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Cultură

Canada's Wonderland... ¡en ácidos!

Una carta de amor desde la montaña borrosa.

Ubicado en el suburbio sureño de Ontario, Canada’s Wonderland es el parque de diversiones más grande de Canadá, con dieciseis montañas rusas, más de cincuenta juegos, un parque actuático y un laberinto de dinosaurios. Desde que abrió las puertas en 1981, Wonderland ha sido el equivalente canadiense de Disney World pero sin los excéntricos personajes ni las supuestas historias de nazismo. Es el hogar artificial de la diversión más pura y adulterada en Canadá. Todo la comida del lugar está hecha de azúcar. En todos los juegos corres el riesgo de vomitar o desmayarte. Si tienes suerte, puede que toques la mística Wonder Mountain.

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Mi novia, Marianne, nunca antes había probado un ácido, y estaba a punto de hacerlo por primera vez en el parque de diversiones familiar más grande de Canadá. Y aunque fue su idea, me dio miedo destruir el cerebro el mi novia. Estaba a punto de amarrarse a una docena de sillas metálicas que la agitarían como a un muñeco de trapo, sin control y durante horas. En ácido.

Marianne colocó el pequeño cuadrito azul de LSD en su lengua, miró una de las montañas rusas y dijo: "Sabes algo, no se ve tan mal. Completamente conquistable".

Al entrar al mundo mágico canadiense nos recibió una montaña café con una cascada. "Es hermoso. Pero extraño", dijo Marianne. Hasta ese momento Marianne no mostraba los efectos de la droga, fue de que estaba visiblemente excitada y nerviosa, cosa que me pareció normal para alguien a punto de subirse a una montaña rusa. Se estaba rascando el pulgar con un dedo, lo cual hace cuando está ansiosa.

El primer juego al que nos subimos se llama Shockwave. Parece la mano de un gigante, pero con colores brillantes y metálicos, y con los pies colgantes de turistas. Aunque el juego no se veía tan mal, me preocupaba la reacción de Marianne.

Antes de subirnos, Marianne me dijo que se sentía un poco mareada. Cuando nos bajamos y comenzamos a caminar por el parque, me susurró en el oido: "Me siento un poco relajada", y empezó a reir como loca.

Caminamos por una zona del parque llamada Feria Medieval, llena de castillos y caminos empedrados falsos. Pasamos junto a una empleada del parque con el rostro pintado y Marianne comenzó a reir otra vez sin control.

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Marianne le preguntó a la chica cuanto tiempo llevaba trabajando en el parque y después empezó a asentir lentamente con la cabeza. Mientras nos alejábamos, dijo: "Era como un Buda. Tenía estos ojos negros y grandes que parpadeaban lentamente". Después se rio y nos detuvimos un rato mientras recuperaba su aliento. Dijo que esa cara la acecharía en sus sueños, que no podía volver a pasar frente a esa chica. "Tenía una cara de Claude Monet, pero con patos".

Después vimos una tienda de recuerdos y Marianne hizo que entraramos a probarnos sombreros.

La mayoría de las cosas en la tienda le parecieron geniales, en especial estos báculos místicos de plástico con calaveras en la punta. "Estas son madres de otro nivel".

Pasamos junto a la montaña y Marianne hizo que nos detuviéramos de nuevo. "Está creciendo. Aquí viene", dijo. "Es tan imponente, que me hace sudar. Es la mejor montaña falsa que haya visto".

No dejaba de mirar la montaña, así que le pregunté lo que veía: "Está cambiando de color. Es toda morfológica. Parece que está hecha de arena y la arena se derrite. Se mueve de un lado a otro cuando la enfoco. Y la cascada está subiendo. Toda la montaña se mueve todo el tiempo".

Nos acercamos otro poco. "Es genial, hay rayos de colores hermosos saliendo de ella. ¡Es una laguna tan hermosa!" Guardó silencio. "Los colores son hermosos. Parece que la montaña se desmorona, está borrosa. Parece gamuza. ¡Está creciendo tanto! Y el agua es tan azul. Se siente bien. Es muy bonita. Es como si la gente la hubiera hecho. Quiero acostarme en ella. Quiero acostarme en la montaña borrosa". Siguió mirando la montaña en silencio.

