La pura puntita: Sexo. A eso sabe la Reina

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La pura puntita

La pura puntita: Sexo. A eso sabe la Reina

El nuevo libro de Jis.
J
por Jis

Traemos adelantos, reseñas y entrevistas de los libros que te van a ensartar las mesas de novedades.

Sexto Piso acaba de publicar el nuevo libro de Jis: Sexo. A eso sabe la Reina, con una introducción de Abraham Cruzvillegas. Aquí te dejamos una probadita de la intro y los cartones del fabuloso Jis.

¿Qué es el despapaye? (fragmento)

Por Abraham Cruzvillegas

En la adolescencia quise ser cartonista político, publiqué en algunas revistas como Quécosaedro y esporádicamente en otras que aceptaban mis dibujos sobre el Shah de Irán y Jimmy Carter, sobre el Jolopo y Durazo, sobre el rector Soberón.

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Asistía a todo evento que tuviera que ver con el que consideraba mi gremio, y gracias a mi padre, que era profe en la UAM Azcapotzalco, conocí a Magú, Sergio Arau y el Fisgón, quien devino uno de mis primeros mentores en un involucramiento más complejo y profesional con el arte. Durante una conferencia en la casa de la Unión de Vecinos y Damnificados del terremoto de 1985 escuché a un cronista prógnata, ajonjolí de todos los moles —tal vez menos del pipián— afirmar que Jis era un artista extraordinario, que sólo le faltaba un universo que lo comprendiera.

Claro que dijo lo que dijo entre muchas otras cosas, y para esos entonces, a finales de los años ochenta, lo que sabíamos de él y de otros moneros oriundos de Guadalajara era muy poco, un rumor, un mito. Con Julio Haro, Paco Navarrete —a quien conocí por aquel tiempo, a través de José Luis Paredes, «Pacho», baterista de La Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio—, Trino, Falcón y Roberto Rébora, entre otros, habían publicado una revista precaria que se llamó Galimatías. Jis ya era célebre, incluso antes de lo que podría verse a la distancia como un movimiento, que comenzaría en esos días en que todos en La Perla de Occidente tocaban en un grupo de rock, estudiaban arquitectura o comunicación en el ITESO y eran artistas o moneros, o las dos o las tres. Bajo el ala de Rius, historietista legendario nacido en la tierra de Los Zetas, fue en su temprana juventud incorporado en publicaciones que eran bastiones de la larga tradición de la caricatura en México, como La Garrapata, y en suplementos culturales y secciones de monitos en periódicos como La Jornada.

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Aquel posible boom tapatío se puede describir en líneas oblicuas que van de la revista de marras, otra que se llamó La Mano, la mítica banda El Personal, que pasa por las incursiones en una colaboración con Trino en la prensa y en aventuras editoriales que continúan en plan abiertamente best-seller, los programas de radio y que remata en el largometraje realizado alrededor de los personajes de la tira cómica más célebre de los últimos años en México. Pero en aquellos años ochenta hacer el tipo de trabajo que en Jis era natural y espontáneo (aparentemente realizadas bajo los efectos de algún estupefaciente o alucinógeno —hermanándolo ocasionalmente con Luis Fernando y Ahumada—, eran imágenes de parejas durante el coito, no eróticas sino explícitamente genitales, en situaciones delirantes y absurdas, muchas de las veces incluyendo palabras soeces en sus diálogos), en el contexto de Jalisco —y del país—, una sociedad profundamente conservadora e hipócrita, era no solamente un acto de hedonismo o de cinismo: podría ser visto en perspectiva como un acto político, no necesariamente provocador o contestatario, pero sí uno de una conciencia radical, transparente, lúdica, auténtica. Ante una circunstancia social definitivamente en crisis (al menos desde el parteaguas del 68), en permanente deterioro, con una clase política progresista desgastada y hasta cierto punto aburrida, los dibujos de Jis —y de los compinches que lo siguieron en su imparable trayectoria— se volvieron indispensables, probablemente por actuar como válvulas de escape con gestos simples, directos y al mismo tiempo enigmáticos: nunca ha hecho propaganda ni panfletos, pero en su libertad ineficiente (en el contexto del brutal capitalismo tardío) se vuelven enunciados subversivos, flamígeros. Jis dibuja panochas que gotean después de haber sido vergueadas o lamidas, pitos que se autoerotizan mientras sueltan una máxima propia de Lao Tsé, chichis cuyos pezones dibujan mientras disparan chorros de leche que concluyen sus elípticas trayectorias en las nalguísimas de un monstruo bicéfalo bisexual hermafrodita, cromañones hipertróficos en trusa pero con zapatos y portafolios que anuncian en la puerta de la vecina sabrosota el producto de moda. En uno solo de sus cartones Jis resume las relaciones de poder, seducción, juego, destrucción y violencia; de placer, amor, cariño y ternura; de humor, histrionismo y aplatane; de corrupción y sumisión, que pueden atravesar cualquier acto sexual.

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