero a veces el sexo casual hace que me sienta usada, ¿así que por qué no aceptar la naturaleza del asunto? Es lindo sentirse como el juguete de alguien. También es lindo saber que puedes confiar en esa persona que te trata como mierda. Creo que no me gustaría que me pegara alguien que no me respetara fuera de la habitación. Incluso cuando le dices a alguien que te golpee y te diga cosas, sigues estando a cargo.

Incluso después de hablar con ellas, quería saber POR QUÉ. ¿Por qué golpear a alguien me excita tanto? ¿Por qué mi ex me miraba con esos ojos a punto de estallar de placer cada que mi mano tocaba su cara?

Entonces Barb me lo explicó todo con una palabra: adrenalina.

¡Adrenalina! Esa es la respuesta que estaba buscando. Es tan obvio, que me siento como una tonta por no haberlo pensado antes.

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¿Por qué lanzar mi mano contra su cara aumentaba la sensación en mi entrepierna? ¿Por qué el cuerpo de Barb vibraba de placer cuando la golpeaba? Porque estábamos disfrutando de eso a lo que Barb se refiere como “la droga favorita del noventa por ciento de los estadunidenses”.

Había leído sobre la adrenalina unas horas antes, así que me sorprendió no haberlo pensado antes. En su libro, Urban Tantra, Barbara Carrellas explica que un “rush de adrenalina es una… sensación de poder, de estar ‘al límite’, de sentir todo agudo e intenso. La adrenalina… se libera de tus glándulas suprarrenales en proporción al nivel de ‘peligro’ que tu cerebro detecta [y] produce una exaltación que puede ir desde excitación y ansiedad, hasta miedo”.

Después explica de manera brillante la diferencia entre el verdadero éxtasis y un rush de adrenalina de una manera que no me atrevo ni a parafrasear, así que compra el libro. Por ahora, sólo quiero que sepas que esas cachetadas y golpes (esas cosas dolorosas que excitan a la gente) son tan excitantes porque tus ancestros tenían que poder huir de tigres dientes de sable.

Así que, Victoria y todas aquellas que quieren aprender a golpear de forma respetuoso a su ser amado, la solución a su problema es el consentimiento, la educación, la comunicación, la paciencia, y quizá algunos tigres dientes de sable.

Fotos por J. Robert Williams. Modelos: Cat Dorris, Xhibitchionist, Taylor Grahm, Ayuni Kelton y Michelle Martinez.