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Después fuimos a un juego llamado The Bat (El Murciélago). Mientras hacíamos fila, viendo como las personas subían por la rampa del juego, Marianne dijo: "Es como si tuviéramos que idolatrarlos. O, la idea de ellos". Después de verlos durante un minuto, agregó: "Esta montaña rusa representa memorias pasadas".

Cuando nos bajamos del juego, Marianne se volteó hacia mi y me dijo, mientras se reía, "Ok, ahora estoy calentando. Ese fue como un pequeño golpe en la cara". Mientras caminábamos no dejaba de decir: "Guau… guau… guau…"

Seguimos caminando por el parque y subiéndonos a otros juegos. Marianne no podía dejar de reír. Se detuvo a admirar un jabalí metálico de tamaño real y decidió que lo "liberaría de su aburrido contexto".

Me dijo que las sirenitas que decoraban el juego del barco, cambiaban de color y que sus pezones brillaban dorados.

Estaba hipnotizada por la belleza de una nube que describió como una cascada en el cielo que giraba y cambiaba con la montaña borrosa.

A estas alturas decidimos reanimar a Marianne, así que buscamos una esquina oscura del parque y no fumamos un porro. Esta resultó ser una gran idea porque Marianne se puso visiblemente hasta pito. Sintiendo las vibras de Marianne, y un poco pacheca yo también, olvidé mi tarea y me quedé mirando a la nada y ríendome mientras esperábamos en la fila para un juego llamado The Vortex (El Vórtice). Todo fue muy raro durante 20 mintuos. Marianne tiró un poco de agua en su mano y sentimos que debíamos discutirlo, cómo se sentía en su mano, cómo la mancha de agua parecía chicle. No entendía lo que iba a pasar en el juego al que estábamos a punto de subir, a pesar de que Marianne me lo había explicado dos veces; tuvo que garantizarme que sería placentero. Me contó de sus "teorías secretas" y todo hacía sentido, nadie cuestionó la legitimidad de sus afirmaciones. Me susurró en el oído: "Ahora sí lo estoy sintiendo. Cabrón".

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El Vórtex daba la vuelta y atravesaba la montaña. Marianne y yo nos subimos en el frente. Grité la mayor parte del tiempo, pero hubo momento de calma, incluso serenidad, en especial cuando pasamos sobre un pequeño cuerpo de agua. Cuando el juego llegó a su fin, Marianne me dijo: "Podría mear y llorar al mismo tiempo".

Vimos a estos niños secándose afuera del parque acuático y Marianne me preguntó: "¿Crees que entiendan lo homosexuales que se ven?" Todos empezaron a estirarse hasta que uno de ellos se fue, entonces Marianne dijo: "¡Oh no! ¡Le dio pena! ¿Acabamos de molestar a un niño?"

Marianne se preocupó de que hubiéramos molestado a unos niñitos, así que para distraerla fuimos a ver dinosaurios. En el camino, uno de los operadores salió del juego que estaba cuidando, sujetó a Marianne y le dijo: "¡Checa esto!" y empezó a jugar el solo. Mientras lo veía, dijo: "Él sabe. Él sabe todo".

Para cuando llegamos a los dinosaurios, a Marianne le estaba dando el bajón. Observó a las figuras de plástico en sus jardines bardeados y dijo: "Su piel se mueve de forma extraña. ¿Estás segura que no molestamos a esos niños?" Le dije que todo estaba bien.

Marianne dijo que necesitaba sentarse por unos minutos así que compramos un pastel, un waffle con helado y fresas cubierto de jarabe, y nos sentamos junto a la montaña a comer.

Llevábamos cuatro horas en Wonderland y Marianne había pasado por un sube y baja de euforia todo ese tiempo. Decidimos guardar la cámara por un par de horas, Marianne ya estaba sintiendo el bajón, y disfrutar del resto del día. Marianne levantó su mirada de la mesa para ver la cascada en la montaña a su izquierda.

En un punto del día, Marianne me dijo: "Sabes algo, por un momento pensé que quizá así sería la vida de ahora en adelante. Y sé que no es cierto, pero creo que no tendría problema si así fuera". Fue un alivio saber que no destruí el cerebro de mi novia, y que conquistó la montaña borrosa de Wonderland en Canadá.

Fotos por Evan Davis